México es tierra de agaves: de un total 210 especies que existen en el mundo 160 están en territorio nacional y 130 de ellas son endémicas, explica el doctor Abisaí García, curador de la Colección Nacional de Agaváceas y Nolináceas del Instituto de Biología (IB) y especialista en el tema.

Oaxaca es un estado clave para entender esta riqueza ya que sus magueyes representan el 25% del total registrado para el país, por ende es el lugar con mayor diversidad. Ahí existen 24 especies: 11 son endémicas, 12 se comparten con Puebla y una más con Chiapas.

Conoce las amenazas que enfrentan los agaves mexicanos
Conoce las amenazas que enfrentan los agaves mexicanos

Si bien ellos son parte del paisaje cotidiano y pueden pasar desapercibidos, hay amenazas puntuales para su sobrevivencia en la actualidad. “Hay una problemática con el aprovechamiento: recordemos que los agaves son recursos vegetales finitos y hay un número determinado de poblaciones y de ejemplares”, dice.

Una noticia relevante sobre la que se ahondó durante su ponencia en el foro Vive Mezcal 2019 en la capital de esta entidad es que fueron descritas este año cuatro nuevas especies: Agave quiotepecensis, A. gypsicola, A. megalodonta y A. lyobaa. Todas ellas son oriundas del sur, en estados como Oaxaca, Puebla y Guerrero.

Por su parte, el quiotepecensis se conoce en la cuenca alta del río Papaloapan y debe su nombre a su documentación en el Lienzo de Quiotepec y Cuicatlán del siglo XVI. Abisaí destaca la importancia de que se integre el conocimiento tradicional, cultural, lingüístico e histórico de las comunidades en el discurso científico.

A. lyobaa, también conocido como maguey coyote o shtob bnijh, que quiere decir maguey del duende en zapoteco, es micro endémico de Oaxaca y Puebla, y está amenazado por la modificación del hábitat en el que se encuentra y por su extracción para la elaboración de mezcal.

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A. gypsicola, también micro endémico y oaxaqueño, es conocido por la gente local como xavi kuiji, es decir maguey blanco en mixteco. Sus hojas y botones (ita xoto) se comen, sus hojas se usan para barbacoa de horno y su hoja fresca sirve como un boomerang mexicano con fines lúdicos y se llama locho. El pastoreo es una de las actividades que ha alterado su contexto natural.

Él explica que tanto la tala de la selva baja caducifolia y la siembra de monocultivos en las zonas podadas (lo que conlleva a la erosión genética), así como la demanda desmedida de silvestres para el destilado, están acabando con los recursos bioculturales.

Hay diferentes especies de agaves aprovechados para el mezcal como americana, angustifolia, convalis, cupreata, karwiinskii, potatorum, marmorata, seemanniana y en épocas recientes, megalodonta y nuusaviorum, entre otros. Sin embargo, narra que durante los recorridos de campo él y su equipo han notado el decremento y hasta la posible extinción de algunos agaves en entornos silvestres como el Ágave lurida y el Furcraea macdougallii.

“No podemos estar sometidos a los requerimientos de las grandes compañías mezcaleras que nos piden millones de plantas al mes. Tenemos que seguir pensando en que los mezcales de Oaxaca son bebidas tradicionales porque no queremos hablar de que, en poco de tiempo, alguna otra especie sea susceptible a la extinción”, enfatiza.

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“Nos sentimos libres y queremos apropiarnos de todos los recursos que vemos, y cuando se acaba en ciertos municipios, recurrimos a los de al lado. La apropiación se está extendiendo hacia los estados vecinos como Puebla y nos está llevando al traste la contaminación de especies porque no hay planes de manejo. Hay muchas cosas que tenemos que hacer”, agrega.

Para él es terrible constatar que las empresas de este rubro tienen terrenos donde introducen las que vienen de otras regiones y quieren sembrar masivamente y además, que se tengan muchos litros en poco tiempo. En su opinión, la agroforestería y la propagación mediante semilla son buenas opciones, pero es algo a pequeña escala. También llama al análisis sobre las consecuencias del modelo del tequila en 20 años a fin de que no se repitan algunos errores. “Una industria puede acabar con la gallina de los huevos de oro en muy poco tiempo y tenemos que ser muy cuidadosos”, sentencia.

“Biológicamente, nos hace falta conocer mucho de las plantas. La información es casi nula”, asegura. Fue en 1993 cuando por primera vez un autor mexicano, Felipe Palma, describió una especie, el Agave isthmensis. Llegar a este punto a través de los años es una labor que requiere paciencia, pruebas, ética, constancia y profesionalismo. Abisaí y su equipo están interesados en ampliar el conocimiento que existe sobre los magueyes desde hace tres décadas.

“Hay una cantidad de cultivables enorme, que todavía no ha sido caracterizada morfológicamente porque no se permite que florezcan y son cortados antes de que tengamos la parte reproductiva”, añade. De ahí, la importancia de trabajar directo con los productores y en que se tome conciencia urgente sobre el cuidado del medio ambiente en todos los niveles: gobierno, organismos educativos y científicos, sociedad y empresas.

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