Bruselas.— A meses de las elecciones generales en Alemania, se conoce quién tendrá la encomienda en el bando conservador de hacer que los alemanes y el resto de los europeos se olviden de cuando deje la Cancillería.

La fracción formada por la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU) y su partido hermano, Unión Social Cristiana de Baviera (CSU), finalmente superó las divisiones sobre quién deberá relevar a Merkel.

Será el hombre del partido, Armin Laschet, y no la figura más popular y líder en las encuestas, Markus Söder.

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El ministro presidente de Baviera se hizo a un lado consciente de que hoy más que nunca se requiere de la organización y disciplina alemana para definir el rumbo del país en la era postpandemia, y no de enredos políticos como hasta ahora venía ofreciendo el partido gobernante a raíz de la disputa.

Para Sudha David-Wilp, subdirectora de la oficina en Berlín del German Marshall Fund of the United States, el desorden visto entre el dirigente bávaro y el de Renania del Norte-Westfalia, no es más que una muestra del nerviosismo que hay al interior de la familia conservadora en la búsqueda del sucesor de Merkel.

“Hay pánico en las filas del bloque conservador sobre lo que vendrá después de Merkel. El debate entre Laschet y Söder demostró las dificultades por las que están pasando”, dice a EL UNIVERSAL.

“Incluso antes de la pandemia ya tenían problemas. Cuando se nombró a Annegret Kramp-Karrenbauer al frente de la CDU emergieron cuestionamientos sobre si tenía o no la capacidad para ser la sucesora de Merkel. Al final se hizo a un lado por la enorme presión”.

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Afirma que pese al espaldarazo del partido, sobre Laschet persisten las dudas sobre si es o no el personaje indicado para conseguir la victoria el 26 de septiembre y darle continuidad al legado de Merkel.

Merkel light

Armin Laschet nació en 1961 y es desde 2017 presidente de Renania del Norte-Westfalia, el estado con más habitantes y un titán industrial, aportando 22% del PIB.

En los tiempos más difíciles ha permanecido junto a Merkel, incluso durante la crisis de refugiados de 2015.

Le gusta presentarse como un renano agradable, como político centrista y capaz de construir puentes, como ha sido Merkel a lo largo de su trayectoria política.

Se inclina por el papel responsable de Alemania en la Unión Europea (UE) y cree en el orden global basado en reglas y multilateralismo.

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“Con Laschet no hay que anticipar muchos cambios en el rubro internacional, en tanto que a nivel doméstico habría que esperar un gobierno tipo Merkel light buscando estabilidad ante grandes desafíos”.

Tras la convención digital de la CDU en enero, emergió como el candidato preferido entre los 1001 delegados del partido.

Más allá de ser el favorito de Merkel, cumplía el máximo requisito para ser el próximo líder del partido: debía ser una figura con experiencia en el gobierno para afrontar los retos de la era postpandemia.

“Quizás el CDU pague un alto precio por haber elegido a Laschet en lugar de Söder, si nos atenemos a las encuestas, pero Söder hubiera cambiado la naturaleza del partido, mientras que Laschet ofrece continuidad del Merkelismo”, explica David-Wilp.

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“El partido apostó por proteger al partido a largo plazo, en lugar de una victoria rápida de corto plazo”, añade.

A estas alturas, resulta imposible pronosticar el escenario que emergerá de los próximos comicios, pero lo que sí es muy probable es que resulte en mayor fragmentación entre las diversas fuerzas políticas.

“Será difícil conseguir la unidad al interior del grupo conservador, muchos dirán que hubiera sido mejor presentarse con Söder.

“Uno hubiera imaginado que tras las dificultades presentadas en la campaña de vacunación y los escándalos [por el cobro de comisiones en las compras gubernamentales de mascarillas contra el Covid-19], serían sensibles respecto a su imagen en un año electoral. En lugar de ello, se mostraron como si estuvieran viviendo una realidad paralela”.

Del desorden protagonizado en la cúpula conservadora, se habrían beneficiado los liberales del Partido Democrático Libre (FDP), quienes aspiran a lograr un resultado que los coloque en posición para participar en el próximo gobierno.

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También habría sacado tajada política la fuerza de extrema derecha Alternativa para Alemania, así como Los Verdes, quienes bajo el mando de Annalena Baerbock, de 40 años, pretende formar una alianza con los sectores progresistas en busca de grandes cambios en aspectos como el medio ambiente y la agenda digital.

“En contraste al poco profesionalismo mostrado por los conservadores, el Partido Verde ha sido muy disciplinado y armonioso en un momento en el que el país reclama certeza”.

Intentos fallidos

En los comicios legislativos nacionales, la CDU y la CSU siempre se presentan detrás de un sólo candidato a la Cancillería. Por lo regular llevan la mano los políticos de la casa del CSU.

Más que un acuerdo de caballeros, son los números los que avalan la candidatura del CSU, es el partido más grande, actualmente con 200 escaños en el Parlamento federal y tiene presencia nacional, con excepción de Baviera.

El CSU es un partido regional, sólo compite en Baviera, pero con gran influencia política, debido a que se trata del estado más grande en dimensiones, con el mayor nivel de renta per cápita y el segundo más poblado. Tiene 46 escaños en el Bundestag.

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En el pasado, ha logrado colocar figuras en la candidatura compartida por la Cancillería, aunque sin resultados fructíferos. A las elecciones de 1980 posicionó al líder del CSU, Franz Josef Strauss. Amenazó a su socio de abandonar la sociedad si Helmut Kohl no se hacía a un lado. Resultó en la fracción parlamentaria más grande, pero la coalición de gobierno se la llevó el Partido Social Demócrata.

En 2002 volvió a poner un candidato al frente, en ese entonces Merkel escasamente llevaba dos años en la presidencia del CDU. Edmund Stoiber tuvo un buen resultado, pero no suficiente para que el entonces canciller Gerhard Schröder renovara su mandato. Merkel se presentó en las elecciones de 2005, y al igual que Helmut Kohl, ha sumado 16 años en el cargo.

La decisión de Söder de dar un paso al costado ha evitado el rompimiento. A pesar de ser de larga data la relación CDU/CSU no puede darse por sentada, afirma Sudha David-Wilp.

Sostiene que de haber estirado demasiado la cuerda con su “revolución”, no sólo hubiera puesto en riesgo el posible ticket del CSU al gobierno, el cual obtiene sumando fuerzas, habría generado en su circunscripción una competencia por el electorado conservador hoy inexistente. “Si el CDU se presentara en Bavaria sería el final del CSU”, asegura.