Los primeros 100 días de un gobierno son como los primeros 5 kilómetros de un maratón de 42, a esas alturas solo se puede ver lo muy obvio, si el corredor trae bien amarrados los tenis y si luce confiado y contento. En materia de política migratoria, aunque es muy prematuro para decir que hay cambios contundentes, podemos analizar algunos elementos que estos 100 días han dejado.

El primero es el que tiene que ver con una nueva narrativa. Por primera vez en nuestra historia el gobierno mexicano asume parte de la responsabilidad del flujo migratorio hacia Estados Unidos, al señalar que las causas de la migración están en gran medida en la falta de desarrollo en nuestro país y no solo en el atractivo mercado laboral estadounidense. Esto que han dicho académicos y analistas por años, nunca fue parte del discurso de la máxima autoridad mexicana. Ese cambio de narrativa implica un giro total de perspectiva y una nueva estrategia basada en la idea de desarrollar al país para que la migración sea una opción y no un destino inevitable.

Esta narrativa se ha acompañado de la designación de titulares de cada área dentro del organigrama que hasta ahora se mantiene casi idéntico. Los nombres podrán gustar o no a algunos, pero todos y cada uno conocen del tema, incluso algunos son expertos de altísimo nivel y eso es ya un paso en la dirección correcta. Como sabemos, en la SRE está Marcelo Ebrard; como subsecretario en Gobernación, Alejandro Encinas, cuyos ejes ahora son Derechos Humanos, Migración y Población, lo que no es un asunto menor porque el tema migratorio dejó de estar en la miscelánea junto con asuntos religiosos, donde se mantuvo por décadas. En la Comisión de Ayuda a Refugiados (Comar), se ubica un profesional muy respetado en su campo, Andrés Ramírez, que aporta a esa área la seriedad y proyección que la nueva narrativa prometió establecer para México, esto es, volver a la tradición de país que respeta el derecho de asilo y refugio. Al Instituto Nacional de Migración lo dirige Tonatiuh Guillén, académico conocedor del tema que tiene la papa más caliente de todas, porque si alguna institución esta desprestigiada en México es justamente el Inami. Para rematar, frente al Instituto de los Mexicanos en el Exterior (IME), se fichó a Roberto Valdovino, joven activista conocedor de la comunidad mexicana en el terreno, lo que le puede dar grandes ventajas frente a una población harta de las formas y estilos solemnes de la vieja guardia.

Este escenario bastante prometedor se enfrentó con la realidad, maldita realidad, que cambia los planes a su gusto y conveniencia. Por un lado, arrancó una nueva caravana desde Centroamérica que al inicio fue recibida con un despliegue de hospitalidad inusitado. México ofreció visas humanitarias que por alguna extraña razón se dejaron de dar, lo que implicó que el flujo –que no se detiene–, desafortunadamente volvió a la clandestinidad que nos lleva a un episodio como el del posible secuestro de una veintena de migrantes que presumiblemente fueron bajados de autobuses en Tamaulipas, no se sabe si por sicarios o por traficantes de personas. Esta situación es aún más dramática porque cuando la migración es invisible su vulnerabilidad aumenta exponencialmente y eso es lo que este caso expresa en toda su crudeza.

En estos 100 primeros días también se dieron momentos muy tensos sobre todo porque en Estados Unidos la retórica electoral volvió a tomar como bandera construir el muro en la frontera. Atestiguamos el cierre de ese gobierno, el anuncio de emergencia nacional y la colocación de una malla ciclónica en algunas ciudades fronterizas como en El Paso, Texas, con Cd. Juárez. Ahí justo donde se daban los abrazos entre familias separadas que necesitan de esos abrazos para poder vivir.

Profesora investigadora del Instituto Mora
@letichelius
@migrantologos

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