Ciudad Juárez.— “Ser madre y migrar es ser una chingonería de mujer, pero es lo más difícil que te puede pasar”, dice Mónica Esmeralda, una mujerque se vio obligada a huir de la violencia con su esposo y su hija Aitana de dos años.

En el trayecto de Guerrero a Juárez se enteró de que estaba embarazada, pero por falta de atención médica terminó perdiendo al que sería su segundo hijo en esta frontera. Ella y su familia viven ahora en un albergue local, donde esperan obtener una cita para solicitar asilo en Estados Unidos a través de la aplicación CBP One. Su plan es llegar a Florida, donde hay familiares que los pueden recibir.

Como Mónica, decenas de mujeres migrantes tanto de México como de otros países de Centro y Sudamérica llegan a diario a Ciudad Juárez con la intención de cruzar a Estados Unidos. Hoy pasarán el en algún albergue o en el bordo del río Bravo, junto con sus hijos, con quienes están en búsqueda de un mejor futuro.

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El camino de una madre

“Dejé Guerrero porque el narco nos amenazó”, cuenta Mónica Esmeralda a EL UNIVERSAL. Relata que salió de su estado a finales de 2023, junto a su hija y su esposo, de 25 años, por las amenazas que sufrieron de grupos criminales.

“Es muy difícil migrar y dejar todo aunque sea en México. Al momento de llegar hasta acá [Juárez] nos daba mucho miedo porque veníamos huyendo de un lugar de narcotráfico, veíamos policías y sentíamos que no lo eran, que eran de la mafia.

“Nosotros no teníamos pensado salirnos, pero de repente se puso muy feo y tuvimos que dejar Guerrero. A mi hija me la iban a quitar”, expone la mujer, quien era comerciante en su estado.

Comenta que como madre lo más difícil ha sido exponer a su niña a los peligros que conlleva dejar su casa, su entorno y demás familiares.

Señala que el golpe más duro en estos meses ha sido perder a su segundo bebé.

“Yo me enteré en diciembre que estaba embarazada y el 14 de marzo perdí a mi bebé aquí en Juárez. Comencé con sangrado y aunque fui al hospital no me atendieron, que por un papel del IMSS y del ISSSTE [por la no derechohabiencia] que tenía que llevar.

“Fue muy fuerte porque yo pienso que si me hubieran atendido o me hubiera dado cuenta antes mi bebé estaría aquí conmigo. Tenía 12 semanas de embarazo y aunque migré y estoy aquí, sí quería tener otro bebé”, explica.

Mónica y su esposo han logrado poco a poco encontrar estabilidad en un albergue de Ciudad Juárez, en tanto logran la cita del CBP One y aun cuando le tocará pasar el 10 de mayo lejos de su familia, asegura que quienes son madres y desean migrar por un buen futuro deben hacerlo y echarle ganas.

“Nuestros sueños se pueden cumplir. Es muy difícil la trayectoria, hay mamás que pasan ríos, piedras y de todo. Ser madre, ser mujer y migrar es una chingonería. Es muy difícil, pero sí se puede”, dice.

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“Yo sí me arrepiento”

Stephanie es otra madre migrante. Ella dejó su país, Honduras, hace un año y desde entonces no había encontrado un espacio fijo donde quedarse. Lamenta que ha tenido que exponer a su hijo a peligros y carencias, como la falta de alimento.

“Los niños son los que más sufren. Yo como madre la verdad no les diría a las madres que tienen niños que vengan por lo difícil que es. Nos ha tocado demasiado, aguantar sol, lluvia, frío, hambre. Las personas nos discriminan. Nos tocó pedir para comer porque no tengo papeles para trabajar en México”, dice la joven madre entre lágrimas.

Recuerda que en Honduras ella y su familia eran comerciantes y fueron víctimas de extorsión, por lo que decidieron cruzar Guatemala y México para llegar a la frontera con Estados Unidos.

Hace cinco días logró que la aceptaran en un albergue de Ciudad Juárez, donde estará de forma permanente con su hijo, mientras espera para solicitar asilo político de forma legal en Estados Unidos.

“La verdad, nunca pensé pasar por todo lo que pasé. Yo sé que mi vida en Honduras no era lo mejor, pero hubiera tomado otra decisión en mi país. Yo sí me arrepiento de haber migrado, por mi niño, por ver cómo ha sufrido. Él a veces pregunta por qué estamos en un lado o en otro y es bien difícil poderle explicarle”, reconoce Stephanie.

“Me miro donde estoy y veo a mi hijo y sólo busco la estabilidad de él. Los niños sufren mucho y nosotras como madres también”, expresa la joven hondureña.

Stephanie asegura que las madres migrantes tienen su respeto y su mensaje para todas ellas es que piensen si realmente vale la pena arriesgarse tanto en el camino para llegar a Estados Unidos.

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