“Ya se extrañaba a la gente, para nosotros está bien, pero ahora sí se pasaron, son muchas personas y el contagio [de ] en toda la ciudad está muy fuerte, a ver cómo nos va después de recibirlos a todos”, explica apurada mientras cobra una cuenta Marcela, encargada de una de las fondas que ayer domingo estuvieron abarrotadas en el Desierto de los Leones.

Los comerciantes esperan que hoy lunes esté igual de lleno, pues muchos aprovecharán el puente para visitar el lugar y divertirse.

Llegar al sitio fue un suplicio para los capitalinos: las filas en la caseta de cobro de la carretera México-Toluca eran de más de un kilómetro, de ahí la fila de vehículos se extendía hasta la entrada del pueblo, donde el caos predominaba.

“La verdad es que nunca me había tocado tanta gente ni hacer fila, ya tenía rato que no veníamos y ahora este domingo aprovechamos, pero no teníamos contemplada tanta gente”, cuenta Ulises, quien junto con su familia y sus dos perros acudieron después del mediodía a pasear a ese bosque.

El argumento de los visitantes era el mismo: a falta de plazas comerciales y para terminar con el encierro ocasionado por el Covid, la mejor opción fue el Desierto de los Leones.

“Híjole, deme chance y le busco un lugar. Ahora se nos llenó de repente y estamos tratando de evitar que todos se paren sobre la carretera, luego eso es peligroso. Pero así está mejor, ya teníamos como medio año que no teníamos chamba”, comenta un acomodador de vehículos.

Abajo, en las fondas y puestos de comida, trataban de mantener la sana distancia con mesas alejadas y se aplicaban los protocolos de sanidad, a todos se les tomaba la temperatura y se les obligaba a usar gel y el cubreboca mientras esperaban.

Afuera el caos era total: sólo unos cuantos lo portaban, el resto, aseguraban que ahí no existía el virus porque había mucho espacio y estaban al aire libre.

“No creo que aquí nos contagiemos, hay mucho espacio, es bosque, la gente que llega aquí debe estar sana, todos están corriendo y haciendo ejercicio, el cubreboca no es necesario entonces”, explica Jaquelín, quien junto a su novio corría y hacía bicicleta en lo alto del bosque, abajo los esperaban dos de sus amigos en una fonda, donde ingerían bebidas alcohólicas.

El Desierto de los Leones estaba a merced de los visitantes, no había patrullas ni policías preventivos tratando de regular el acceso o conminando los paseantes a extremar precauciones ante la pandemia, pues la Ciudad de México aún está en semáforo rojo y con los hospitales a 90% de su capacidad.

Por momentos, los visitantes olvidaron el semáforo rojo y las muertes que ha dejado el Covid, el encierro, la falta de recursos económicos y la actividad restringida en la Ciudad, pues este lugar se volvió un punto de reunión para las familias, donde pudieron convivir y disfrutar el momento. Los niños y las mascotas eran los más felices.

“Es la primera vez que salimos, no tuvimos el chance de ir a la playa de puente o a Cuernavaca, entonces, se nos ocurrió este lugar y la estamos pasando bien”, explicó, Laura, una madre de familia que aseguró que en cuatro meses no han podido convivir con sus seres queridos.

El bosque estuvo cerrado por seis meses. No fue hasta diciembre pasado cuando las medidas de seguridad se relajaron y que el gobierno capitalino permitió que los restaurantes y comercios no esenciales abrieran sus puertas al público; sin embargo, los pobladores aceptan que en esta ocasión se vieron rebasados por la cantidad de visitantes.

“No estábamos preparados para esto, esperábamos un domingo normal, algunas familias, motociclistas, gente que viene a hacer ejercicio o que trae a sus mascotas, pero esto es exagerado, esperemos que no pase nada grave”, dice Ramiro, un ejidatario.