Madrid.- El está destinada a convertirse en uno de los elementos naturales más cotizados del planeta a medida que su escasez se vuelve alarmante, lo que genera desplazamientos masivos de poblaciones que huyen de la sequía y amaga con provocar graves disputas entre países fronterizos para hacerse con su control.

Su importancia es evidente. El agua no sólo resulta esencial para preservar la vida en el planeta, sino que juega un papel primordial en la agricultura y el desarrollo industrial y energético, lo que aumenta exponencialmente su valor cuando se convierte en un producto insuficiente.

Las agrupaciones ecologistas advierten que el agua se encuentra bajo amenaza extrema debido sobre todo al incremento de la población mundial, la creciente demanda de la agricultura y la industria, la mala gestión, la contaminación y los efectos del cambio climático.

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Las consecuencias más graves de la falta de agua se están visualizando en los desplazamientos humanos que se producen de manera cada vez más frecuente a causa de las sequías que, en algunas zonas, se han vuelto más pertinaces y prolongadas como consecuencia del cambio climático, que altera el ciclo de lluvias desplazando las precipitaciones y alterando su frecuencia.

Según las previsiones de Naciones Unidas y del Banco Mundial, la sequía podría poner a 700 millones de personas en riesgo de desplazarse para 2030. Los analistas subrayan no obstante que, mientras la escasez de agua tiene un carácter estructural, las sequías están determinadas por fenómenos meteorológicos cuyos efectos se han vuelto más destructores debido al sobrecalentamiento global.

Los éxodos por la falta de agua se producen constantemente desde hace décadas. La última crisis humanitaria por la sequía está vigente en el noreste de África, luego de tres temporadas de lluvias fallidas consecutivas que han destruido las cosechas y el ganado en esa región. La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), está incrementando la asistencia en Somalia a miles de personas que siguen huyendo de sus hogares en busca de alimentos, alojamiento y agua potable.

El organismo de Naciones Unidas señala que, en la primera semana de marzo, más de 17 mil personas de la región de la bahía del sur del país se vieron desplazadas internamente por la sequía, sumándose a las decenas de miles de personas obligadas a migrar de forma similar en todo el país entre enero y febrero de este año.

Si la tendencia actual se mantiene, ACNUR predice que es probable que medio millón de somalíes se vean desplazados antes de que finalice el mes de marzo, en su mayoría menores, personas mayores, y mujeres embarazadas y lactantes.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), estima que 55 millones de personas en todo el mundo se ven afectadas por las sequías cada año, que se han convertido en el fenómeno climático más grave para el ganado y los cultivos en casi todas las partes del mundo. La mayoría de los países que afrontan grandes riesgos de sequía se ubican en África, uno de los continentes que más sufre las consecuencias del calentamiento global.

Otra de las derivaciones preocupantes de la escasez de agua es el agravamiento de los enfrentamientos por su posesión, fundamentalmente para su uso industrial y agrícola. Con los datos en la mano, los expertos apuntan la posibilidad de que en las próximas décadas países fronterizos de las zonas más urgidas del planeta emprendan guerras por el control de depósitos de agua a cielo abierto o subterráneos y cauces fluviales a los que poder sacar rendimiento agrícola o energético.

Los conflictos territoriales por el dominio del agua están ahí desde hace décadas, aunque hasta ahora han mantenido un perfil de baja intensidad. Sin embargo, a medida que la disponibilidad del agua se reduce, mayor es el riesgo de que se produzcan choques a gran escala entre las comunidades afectadas. Herramientas expresamente creadas para detectar alertas tempranas, establecen la existencia de alrededor de 2 mil posibles puntos conflictivos en el planeta por la posesión del agua, con una tasa de precisión del 86%.

En este inquietante escenario, el ejemplo más claro es el de Egipto, Sudán y Etiopía, enzarzados por la explotación de uno de los tramos del Nilo Azul que los tres países consideran esencial para su desarrollo.

Etiopía buscó compensar su déficit de energía con la construcción de una enorme represa que entró en funcionamiento a principios de año y que mermará considerablemente el caudal del Nilo, afectando el suministro de agua que Egipto necesita, entre otras cosas, para mantener sus extensos y fértiles regadíos en la desembocadura del río. En la primavera de 2021, Egipto y Sudán llevaron a cabo ejercicios de guerra conjuntos que llamaron deliberadamente "Guardianes del Nilo", para enviar una seria advertencia a Etiopía y protestar de manera fehaciente por los planes hidroeléctricos que vulneran derechos históricos y aportan una gran tensión adicional, según los países perjudicados.

