Xalapa.— Desde joven, Araceli González Saavedra se apasionó por el activismo social y 28 años después logró cambios de fondo en la defensa de las mujeres y la equidad de género.

Creció en las altas montañas veracruzanas, en una familia tradicional dedicada al campo y a la talabartería, rodeada de 11 hermanas y hermanos.

De niña sufrió en carne propia la discriminación de un pueblo, al tildarla de huérfana por la prematura muerte de su padre. Trabajó repartiendo tortillas y leche. Con el paso del tiempo se convirtió en una líder con una visión de fortalecer a instituciones para generar un cambio social.

La promotora de los derechos de las mujeres y las niñas encabezó una férrea lucha legal, y consiguió para Veracruz, junto con otras organizaciones civiles, dos alertas de género, una por violencia feminicida en 2015 y otra de agravio comparado en 2016.

“Me han dicho radical, y sí, el feminismo es radical, sólo que la radicalidad puede ser también con el diálogo, con la construcción colectiva, con escuchar a la otra y al otro; la radicalidad no es una ruptura con todo, la radicalidad no es ‘tengo mi postura y por lo tanto anulo al otro o a la otra’, la radicalidad tiene que ver con esta energía que podemos mover de manera conjunta para alcanzar un mismo objetivo”, afirma la fundadora de la asociación Equifonía.

Esa radicalidad de diálogo le permitió no sólo impulsar alertas, sino cambios institucionales: programas e infraestructura en atención a mujeres violentadas, análisis institucionales de problemáticas, reformas al sistema de salud para atención de infancias vulneradas, e incluso, la despenalización del aborto.

“Nosotras siempre hemos creído que la vía es fortalecer a las instituciones, nos interesa identificar esos vacíos que existen y generar un mecanismo para orientar a las instituciones de modo que puedan fortalecerse”, dice.

En el municipio de Coscomatepec, donde creció con viejas conductas sociales, vio cómo su madre era invisibilizada a pesar de sacar adelante a sus 12 hijos; esos episodios la convirtieron en una de las voces más centradas del movimiento femenil.

“Ahora las agendas de los movimientos feministas están en un discurso muy tutelar respecto a las mujeres, creo que será importante partir de que no todas, no siempre y no del mismo modo, vivimos violencia, no podemos tener un discurso que nos coloque a todas en la misma situación, porque sería irresponsable y no se estaría contribuyendo a que se diseñen medidas específicas para que se reduzca ese riesgo”, alerta.

Desde niña, el trabajo no fue opción

Y Araceli sabe de lo que habla. Fue la doceava hija, su padre, un campesino y talabartero que murió cuando ella tenía tres años; su infancia marcada por la etiqueta de huérfana, aunque había una cabeza de familia: su madre.

El trabajo no era opción, era una realidad diaria. La matriarca vendía tortillas, las hermanas atendían a los animales de granja: desde cerdos, vacas y gallinas, y los hermanos trabajaban en el campo. “Y yo la ayudaba a entregar las tortillas y la leche casa por casa, y llevar el nixtamal al molino”.

Impulsada por su madre, estudió psicología en la Universidad Veracruzana, un espacio de acercamiento con organizaciones no gubernamentales y activismo social, gracias a sus maestros. Su servicio social fue en el Centro de Estudios Sociales Xochiquétzal, una ONG de amplio trabajo.

“Me coloqué en las organizaciones y ahí empiezan a hablar de los derechos en general, después empecé a escuchar de los derechos de las mujeres y cuando hablan de machismo, sexismo y misoginia, entiendo que es lo que veía”. Tenía 22 años.

Crea fundación

Veintiocho años después, González Saavedra carga a cuestas la fundación de Equifonía, asociación civil que encabezó las solicitudes de alertas de género que llevaron a la creación del Centro de Justicia para las Mujeres, una Unidad de Análisis de contexto en la Fiscalía General del Estado, una reforma al Código Penal con la despenalización del aborto y la eliminación de la temporalidad a la causal de responsabilidad de violación y que se visibilizara el embarazo infantil.

“Es cierto que la alerta era un primer paso para lograr una política pública consolidada, y eso no se ha logrado. Ha sido un sube y baja, porque el trabajo está inacabado: un Centro de Justicia de la Mujer, pero la idea es que hubiera en diferentes regiones del estado”. afirma.

Araceli González Saavedra se siente satisfecha del trabajo realizado y orgullosa del equipo de trabajo que tiene, de paso reconoce el gran activismo femenil en las redes sociales, pero advierte que el reto es promover un pensamiento crítico, una postura fundamentada de las diferentes problemáticas, generar espacios de análisis, discusión y expresión, donde los adolescentes tengan motivación para fortalecer la participación.

Y a las jóvenes, como a su hija, la activista quiere transmitirles lo importante que es defender la libertad de las mujeres, lo cual no sólo es un aspecto personal, sino que incluye condiciones familiares, comunitarias y políticas que contribuyan al bienestar propio, al bienestar común y a vivir en una sociedad más justa.

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