Lázaro Cárdenas.— Fanny Calderón Vargas lleva 10 años en la sin una plaza y se ha enfrentado a todo tipo de adversidades, las cuales ha tenido que sortear con sus propios recursos y buscar otros empleos para ayudar a sus alumnos.

A sus 39 años, la profesora afirma que desde que inició con esta profesión ha buscado una plaza magisterial, la cual se le ha negado. En la década que lleva en la carrera ha intentado obtener un puesto, y sólo ha recibido cuatro pagos, pues su lugar es como maestra eventual.

“A veces hasta dos, tres años sin recibir un solo peso y poder rescatar algo simbólico para podernos seguir desempeñando”, reitera.

Fanny es profesora en el área de Informática de la Escuela Secundaria Técnica Arcoíris, un plantel de nueva creación que carece de instalaciones. Las clases son impartidas desde un salón de eventos, ubicado en la colonia Puente de la Vía, tenencia de Buenos Aires, en el municipio de Lázaro Cárdenas.

A pesar de que esta localidad está a menos de 10 kilómetros del segundo puerto más grande del país, la zona donde trabaja es de muy alta marginación y extrema pobreza.

La maestra asegura que esa carencia es una de las cosas que le parten el alma cuando ve a los niños en esas condiciones tan precarias, tanto materiales como emocionales, y más ahora con lo de la pandemia.

“El alumno está acostumbrado a que esté el docente enfrente, y ver esa desesperación, cuando te dicen: ‘No puedo, no tengo o le envío después o, maestra, mi mamá compró la comida y no tenemos para ponerle saldo al celular’, es lo que más duele”.

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Fanny reconoce que esas adversidades la hicieron tomar la decisión de buscar otros ingresos para ayudar con recursos a sus alumnos y a su familia.

Fanny, sin plaza ni apoyos, buscó otros empleos para ayudar a sus alumnos
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Nueva normalidad

Desde que inició la pandemia, los gastos y retos de la docente se han incrementado, pero no la han frenado para seguir adelante, incluso ha tenido que arriesgar su salud para hacer visitas domiciliarias a alumnos con dificultades para realizar sus actividades.

Ahora con las clases virtuales es necesario el uso de WhatsApp, pero la mayoría de los niños no cuenta con computadora ni un teléfono celular.

“He tenido la necesidad de visitarlos. Un docente eventual requiere de muchos gastos, esfuerzo, tiempo, dedicación y responsabilidad ante todo. El compromiso lo tenemos con los padres de familia y, sobre todo, con nuestros niños”, explica.

Describe que los grados escolares que imparten se reparten en un turno de siete a 13:30 horas, de lunes a viernes, con una matrícula de aproximadamente 65 alumnos. Al acabar el horario establecido para la clase virtual, empieza el recorrido por esa marginada comunidad.

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Camina por las calles de tierra y lodo hasta llegar a la casa de cada uno de sus alumnos que no pudieron conectarse a su clase, para llevarles el material.

“La situación es triste, pero al mismo tiempo creo que todo esto nos deja una enseñanza: debemos de valorar lo que tenemos. Los padres muchas veces nos juzgaban a los maestros, pero ahora que están tomando ese papel [en casa], ahora sí nos entienden”, comenta la profesora.

Sentada en un pupitre viejo y desgastado, Fanny considera que a pesar de la desesperación de los alumnos por regresar a clases presenciales, no hay condiciones para ello.

Mientras ve el montón de butacas y mobiliario, reflexiona en el salón que les presta la comunidad para impartir clases: “La mayoría de las butacas nos las han regalado de otras escuelas. Con la ayuda de los padres de familia le hemos dado mantenimiento a todo. Lo que en otras escuelas no les sirve, a nosotros sí”, explica.

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Reconocen labor

Su labor es reconocida por sus alumnos, padres de familia y por toda la comunidad, que ven a la maestra Fanny como una persona de respeto e íntegra.

Fátima, estudiante de secundaria, dice que desde que escuchó la voz de su profesora, corrió emocionada a encontrarla.

“La maestra siempre está atenta de nosotros, nos pregunta si tenemos dudas y nos viene a visitar, aunque por la pandemia ella no debe salir de su casa”, reconoce la estudiante.

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Angélica Marlene, madre de otro de los alumnos, cuenta que su hijo está muy contento con la maestra, pues nunca se imaginó que una profesora diera todo por sus alumnos, lo cual, dice, es digno de admiración.

Al final del recorrido, Fanny dice que hay suficientes satisfacciones que la impulsan: “Creo que ver a los alumnos y a los padres de familia que, pese a todo, han valorado más la función que tenemos los docentes”.