Hacía muchas décadas que no se veía una disputa diplomática entre Francia e Italia del tamaño de la que estamos viendo en estos días. De hecho, el desencuentro que culminó la semana pasada con el retiro por parte de París de su embajador en Roma es el último episodio de una confrontación política que lleva ya varios meses de venirse tejiendo y que no se limita a las diferencias coyunturales entre dos gobiernos europeos. Estos hechos, por el contrario, exhiben problemas más hondos, los cuales tienen que ver con las distancias que existen en el seno de Europa entre determinados sectores de la población, acerca de cómo se perciben temas como la Unión Europea y su supervivencia (y en el fondo, la globalización o el libre comercio), o la migración. En otras palabras, más que un conflicto diplomático entre dos estados, lo que tenemos es un enfrentamiento entre sectores sociales y políticos que trascienden las fronteras de esos estados y que, en este particular caso, encuentran representación en dos diferentes gobiernos . El choque diplomático entre Francia e Italia es, por consiguiente, la punta de un Iceberg. En el blog de hoy, coloco unos apuntes para explicar por qué.

1. Recordemos que Italia es hoy gobernada por una coalición que, de manera poco común, aglutina en un mismo gobierno a dos tipos de populismo, uno de derecha y otro de izquierda. Sin ahondar en los detalles al respecto, podemos decir que estos movimientos políticos, a pesar de sus muy importantes diferencias, coinciden en distintos temas como, por ejemplo, su rechazo a instituciones—como la Unión Europea—que, en su visión, promueven el interés de diversos actores internacionales antes que el interés de los italianos. Muy al estilo del populismo de Trump, estos diversos movimientos, que tienen mucho eco en varias partes de Europa, coinciden en pensar que la ciudadanía de a pie ha sido abandonada por esas élites que no le escuchan y que son corruptas o que solo piensan en su propio beneficio político, o bien, que están dispuestas a sacrificar a sus sociedades mediante decisiones que únicamente benefician a otros países o actores. Esto, entre otras cosas, incluye el mantener políticas laxas sobre migración, un factor que ha golpeado a Europa en general, pero a Italia de manera particular.

2. Macron, por el contrario, es un fuerte defensor de la Unión Europea y de la necesidad de hacer todo lo necesario para salvarla ante las amenazas a las que se ha visto sometida a raíz precisamente de ese tipo de movimientos, los cuales han demostrado su capacidad de movilización tanto en su propio país, como en varios más. Basta considerar el Brexit para entender esta preocupación. El presidente francés, además, se ha venido proyectando internacionalmente como un protagonista de la defensa del internacionalismo y europeísmo ante actores como Trump y sus discursos nacionalistas y proteccionistas.

3. Esto coloca, naturalmente, al actual gobierno italiano y a París en dos bandos políticos opuestos, lo que se manifiesta desde hace meses mediante declaraciones, entrevistas, e incluso insultos proferidos de manera pública. Sugiero la lectura de estas infografías de Le Monde (https://lemde.fr/2SsRGgq) que hacen un recuento de algunos de estos momentos de la disputa.

4. Podríamos decir que las confrontaciones entre Macron y sus contrapartes italianas proceden de ambas vertientes de la coalición gobernante en Roma: desde la derecha y desde la izquierda. Desde la derecha la visión choca, por ejemplo, en temas migratorios. Macron critica el “cinismo” y la “irresponsabilidad” de las autoridades italianas por rehusarse a “dar la bienvenida” a navíos humanitarios con migrantes a bordo, mientras que, los reclamos italianos, principalmente por parte del derechista miembro del gobierno italiano Matteo Salvini, giran en torno a la fragilidad francesa en cuanto a garantizar fronteras seguras y firmes, lo que, en su visión, termina por golpear a Italia continuamente. En la campaña para las próximas elecciones al parlamento europeo, el gobierno francés presenta a Salvini como un “peligro para Europa” mientras que éste responde que seguramente Macron “y sus amigos” tienen miedo de lo que él representa. Desde la izquierda, los reclamos a Macron por parte del liderazgo del cogobernante Movimiento 5 Estrellas, un movimiento anti-sistema, son diversos y confluyen con las críticas que actualmente se efectúan al presidente francés desde su propio país por parte del movimiento de los Chalecos Amarillos, el cual lleva ya 13 semanas en protesta. (Escribí sobre ese tema hace unas semanas, puede revisar ese texto acá https://bit.ly/2UN9orE).

5. La concurrencia de ambas vertientes—izquierda y derecha—se da en estos términos: un gobierno italiano eminentemente nacionalista, enfocado en sus compromisos con sus bases, enfrentado con un presidente francés de proyección global quien sigue defendiendo la pertinencia de instituciones como la Unión Europea. En el fondo entonces, está toda esa importante porción de la población europea que piensa firmemente que estas instituciones deben sobrevivir, quizás con ajustes, pero sin alterar su estructura fundamental, en contra de otros sectores, también importantes y que cada vez son más, que consideran que sus gobiernos les han abandonado y que hoy privilegian los intereses de los poderosos, de empresarios y de otros países, por encima de los de sus propias poblaciones. Para esta serie de movimientos (de derecha y de izquierda), la Unión Europea representa el símbolo de ese abandono.

6. Así, tras meses de tensiones, todo termina de explotar cuando Luigi Di Maio, el líder político del Movimiento 5 Estrellas sostiene un encuentro con el líder del movimiento francés de los Chalecos Amarillos, en un acto que es entendido por Macron como una abierta injerencia en asuntos internos de Francia y que, en realidad es percibido desde hace bastante tiempo como el fortalecimiento de coaliciones anti-europeístas de carácter transnacional, es decir, una verdadera amenaza contra lo que él representa y contra las instituciones que defiende. Macron siente la necesidad de enviar un mensaje de mayor contundencia y opta por escalar la confrontación retirando al embajador francés de Roma.

Pero entre todo ese juego de factores, e independientemente de cómo se vaya desarrollando la presente crisis, me parece relevante leer bien lo que ocurre en el fondo de la disputa, pues esa parte, el choque entre dos visiones de Europa y de las formas de hacer política, va a seguir emergiendo. Con esta o con otras caras.

7. Esta situación, por supuesto, no es benéfica para ninguna de las partes, ni lo es para la Unión Europea en general. Así que lo que podemos ahora esperar es una competencia entre los incentivos políticos que cada una de las partes encuentra para seguirse confrontando y los muchos incentivos para distender el conflicto y conseguir alguna tregua entre ambos gobiernos.

Twitter: @maurimm

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