Hermosillo.— El barro en las manos de va tomando forma de olla; la mujer comcáac emula las piezas que elaboraba su abuela con la intención de recuperar la tradición alfarera de su cultura, olvidada el último siglo y relegada dentro de las expresiones artesanales del pueblo asentado en Punta Chueca, en el litoral sonorense.

Mina solía jugar el barro cuando era niña, mientras observaba a su abuela María Victoria levantar grandes ollas usando conchas de almeja. Después, recuerda, las bruñía con una piedra lisa que encontraba en la playa.

“De mi abuela aprendí a hacer ollitas de barro, piezas chiquitas. Ella las hacía a mano, como nuestros antepasados comcáac. Viéndola trabajar aprendí un poco. Ella ya falleció y desde entonces no se trabajaba el barro, pero nosotros queremos seguir la tradición”, narra la artesana de 46 años.

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Hallar un barro adecuado para retomar la tradició n alfarera en Punta Chueca ha sido un reto para las artesanas, debido a la presencia de calcio en la mayoría de sus arcillas locales. Foto: Carolina ROmero | El Universal
Hallar un barro adecuado para retomar la tradició n alfarera en Punta Chueca ha sido un reto para las artesanas, debido a la presencia de calcio en la mayoría de sus arcillas locales. Foto: Carolina ROmero | El Universal

Sus ancestros, integrantes de un clan nómada que se movilizaba en el norte del estado, elaboraban piezas de barro para cocinar y contener agua y alimento. Llegada la hora de cambiar de campamento, colocaban sus pertenencias más valiosas dentro de las vasijas y luego las ocultaban en la arena o las dejaban en cuevas.

El delgado espesor de esta cerámica la caracterizó con el nombre de “cáscara de huevo”.

De la producción alfarera de este grupo étnico sólo quedaron tepalcates dispersos en las playas de la isla Tiburón, territorio en donde habitaron hasta el sexenio del expresidente Luis Echeverría y que hoy es reserva natural protegida.

Aquellos fragmentos de barro guardan una estrecha relación con las historias más antiguas de la tribu, que venera su hallazgo con cuatro días de fiesta, menciona Guillermina: “En la isla Tiburón hemos encontrado ollas que usaban nuestros antepasados. La mayoría no están completas, están en fragmentos o quebradas.

“Nos damos cuenta que son ollas muy finas, con paredes muy delgadas y no tenían asa. Para poder cargarlas les hacían como una malla con la raíz de mezquite. Hemos encontrado unas rellenas de semillas de pitahaya”.

Hasta antes de 1900, los comcáac guardaban y usaban estas vasijas; sin embargo, en el último siglo el valor utilitario del barro comenzó a decaer a causa de la introducción de contenedores elaborados con otros materiales.

“Queremos conservar esta parte de nuestra cultura. Para nosotros es muy importante porque todas nuestras artesanías las hacemos como lo hacían nuestras abuelas”, dice Mina, quien lidera el taller comunitario del grupo de artesanos de Soccaix (Punta Chueca).

Figurillas de barro han sido halladas por los comcáac en la isla Tiburón; a las piezas se les vincula con la leyenda de sus antepasados xiica cosyatoj. Foto: Carolina Romero | El Universal
Figurillas de barro han sido halladas por los comcáac en la isla Tiburón; a las piezas se les vincula con la leyenda de sus antepasados xiica cosyatoj. Foto: Carolina Romero | El Universal

Una tarea desafiante

Hace tres años, una visita de la Escuela Nacional de Cerámica (ENC) a Sonora marcó el punto de partida para recuperar la alfarería seri.

En alianza con Mina y las mujeres de su grupo, la ENC puso en marcha un programa de rescate que ha sido riguroso y constante desde entonces, dice David Aceves Barajas, director de la institución ubicada en Tapalpa, Jalisco.

“Emprender este proyecto ha representado uno de los mayores retos que se ha planteado la escuela: buscamos revivir una tradición que se perdió hace muchos años”.

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La labor comenzó con estudios de barros locales, accesibilidad de recursos, así como viabilidad a largo plazo, pues la continuidad del oficio dependía de que las artesanas encontraran en la cerámica una fuente de ingresos... Y para ello primero había que devolverles la memoria a sus manos.

En 2022 se abrió la primera puerta cuando Mina acudió becada a la Escuela Nacional de Cerámica para aprender nuevas técnicas.

La primera quema de piezas se realizó en diciembre pasado. Foto: Carolina Romero | E Universal
La primera quema de piezas se realizó en diciembre pasado. Foto: Carolina Romero | E Universal

“A partir de ahí pude hacer piezas más grandes y delgadas. Ya llegando al pueblo nos pusimos a trabajar dando talleres para que mis compañeras también aprendieran a hacer las ollas”, narra.

Al camino se sumó el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart) como aliado para que 24 mujeres recibieran capacitaciones en mejoramiento de arcillas y construcción manual, las cuales se impartieron de abril a noviembre de 2023.

“Para nosotras fue casi como empezar de cero, tratar de aprender, porque esto es nuevo, se había perdido”, menciona Mina.

“Hoy somos testigos de que las mujeres comcáac que vieron a sus abuelas o bisabuelas hacer cerámica ya pueden levantar ollas grandes por sí mismas, es algo que las conecta con sus antepasados”, añade Aceves Barajas.

El corazón del taller

Decenas de vasijas, figuras de muñecas antiguas, pequeños cuencos, pero también ollas grandes, fueron llenando los estantes del taller comunitario Soccaix. Algunas piezas, al igual que las artesanas que las elaboraron, esperaron desde abril del año pasado para formar parte de la primera quema.

Fue en noviembre que la ENC regresó a la comunidad comcáac para implementar su programa Hornos de Leña Libres de Humo y poner de pie el primer horno de este tipo en Sonora.

Artesanos comcáac y mayos, provenientes del municipio de Masiaca, en Navojoa, participaron en la construcción del horno.

Este nuevo corazón en su taller alfarero beneficia la salud de los artesanos, la calidad de sus piezas y no contamina, resalta el director de la ENC.

Además, la institución impartió talleres de costos, mercadotecnia, diseño y embalaje a las artesanas, a fin de brindarles herramientas que les permitan abrir su mercado y comercializar sus piezas.

“Toda esta labor busca impulsar la transformación de la alfarería mexicana, la integración de personas a la labor cerámica y motivación de las nuevas generaciones a preservar el conocimiento de sus familias”, añade Aceves Barajas.

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Vienen beneficios para la comunidad, dice Mina, “porque el horno nos va a ayudar a que se nos una más gente.

“Estamos felices, vamos por muy buen camino para nuestra meta, que es conservar la tradición. Además, como artesanas las piezas que hacemos pues las vendemos, y ahora que tenemos el horno pues muchas personas se han acercado (...) y los más jóvenes nos están poniendo más atención”.

Para ella, es vital que las nuevas generaciones se integren a los grupos artesanales para que aprendan y sigan la producción cerámica.

Ahora, considera Mina, la tarea de las alfareras comcáac en Punta Chueca es “buscar un mercado para poder vender las piezas de barro que estamos haciendo. Las piezas que encontramos en los campamentos o en la isla no se venden, pero las que hacemos nosotros sí las queremos vender”.

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