 En América Latina, algunos ríos y acuíferos fronterizos son también materia permanente de litigio. Mientras Bolivia y Chile se disputan el río Silala, la reserva de Guaraní, considerada el mayor manantial de agua dulce del mundo, constituye un potencial foco de colisión entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay que comparten sus lindes.

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 Las llanuras del norte de la India, que representan una de las áreas más fértiles del mundo, son escenario de enfrentamientos frecuentes entre agricultores por la falta de agua.

 En Medio Oriente, el control de los acuíferos sirve para explicar algunas claves del conflicto, con el agua adquiriendo dimensiones geoestratégicas. Por su parte, Turquía, Siria e Irak mantienen disputas en torno a las cuencas de los ríos Tigris y Eúfrates, en una región que está perdiendo agua subterránea muy rápidamente. En África, la cuenca del Zambeze también genera alta tensión entre Zambia, el Congo, Angola, Namibia y Zimbabue, que compiten por la administración del río.

La escasez de agua potable, con la inevitable falta de saneamiento, podría también generar en algunas grandes urbes episodios de desestabilización e incluso revueltas sociales que escaparían a la gestión de las autoridades. Ciudades como Chennai, Bangalore, Hyderabad y Nueva Delhi (India) o Ciudad del Cabo (Sudáfrica), sufren una dramática falta de agua que en un futuro próximo podría derivar en un problema acuciante para sus millones de habitantes.

El empeoramiento de los recursos acuíferos en el planeta vuelve mucho más inalcanzable el objetivo de Naciones Unidas sobre desarrollo sostenible que busca la conservación del recurso vital y garantizar el acceso al agua limpia y un saneamiento adecuado a toda la población mundial antes de que concluya esta década.

 La agenda 2030 de Naciones Unidas reúne todos los temas relacionados con agua y saneamiento, incorporando aspectos que abarcan el ciclo completo: calidad, gestión de aguas residuales, uso, escasez y gestión de los recursos hídricos y los ecosistemas relacionados con este elemento. Sin embargo, la ambición de la agenda contrasta con los resultados conseguidos hasta ahora, que son muy insuficientes para salvaguardar uno de los principales recursos del planeta.

Por ello, los pronósticos no son alentadores. Para finales de año se prevé que el porcentaje de población mundial que habitará en zonas donde existe un riesgo de escasez de agua extremo o alto alcanzará 30%, casi el triple de la cifra registrada en 2010.

La solución, según los expertos, pasa por un urgente cambio socioeconómico a nivel global para reemplazar el actual modelo de extracción que permite explotar los recursos acuíferos sin reparar en sus dramáticas consecuencias para el medioambiente, ya que se está sobrepasando la capacidad de recuperación del propio ecosistema, propiciando con ello el colapso.

A pesar de la gravedad del problema, los países más afectados apenas están adoptando medidas para preservar el agua dulce y evitar la catástrofe medioambiental que se podría producir a medio y largo plazo.

Según estudios de organismos internacionales como la FAO, en 2025 cerca de 2 mil millones de personas vivirán en países o en regiones donde la escasez de agua será aguda o absoluta, lo que generará conflictos y crisis humanitarias de consecuencias imprevisibles.

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Las regiones del planeta más afectadas por el estrés hídrico y otros efectos relacionados con sequías e inundaciones, se hallan sobre todo en la mitad norte de África; también en el oeste, centro y sur de Asia. En el continente americano, México y Chile soportan también problemas muy importantes de escasez y calidad de agua. La franja del Sahel y Sudáfrica en el continente africano, algunos países del sur de Europa, y parte de la costa oeste de EU. son otros tantos focos rojos, según documentan diferentes estudios. El Atlas de Riesgos relacionados con el agua y elaborado por el Instituto de Recursos Mundiales, subraya que una cuarta parte de la población mundial, distribuida en 17 países, se enfrenta a una situación crítica, con Qatar, Israel y Líbano encabezando el ranking de mayor estrés hídrico.

La proyección de los analistas a medio y largo plazo es que las catástrofes sociales y ambientales por la falta de agua provocarán no sólo conflictos entre países fronterizos, sino desplazamientos masivos de poblaciones con consecuencias devastadoras para los grupos más vulnerables.