Sin miedo a la pandemia, la salió y retomó el corazón de la Ciudad de México, sus arterias principales como Paseo de la Reforma para llegar al Zócalo capitalino, con el objetivo de recordar que aún hay pendientes en materia de derechos humanos para este sector. Lo hicieron a su manera, con fiesta.

Fueron 30 mil personas —según el Gobierno capitalino— quienes asistieron para festejar el Día Internacional del Orgullo LGBT+ que, a diferencia del año pasado, por el confinamiento por la crisis del Covid-19, sólo una decena salió a manifestarse.

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Y es que había motivos para marchar a pesar del semáforo amarillo, dijeron participantes, quienes se reunieron y partieron del Ángel de la Independencia desde las 11:00 horas.

Lo hicieron por diversión, para hacer valer y exigir sus derechos —que incluyen desde a las infancias trans, acabar con las terapias de conversión y avalar matrimonios igualitarios en todo el país—, pero sin miedo a la pandemia, pues aunque el uso de cubrebocas fue respetado por la mayoría, otros lo evitaron, compartían cervezas, bebían de las mismas botellas de alcohol, gritaban “beso” a las parejas, quienes no se limitaron ante el tumulto.

“La pandemia no puede detener lo que somos”
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Tras marchar por varias calles, Israel Jiménez, con el torso desnudo y una bandera sobre el cuello, llegó al Zócalo capitalino. “No podemos tener miedo, quedarnos en nuestra casa toda la vida y ocultarnos para no contagiarnos de coronavirus.

“[Tenemos] derecho al matrimonio, que se legalice en todas las entidades federativas, poder adoptar si así lo deseamos, acceso al seguro social para nuestras parejas los que estamos casados”, dijo.

Angélica dijo que “todo es con los cuidados necesarios, los cubrebocas, pero nunca es tarde para marchar por nosotros (...) nos falta aprender, hay muchos asesinatos… las autoridades deben fijarse en nosotros porque también somos personas”.

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Hasta las 17:00 horas, las personas continuaban arribando al Zócalo y de ahí se dispersaron hacia las zonas de bares, que ofrecieron diversas promociones.

En los negocios del Centro pendían banderas multicolor y la música en Madero era estridente para una tarde eufórica. Los bares de avenida Juárez lucían abarrotados; sin embargo, la Zona Rosa fue la preferida para terminar la tarde. Este corredor era un bebedero comunitario, no sólo al interior de los locales, sino afuera, sobre las aceras, en las esquinas. Los trabajadores invitaban a las personas a entrar a sus locales, pues la noche era joven y tenía los brazos abiertos.