La tortilla tradicional de maíz nixtamalizado es la base de la alimentación de los mexicanos pero, lamentablemente, su consumo se encuentra en declive.

Desde la llegada e implementación de aditivos, colorantes y conservadores que abaratan el costo en su producción , es más común que la gente prefiera la industrial a la que se hace de manera artesanal.

“Necesitamos que el consumidor tenga información sobre lo que se está comiendo. Es urgente una etiqueta

que garantice que no contiene transgénicos y ayude a distinguir claramente de una hecha con harinas a una de maíz criollo, nixtamalizada y sin aditivos”, comentó Rigel Sotelo, fundador de Cal y Maíz, una de los tantos productores que se suma a “Alianza por Nuestra Tortilla ” para exigir la revisión a la Norma Oficial Mexicana (NOM) encargada de regular sus especificaciones sanitarias y la información comercial.

Para Mercedes López, Directora de Consumidores Orgánicos de México

(quien también se integra a esta iniciativa), lo primero que debemos hacer es romper con mitos como el que dice que la tortilla engorda , cuando en realidad se trata de un alimento ancestral, sumamente nutritivo y benéfico para la salud.

“Hicimos un estudio sobre  algunas comerciales y encontramos que hasta un 90% de las que se venden en México son de máiz transgénico, lo cual muestra un panorama desolado

r para quienes la la comemos todos los días, ya que estos agentes genéticamente modificados pueden causar graves problemas a sus consumidores”, señaló López.

Encontrar buena tortilla en las grandes ciudades se ha convertido en una labor muy complicada

ya que cada vez es más escasa, e incluso se ha normalizado el empleo del producto de mala calidad.

“Vas a las taquerías o restaurantes y ya aceptas que te den esa. Estamos perdiendo nuestra cultura culinaria”, explicó Rafael Mier, presidente de la Fundación Tortilla.

Pero, ¿cómo diferenciar una natural de una artificial? Aquellas que no han sido alteradas con químicos, pueden durar días en el refrigerador y después ser calentadas para su consumo sin que su textura y consistencia cambie radicalmente. Con las de baja calidad, se comienza a distinguir ese sabor y olor característico de los aditivos y conservadores, incluso al tocarlas claramente se not a que tienen un grano de molido muy fino.

Las diferencias se notan más con las que se elaboran con masa azul. Esa peculiar pigmentación se consigue gracias a un tipo raro de maíz de ese color. Sin embargo, ya hay empresas que utilizan un mejorador para hacer que tomen esa tonalidad.

“Podemos saber si es real con una sencilla prueba: si al momento de exprimir unas gotas de jugo de limón se decolora, entonces no es una tortilla de origen natural y quiere decir que la masa fue pintada. Por el contrario, si la tortilla conserva su coloración azul,  fue hecha con un maíz de calidad, lograda gracias a la nixtamalización”, añadió Mier.

Los activistas exhortaron a no dejarse engañar por la publicidad engañosa y ser conscientes de que la verdadera tortilla solo debe llevar tres ingredientes: agua maíz y cal.

“Estamos invadidos de falsa información, productos que anuncian ser 100% de maíz, cuando en realidad no lo son. Tienen muchos otros ingredientes y aparte de todo dicen estar fortificadas”, finalizó Mier.

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