Siempre miré a la crítica gastronómica como una actividad vil pero, hasta cierto punto, necesaria. Varios elementos se juegan la calificación y, en la mayoría de las guías como en el caso de la española Repsol , hay un cuestionario establecido. Además de la comida, se toma en cuenta la iluminación, el interiorismo, la limpieza, el ambiente, la carta de vino, e inclusive, el pan, (si allá evalúan el pan, acá debería pasar lo mismo con las tortillas).

Sin embargo, la escena en México se cuece aparte. Basta una persona con cierta cantidad de seguidores y poder adquisitivo para “destazar” un lugar en redes sociales o al menos eso era a.p. (antes de la pandemia). No obstante, vivimos un momento de comensales positivistas. Todo luce increíble —la edición fotográfica hace maravillas—, sabe mejor y, claro, se está apoyando a la industria. Pero ¿a quién le creemos para decidir en qué gastar nuestro dinero?

Los medios cada vez tienen menos credibilidad y la mayoría de influenciadores gastronómicos se han convertido en escaparates privados de restaurantes y dark kitchens. Los negocios que se pueden dar el lujo, siguen haciendo envíos de comida por intercambio de posteos/notas. Y es que ¿cómo no apoyarlos si es por una buena causa? El problema es que Instagram ahora es una especie de cv directo. Fotos en close up ultra saturadas gritan “¡cómeme! ¡cómprame!” La pregunta es, ¿todo está tan bueno como luce? En realidad, no.

Nadie se atreve a criticar un plato, un servicio o un lugar. Aunque siendo estrictos, la crítica culinaria nunca existió. En el pasado, la mayoría de publicaciones respondían a invitaciones de agencias de relaciones públicas, de marcas o de los mismos restaurantes. Resultaba casi imposible evaluar objetivamente sin presupuesto y muy pocos, pero muy pocos medios destinan dinero para ello. El salario de muchos periodistas no da para hacerlo por amor al arte y las personas con un paladar “educado” (como los cocineros o algunos gastrónomos), o no les interesa o no escriben al respecto.

Así que ¿la crítica es realmente necesaria? ¿o posible? Recuerdo aquella regla de oro: si está lleno, está bueno. Mentira. Mucha de la oferta de comida en la CDMX (especialmente la callejera) gira en torno a ser llenador y accesible, si está rico, es un plus. Para algunos no pasa nada si la torta, el tamal o el taco no está tan bueno, pero cuando uno está dispuesto a ponerse guapx con la quincena, es útil que nos ahorren la decepción.

Te invito a ser más juicioso con lo que ves, lees y comes. Que esta época sirva para ser mejores comensales y disfrutar la comida sin estar pensando en otra cosa más que compartirla con nuestros seres queridos. Como el gastado discurso de los cocineros de “volver al origen”, dejemos de buscar tendencias y volquemos nuestra cartera, mirada y estómago a mordidas que merecen un espacio en nuestro discurso.

Yo me comprometo a continuar siendo selectiva en la comida que les comparto. Como la hamburguesa de una dark kitchen llamada Chubbies Burger, que me la enviaron para probarla (por intercambio en mi Instagram), y que ya pedí dos veces más porque considero que ha sido de las mejores que he comido.

La crítica gastronómica nunca ha existido en México
La crítica gastronómica nunca ha existido en México

Ordena la Chubbies burger doble con onion smash y papas grandes // Whatsapp: 562090 5415 // IG // Promedio: $250.00

Diana Féito es periodista gastronómica, apasionada por descubrir historias. Siempre la encontrarás comiendo algo rico y compartiéndolo en sus redes. 

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