Hay que cambiarlo todo, tumbar al Estado patriarcal porque es uno feminicida, asegura Guadalupe Ramos Ponce, abogada, académica y activista que desde 2003 forma parte del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Cladem), organismo consultivo en la ONU que se integra como una red feminista y de organizaciones de mujeres.

Al formar parte del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, de la y de diversas redes del movimiento amplio de mujeres, tiene un diagnóstico claro de lo que ocurre en el país y el estado: no existen políticas públicas para acabar con la violencia contra ellas.

La lucha feminista no es de hoy, ¿a qué atribuye que ahora sea más visible?

—Al crecimiento exponencial y la agudización de la violencia que existe contra de las mujeres.

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Ha significado que nos movilicemos más, que visibilicemos más. También, que las situaciones en sí mismas se visibilicen.

La gravedad de los casos, las formas en que incluso son asesinadas las niñas y las mujeres, porque ahora no es solamente el que las priven de la vida, sino cómo lo hacen. Esto ha causado también una indignación social y, algo que es muy importante, una deslegitimación social de la violencia de género.

La privación de la vida y la desaparición es la parte más horrible de esta violencia, ¿cómo estamos en Jalisco en ese sentido?

—Hay académicas que han investigado las problemáticas de las violencias contra ellas, especialmente los feminicidios, y han demostrado que las mujeres, por el hecho de serlo, vivimos un continuum de violencia a lo largo de nuestras vidas.

Es decir, la condicionante para vivir esa violencia es el género, es ser mujer. Y el culmen, digamos, de todas esas violencias, van a ser los feminicidios.

En los últimos años se ha incorporado de una manera terrible la desaparición de niñas y de mujeres, que es un delito continuado, no termina y que está siempre presente.

En Jalisco, concretamente ha tenido un incremento exponencial. Llevo documentando y sistematizando los casos de feminicidios desde 1997, y hasta 2006 el promedio de mujeres asesinadas por año era de 34.

El 2006 es un año parteaguas en el tema de las violencias en general, pero en términos contra las mujeres, particularmente, éstas se agudizan más, de tal manera que a partir de ese año se duplican, siendo 78 mujeres asesinadas cada año.

A partir de 2010 más de 100 mujeres son asesinadas cada año en Jalisco. En los años electorales se dispara la violencia, la explicación que nosotras damos es que es un año de debilitamiento del ejercicio de la autoridad.

Particularmente en estos dos últimos años la violencia ha estado exponencialmente en crecimiento, de tal manera que este año ya son 236 mujeres asesinadas. Esto sigue creciendo y, sobre todo, no vemos política pública que lo atienda y lo prevenga.

¿No han servido las acciones que presumen los gobiernos para combatir la violencia contra las mujeres?

—No. Justamente lo que yo veo es que no hay políticas públicas, no existen. ¿Qué es lo que hay? Son campañas, son acciones, es decir, son pequeños actos desvinculados en sí mismos, desarticulados incluso. No hay una articulación entre los gobiernos federal, estatal y municipal, y eso provoca que las mujeres que viven violencia sigan viviendo este rebote institucional.

¿Qué faltaría para crear políticas públicas adecuadas?

—Antes decía que [faltaba] voluntad política, [pero] después, platicando con una compañera del observatorio, noté que no, que esta frase de la voluntad política ya está tan trillada.

Lo que se requiere es que cumplan con lo que la Constitución dice, o con lo que las leyes dicen, porque normas y leyes tenemos, en eso sí hemos avanzado en los últimos años.

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Hemos avanzado no sólo en visibilizar la violencia, sino en ilegitimarla a través de las normas jurídicas que las sancionan. Tenemos ahora un tipo penal de feminicidio, por ejemplo; tenemos la figura jurídica de alerta de violencia de género.

En el caso de Jalisco tenemos dos alertas activadas y hemos avanzado, se han generado incluso indicadores. Hemos avanzado en lo normativo o en lo metodológico también, porque ahora tenemos un protocolo de investigación del delito de feminicidio con perspectiva de género, que es uno de los mejores, yo diría que incluso de América Latina.

El problema es que no hay una estructura en la administración de justicia que de veras haga investigaciones adecuadas.

