Tijuana.— Un grupo de niños y niñas se revuelven entre la tierra y los juegos del patio escolar, unos suben y bajan de la resbaladilla. Otros se bañan en el polvo sin ningún pudor, el sol de ese día ni siquiera les inmuta, las risas estallan y nadie, en ese momento, parece recordar que apenas unos meses atrás escaparon de sus países para sobrevivir a la violencia implacable.

“¡Ya se acabó el recreo para los de primero!”, grita una niña que con sus seis años se planta en las escaleras a un costado del patio para imponer disciplina.

Estos son los alumnos de la escuela primaria y secundaria Ciudad de Dios, un proyecto que más que una obra de construcción era el sueño de un pastor que dirige, junto a su esposa, el templo y albergue para Embajadores de Jesús, enclavado en una esquina escondida en el oeste de Tijuana, arrinconado en el Cañón del Alacrán.

Leer también:

“Pudimos cumplir un hermoso sueño: iniciamos nuestra escuela primaria y secundaria avalada por la Secretaría de Educación Pública para los más de 650 niños migrantes que habitan en nuestro albergue”, celebró a finales de marzo el pastor Gustavo Banda en sus redes sociales, a unos días de iniciar sus clases.

El maestro Toño refiere que no todos entienden la palabra niño, porque para algunos existen los patojos , bichos y birros , según el país del que provienen, Foto: Aimee Melo
El maestro Toño refiere que no todos entienden la palabra niño, porque para algunos existen los patojos , bichos y birros , según el país del que provienen, Foto: Aimee Melo

Sin embargo, este sueño no sería posible sin el apoyo de mucha gente. No sólo fueron los migrantes del refugio quienes colocaron las piedras, la mezcla y el material para alzar los edificios donde ahora casi 300 niños migrantes pueden retomar sus estudios, también son ellos quienes comparten sus conocimientos a través de la enseñanza.

El maestro

Toño es un maestro desplazado por el narco que escapó, junto con su familia, de Michoacán. Allí era profesor de primaria. Aunque pensó que no volvería a los salones de clases, su vocación lo encontró en Tijuana —a más de 2 mil kilómetros de distancia—, donde nuevamente dará clases, pero ahora a niños migrantes de distintos países.

“Es bien bonito, pero también complicado”, dice mientras explica que no todos entienden la palabra niño, porque para ellos sólo existen los patojos, bichos y birros, que también significan niños según el país: El Salvador, Honduras y Guatemala.

También estudian ahí niños de Haití, Nicaragua, Venezuela, Colombia y otras naciones.

En sus clases, explica, no sólo se habla de números o de resolver problemas de sintaxis. Las historias de las infancias en su salón son contadas con la inocencia que marca la niñez, aunque sean vivencias que ningún niño debería vivir. Hablan de la muerte y de la violencia con la naturalidad que su lugar de origen les obligó a vivir, por condición u omisión.

Entre 2019 y 2022, la Coalición Pro Defensa del Migrante contabilizó alrededor de 10 mil solicitudes de refugio en Baja California a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar); de esa cifra, una tercera parte eran niños, niñas y adolescentes.

Niños migrantes disfrutan de las instalaciones de la escuela Ciudad de Dios, en la que aprenden y conviven con sus compañeros, Foto: Aimee Melo
Niños migrantes disfrutan de las instalaciones de la escuela Ciudad de Dios, en la que aprenden y conviven con sus compañeros, Foto: Aimee Melo

La coordinadora del Programa Binacional de Educación Migrante (Probem), Yara Amparo López, explica que actualmente 46 mil 100 niños extranjeros estudian en el estado y aunque no todos llegan en contexto de movilidad, parte de ellos sí.

“Esto es una cuestión de todos los días, porque llegan y llegan diario, el promedio es de unos 60 por mes y este año creo que vamos a quedar igual o superar los niños del año pasado”, indicó.

Según Probem, hay alumnos de 73 nacionalidades en el estado, la mayoría son de Estados Unidos, Honduras y El Salvador, aunque también hay menores de países como Venezuela, Haití y Colombia. Tan sólo en 2022 se inscribieron alrededor de 700 niños en educación básica, más otros 200 en las preparatorias y universidades, de 22 países.

En la escuelita Ciudad de Dios los niños y niñas corren hacia los salones, unos dicen que quieren aprender y otros simplemente se aburren menos que cuando sólo están acostados dentro del albergue, prefieren un espacio compartido con otros compañeros en donde pueden divertirse y también aprender.

“Yo prefiero la escuela porque ya no me acordaba tanto cómo eran. Mejor la escuela porque también tiene juegos y niños. Allá [en mi país] no salía porque tenía mucho miedo”, asegura una de las niñas que apenas entra al salón se acomoda en una de las mesas de plástico junto a otros tres niños con quienes comparte el cuaderno y los colores. El aprendizaje no tiene fronteras.

En el plantel hay alumnos de diferentes nacionalidades, aunque la mayoría provienen de Centroamérica y Venezuela,  Foto: Aimee Melo
En el plantel hay alumnos de diferentes nacionalidades, aunque la mayoría provienen de Centroamérica y Venezuela, Foto: Aimee Melo
Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.

Comentarios