Bruselas.— En un programa televisivo el periodista policiaco Peter R. de Vries lanzó el incómodo comentario que nadie quería escuchar en la pequeña Holanda: “no deben sorprendernos los disturbios que estamos viendo”.

“No comprendo la sorpresa de muchos”, entre ellos el premier Mark Rutte, aseguró el comunicador en el programa RTL Boulevard. Dijo comprender por qué las cosas se salieron de control en varios puntos del país como consecuencia del toque de queda declarado el sábado 23 de enero para contener la propagación del virus SARS-COV2.

Aseguró que los hechos deben interpretarse como “reclamo” y “búsqueda de un escape” por parte de personas que consideran que la estrategia contra el es la equivocada y que no están más dispuestos a aguantar. Lejos de ser acogidos como un punto de reflexión, los comentarios del investigador se toparon de inmediato con la réplica de la clase política.

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“Reconozco el descontento que hay en la sociedad, pero eso no es argumento para oponerse de esta manera a la policía y saquear negocios. Si ves las imágenes, y no sólo de mi ciudad, lo único que ves son imágenes de escoria”, aseguró John Jorritsma, clcalde de Eindhoven, una de las urbes que se vio atrapada entre las protestas.

Durante tres días consecutivos, desde la entrada en vigor del toque de queda, unas 22 urbes holandesas fueron testimonio de escenarios inéditos: saqueos, actos incendiarios y choques violentos entre manifestantes y la policía. Los incidentes tuvieron lugar en un contexto de protestas en contra del reloj nocturno que prohíbe los desplazamientos no esenciales entre las 21:00 y 4.30 am horas locales. Incumplir la medida restrictiva se castiga con una multa de 95 euros, unos dos mil 300 pesos mexicanos. Cientos de personas han sido detenidas.

Robbe Latré, experto de la organización especializada en el manejo de datos sobre protestas y violencia política, ACLED, señaló que “la gravedad, la escala y la extensión geográfica de los eventos fue algo inesperado”.

Crece el malestar social en Europa
Crece el malestar social en Europa

“Pero no diría que el desorden en Holanda esté impulsado por movimientos sociales. Todo lo contrario. Lo que muestran los disturbios del toque de queda, así como las protestas de los agricultores holandeses de 2019-2020 y las protestas asociadas con Black Lives Matter el verano pasado, es que las movilizaciones de contestación política están siendo impulsadas por grupos dispersos en lugar de movimientos sociales organizados”, indicó Latré, experto en protestas y violencia política en la región del Benelux. “En los tres casos, vemos cómo las convocatorias a las protestas se difundieron a través de las redes sociales y fueron atendidas por un grupo de personas muy heterogéneo, que no necesariamente se identifica con el grupo organizador”.

Durante el 2020, se reportaron un total de 121 eventos de protesta en Países Bajos, con picos considerables a principios de febrero, julio y diciembre de 2020. El dimisionario premier Mark Rutte buscará mantenerse en el cargo en las elecciones generales programadas para el 17 de marzo.

Holanda no es el único que está presenciando un aumento del descontento social, aunque el mosaico de las protestas es muy diverso a lo largo del Viejo Continente. En Francia el deterioro del estado de bienestar dio origen al movimiento de los chalecos amarillos, autor de más de 400 acciones durante el año pasado; en Suecia el detonante ha sido la inacción ante el cambio climático.

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En Polonia aumentan las acciones en contra de la intolerancia del régimen; desde el 19 de octubre se han contabilizado 990 manifestaciones asociadas a las restricciones en contra del aborto.

Si bien las manifestaciones disminuyeron al inicio de la pandemia, ACLED registra un repunte posterior de las protestas, particularmente contra las medidas gubernamentales diseñadas para detener la propagación del virus.

Muchas son convocadas por grupos negacioncitas e impulsores de teorías de la conspiración, como el Querdenken, una plataforma alemana infiltrada cada vez más por la extrema derecha. Durante el año pasado, Alemania contabilizó más de mil 100 protestas en contra de las medidas gubernamentales dirigidas a revertir la curva ascendente del coronavirus; de ellas 140 estuvieron asociadas a Querdenken (Pensamiento Alternativo).

Los disturbios en Europa también están asociados con la creciente polarización y la radicalización entre la izquierda y la derecha. Por ejemplo, en Holanda, las protestas de los agricultores registradas el año pasado contaron con el apoyo de la extrema derecha a pesar de que no era bienvenido por los propios campesinos. “Los persistentes sentimientos separatistas también han sido fuente de desorden en lugares como Irlanda del Norte y España”.