Aunque tengas el mejor protocolo del mundo, la mejor norma, va a ser inoperable si no se la apropian y no la cumplen como tiene que ser. Creo que esa es la falla. También tenemos el programa estatal de interrupción legal del embarazo que ninguna otra entidad tiene y es producto de la alerta.

Hemos avanzado en tener indicadores que midan el impacto y el resultado, pero estos indicadores son producto de la sociedad civil, es decir, nosotras fuimos quienes los elaboramos y prácticamente se los dimos al gobierno para que empiecen a medir el impacto de la efectividad de la alerta.

¿Cómo influye la impunidad en la violencia contra ellas?

—Justamente es en lo que nosotras hacemos hincapié. ¿Por qué van en aumento los feminicidios? ¿Por qué sigue, aparentemente, sin que pase nada con el tema de las violencias contra las mujeres?, pues porque se sigue mandando el mensaje equivocado de que se puede, de que pueden matar, pueden violar, pueden hacer lo que quieran y no van a vivir las consecuencias.

La prueba está en los casos que nosotras acompañamos. En la mayoría los agresores están prófugos, y en los casos en los que los encuentran es por las actuaciones de las familias.

Las familias son las que investigan, aportan datos y demás, pero una vez que ya están consignados, los procesos judiciales son largos, cansados, costosos y, además, al final hay una justicia patriarcal, que es la que sigue protegiendo a los agresores.

Encontramos tipos que son absueltos a pesar de ser confesos. En el caso paradigmático que nosotras hemos acompañado, de Imelda Virgen (asesinada en 2012 por dos sujetos contratados por su esposo), van dos veces que se repone el procedimiento. ¡Dos veces! Hay casos, incluso, en que las sentencias no corresponden al delito cometido. Todo eso es impunidad también.

¿Por qué si hay más de 200 mujeres asesinadas este año en Jalisco, sólo poco más de 50 son considerados como feminicidios?

—Por las deficiencias en los procesos de investigación. Yo hablaba de que tenemos un buen protocolo, pero siguen sin hacer un trabajo de investigación. No les interesa. La procuración de justicia para las mujeres no les es importante, no les es relevante, no les importa.

¿Qué opina de las formas y las manifestaciones de los grupos feministas?

—Creo que hay diversas formas de manifestarse, de sacar la rabia, de sacar el dolor y eso hay que entenderlo. Yo creo que hay un cambio de paradigma, se han acostumbrado a ver a las mujeres calladitas, sin hablar, sin decir, sin pronunciarse, sin irrumpir en el espacio público, entonces esta figura de las mujeres irrumpiendo en el espacio público, rayando, rompiendo, con un grito desesperado de hacerse ver, de hacerse escuchar, probablemente a muchas y muchos no les guste, pero acá no se trata de que les guste o no, se trata de que se den cuenta de una realidad que ahí está: las desapariciones, los feminicidios, y es momento de accionar, también, en ese sentido.

¿Por qué cree que hay tanta resistencia a un mundo feminista o que funcione con los postulados que propone el feminismo?

—Creo que la gran revolución de este siglo es feminista y tiene que ser así o no será, porque es una revolución que va al fondo de las instituciones, una transformación profunda.

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Pero, sobre todo, creo que es importante que la sociedad entienda que el feminismo no es una guerra contra los hombres. Al final de cuentas, cuando logramos que las mujeres cambien este mundo a uno que puede ser mejor, que puede ser posible, donde las niñas y las mujeres estemos en mejores condiciones de desarrollo, de ejercicio de poder, etcétera, seguramente habrá sociedades mejores.

Ahí sí estaremos hablando de sociedades democráticas, de sociedades con un pleno respeto a los derechos humanos, entonces, sin dudas, ahí ganamos todas y todos.

¿Qué debemos aprender los hombres en todo esto?

—Lo primero que los hombres tendrían que ver es el tema del privilegio, lo que significa nacer hombre en cualquiera de estas sociedades.

Cuando los hombres comiencen a mirarse y a verse desde el privilegio, lo pueden comenzar a desmontar, a cambiar, a hacer transformaciones realmente profundas.