Cerocahui.— En esta región, los nombres de los sacerdotes jesuitas Joaquín Mora y Javier Campos no se olvidan. Sus rostros se pueden ver aún en la parroquia de San Francisco Javier, la misma donde hace un año fueron asesinados junto con el guía de turistas Pedro Palma y el joven Paul Osvaldo Berrelleza, por José Noriel Portillo Gil, alias El Chueco.

La tristeza por no tener a los sacerdotes que durante años fueron el refugio de esta pequeña comunidad en la Sierra Tarahumara aún se siente entre quienes ahí habitan.

Para los religiosos que conocían y acompañaron a los sacerdotes en su misión en Cerocahui, ha sido un año duro de recordar y han trabajado por el rescate, no sólo de la seguridad, sino también del tejido social de esta zona.

Leer también:

Jorge Atilano González, asistente del provincial para las obras sociales de la Compañía de Jesús, asegura a EL UNIVERSAL que este ha sido un año doloroso, pero a la vez esperanzador, ya que a partir del asesinato de los padres se ha logrado armar una estrategia a favor de la Sierra Tarahumara; sin embargo, la lucha por la justicia y la paz no se detiene.

Los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar fueron sepultados en el atrio de la parroquia de Cerocahui, donde fueron asesinados, Foto: Paola Gamboa
Los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar fueron sepultados en el atrio de la parroquia de Cerocahui, donde fueron asesinados, Foto: Paola Gamboa

“Este año, el asesinato de los padres ha representado el sentirnos unidos a la violencia del país. Nos sentimos unidos al pueblo de México en el dolor que están sintiendo por esta violencia generalizada que se está dando en el territorio nacional. Nos hemos sentido víctimas de la violencia, hemos sentido lo que es tener un amigo, un familiar desaparecido, nos hemos sentido más empáticos, más solidarios, más cercanos a tantas familias”, explica.

Para la comunidad jesuita, el que el principal responsable del crimen, José Noriel Portillo Gil El Chueco, haya sido asesinado el pasado mes de marzo en el estado de Sinaloa, no representa la justicia que buscaban, ni tampoco lo que esperaban.

“Desde un inicio lo que dijimos fue que nuestro interés es la justicia. Conocer la verdad, la detención de esta persona [El Chueco], pero también la creación de condiciones de seguridad en la Sierra Tarahumara. Nosotros sabíamos que aprehendiendo a El Chueco no se iba a resolver el problema, el problema iba a subsistir. Lo que creemos es que la lucha por la seguridad en la Sierra Tarahumara continúa, nuestro deseo de justicia, nuestro deseo de paz continúa y en eso estamos”.

Avanza implementación de medidas cautelares

Al cumplirse un año del crimen, la exigencia de justicia entre la comunidad no se ha detenido, pero se reconoce que para llegar a ella se debe de trabajar de la mano entre comunidad y gobierno.

“De parte de la Iglesia, nuestra apuesta ha sido a la reconstrucción del tejido social, trabajar por recuperar la comunicación, la relación, las asambleas. Por parte del gobierno, le toca fortalecer las instituciones, sea gobierno municipal y favorecer la coordinación con las fuerzas federales para atender la seguridad del municipio. Es lo que hemos insistido”.

Además de ello, ya se está trabajado entre Iglesia y gobierno en otorgar las medidas de seguridad y cautelares que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) lanzó en enero de este año, en donde 11 integrantes de la comunidad jesuita en Cerocahui deben recibir medidas de protección tras considerar que se encuentran en una situación de gravedad y de riesgo.

Leer también:

De acuerdo con el sacerdote de la Compañía de Jesús, a la fecha, el avance de las medidas cautelares se centra en instalar cámaras de seguridad, alzar unas bardas para la protección de la comunidad que está en la iglesia y seguridad en las puertas de la parroquia.

Actualmente en esta parroquia hay cinco jesuitas, en la iglesia de San Miguel de Samachique hay dos más, en el complejo asistencial Santa Teresita hay otros dos jesuitas, quienes son los que están recibiendo las medidas cautelares y de seguridad.

Por años, los padres ayudaron a los habitantes a tener mejores condiciones en la Sierra Tarahumara, Foto: Paola Gamboa
Por años, los padres ayudaron a los habitantes a tener mejores condiciones en la Sierra Tarahumara, Foto: Paola Gamboa

Recuerdan a los religiosos

Los padres Joaquín y Javier entregaron su vida a la comunidad de la Sierra Tarahumara. Al ser asesinados, no sólo quienes viven en Cerocahui les lloraron, pues los habitantes de zonas cercanas como lo son Bocoyna, Creel, San Rafael, Bahuichivo, se unieron al dolor y al grito de justicia.

A un año, el panorama es distinto, ahora se recuerda a los sacerdotes por el amor y trabajo que hicieron en el pueblo de esta parte de la sierra en Chihuahua.

“Todo este año ha sido recordar primero el gran amor que tenían a los pobres, en este caso al pueblo indígena, hacia la cultura rarámuri... Fueron dos hombres que supieron vivir ese mestizaje entre la cultura indígena y lo mestizo, y eso lo seguimos recordando”, dice el padre Atilano.

Este fin de semana y hasta el martes 20 de junio, la comunidad en Cerocahui se unirá para realizar misas y actividades para recordar a los padres que por años les ayudaron a tener mejores condiciones en la Sierra Tarahumara.

Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.

Comentarios