Torreón.— Un 20 de julio la luz de la cocina nunca se apagó. Hugo Marcelino González Salazar era el último en llegar a su casa, y cuando lo hacía apagaba la luz. Pero esa madrugada, María Elena Salazar, su madre, se levantó y descubrió que su hijo no había llegado.

Asustada, María Elena se comunicó con su marido, eran las 5:00 a.m. “De esas veces que uno como madre presiente”, platica. El aguijoneo en el pecho de la mujer no era erróneo: Hugo, su hijo, desapareció el 20 de julio de 2009 en Torreón. Van 10 años y ella todavía lo espera.

María Elena cuenta que su hijo trabajaba en una empresa dedicada al soporte técnico de Telmex. Recuerda que un lunes Hugo no fue a laborar, quería ir a dejar solicitudes de empleo: “Ya quiero trabajar en algo de lo que estudié”, le dijo a su mamá. Hugo se había recibido como licenciado en Mercadotecnia.

La madre refiere que a donde salía su hijo le avisaba. “No tardes mucho”, le pidió. “Para la hora de la comida ya estoy aquí”, le aseguró Hugo.

Dieron la una, las dos, las tres, las cuatro... las siete de la tarde y Hugo se comunicó: “Ando en un mandado, al rato llego, ya voy para allá”, avisó a su mamá. De eso ya van 10 años y Hugo, de 24 años entonces, no ha regresado a casa.

María Elena recuerda que tan pronto amaneció y ante la ausencia de su hijo, le habló a Carlos Raúl, un amigo con el que Hugo se había reunido. La respuesta no le proporcionó mayor información: “No me diga que no ha llegado. Lo dejé con unas amigas y me vine”. Ahí empezó su peregrinaje.

“Su hijo anda por ahí”. María Elena intentó poner la denuncia, pero en la entonces Procuraduría General de Justicia le dijeron “váyase a su casa, su hijo anda por ahí”. Tuvieron que pasar 72 horas para poder proceder; sin embargo, a la fecha no hay respuesta ni investigaciones de las autoridades.

Entonces, María Elena no sabía que la desaparición existía, que su hijo sería parte de un ejército de 40 mil mexicanos desaparecidos.

Su peregrinar comenzó sola. Cada viernes, cuando acudía al Ministerio Público, un comandante le decía “váyase a su casa”. “Sólo esperaba que llegara el viernes para que el comandante me dijera algo, me diera razón”, cuenta.

En el camino, la mujer se unió al colectivo Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (Fuundec), uno de los grupos de familias de desaparecidos con más años en México. Y a partir de allí, comenzó una lucha colectiva.

En 10 años, asegura que el dolor sigue carcomiendo el alma. Sabe que se tiene que cuidar, que tiene que mantenerse bien de salud para seguir en la búsqueda.

Después de 10 años, lo que quiere María Elena es cerrar el círculo de incertidumbre. Quiere saber qué fue de su hijo. Quiere saberlo, añade, “antes de que muera”.

En una década, María Elena entendió que no hay espacio en otro lado más que en la lucha, pues ésta dignifica a los desaparecidos, dignifica a su hijo Hugo.

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