Diego Hernández Ávalos, de 29 años, es un habitante del barrio de San Miguel, en Iztapalapa, que participará en la representación de la pasión de Cristo, y tras superar problemas de salud, pues fue diagnosticado desde los cinco meses de nacido con el síndrome de Noonan, que tiene como características principales talla baja, problemas sicomotores y de lenguaje, está ilusionado.

“Emoción, mucha emoción y adrenalina”, afirmó Diego, quien está listo para participar, por octava ocasión, en el viacrucis de Iztapalapa como romano.

Diego, quien habla poco y pausado, debido a su padecimiento, dijo sentirse “con la emoción de subir al cerro y acompañar a Jesús”, a quien había visto desde muy pequeño en la representación, de la mano de su mamá, con quien todos los años acudía como muestra de su catolicismo, mismo que él aseguró tener “en un 90%”.

Para ser parte de la representación, Diego tuvo que prepararse desde un mes antes, a través de largas caminatas al cerro, con sus huaraches cafés, que llegan hasta sus rodillas, y únicamente una botella de agua que lo acompaña para soportar el desgastante recorrido.

“El sol, el calor”, fueron las palabras de Diego acerca de qué es lo más difícil de participar en esta representación, aunque recordó que lo bueno es “hacer muchos amigos y jugar futbol”.

Está listo con su vestuario de romano, compuesto por una capa roja, una túnica del mismo color, con un águila romana postrada en el escudo, unos huaraches que cubren parte de sus pies y sus rodillas. El costo aproximado fue de mil 500 pesos.

Tres años después de ser dado de alta del Instituto Nacional de Pediatría, Diego Hernández Ávalos acudió por cuenta propia a la Casa de los Ensayos, donde las personas que desean formar parte de la representación de la pasión de Cristo deben inscribirse.

No importaba cómo, él sabía que debía participar en el evento más emblemático de su barrio.

“Él, desde muy pequeño, tuvo esa motivación de meterse, fue lo que me dijo: ‘yo quiero participar, yo me voy a meter’”, explicó Ana Ávalos, mamá de Diego, quien apoyó desde un principio el deseo de su hijo de formar parte del viacrucis de Iztapalapa, y que ella describió como un sueño hecho realidad.

“Yo nunca lo había visto tan seguro de algo”, expresó la señora, quien se dice orgullosa de ver participar a su hijo en la pasión de Cristo.

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