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El tronar de cohetones en las inmediaciones de la Iglesia de San Hipólito parecía no tener fin, como las cientos de peregrinaciones que ayer arribaron de diversos puntos de la Ciudad y del país para venerar en el “día mayor” a San Judas Tadeo, el santo de las causas perdidas.
Miles de devotos se arremolinan a las puertas de la pequeña iglesia para adorar al santo, que les ha cambiado la vida, les ha dado trabajo, les devolvió la salud o los sacó de la cárcel. Los milagros de San Juditas se cuentan por ramilletes.
Entre el bullicio que inunda una de las salidas del Metro Hidalgo, de la Línea 3, se abre paso Israel, un joven de 28 años, quien camina descalzo y lleva sobre sus espaldas una figura de yeso del santo que mide 1.80 metros —más grande que él— y pesa cerca de 30 kilos. La gente y los turistas voltean a verlo y hasta le toman fotografías.
¡Hay que cumplirle a San Juditas!, expresa el originario del Estado de México, quien recuerda que gracias a él obtuvo su libertad, tras pasar siete meses en prisión. “Le hice la promesa de venir a visitarlo porque luego de que me peleé con una persona me acusaron de robo, me pusieron ‘un cuatro’ y terminé en prisión”, relata.
En el camino al templo de San Hipólito, Israel se encontró con Juan, con quien se acompañó durante el trayecto de la entidad mexiquense a la capital del país.
Juan, de 43 años, dice que lleva una década viniendo cada año a cumplir la manda que le hizo al santo patrono de las causas difíciles. Está agradecido porque gracias a él tiene trabajo y salud toda su familia, sobre todo uno de sus hijos, quien presentó complicaciones al nacer. “Ahora está sano y todo es por San Judas Tadeo, pero también por Dios”.
Los dos lograron entrar al recinto religioso sorteando a los miles de feligreses, así como a las decenas de puestos de comida y a uno que otro que se “moneaba” en los alrededores. Escucharon la misa, cuyas alabanzas fueron interpretadas por grupos de mariachis, que también acudieron a cumplir sus promesas.
Junto a ellos, una pareja murmuraba: “¡Ya está muy lleno!”. —¿Nos vamos?, preguntó la joven, de aproximadamente 25 años, a su pareja.
—Pues no, hay que escuchar misa un rato. Le respondió el joven, quien vestía pantalón de mezclilla y playera blanca. La joven sólo asintió y continuaron escuchando la Eucaristía.
A unos metros, Dana Paloa, de 19 años, repartía dulces a los niños que llegaban vestidos de San Juditas y acompañados de sus padres. Dice que lleva cuatro años participando en esta festividad, desde que su hija de dos años presentó una parálisis facial y le hizo el milagro “porque ya se encuentra mejor”.
Como cada 28 de octubre, en la advocación de San Judas Tadeo, miles de devotos llegan para agradecer los milagros, o pedir porque salgan de las desgracias.