Gómez Palacio.— En la, un aparato de aire lavado es parte del mobiliario del salón. Ahí está, en el suelo, a un costado del pizarrón y sin usarse, mientras el maestro Mario Viesca y los cinco alumnos que acudieron a clases sufren los 42 grados que marca el termómetro esta tarde de mayo en en Gómez Palacio, Durango.

En los pupitres los niños de sexto grado de primaria tienen una botella de agua o de electrolitos. El calor en este salón sofoca, por lo que reiteradamente los estudiantes se agitan la playera, como si se quisieran ventilar, también toman la pasta de un cuaderno para echarse aire.

“Hace mucho calor, es insoportable. Se sofoca uno con todo este calor”, se queja Lynelle Guadalupe, una alumna de 12 años.

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Lynelle comenta que le ha dicho a sus papás que no quiere venir a clases porque no hay ni un ventilador en el aula, pero ellos se niegan a que se quede en casa. “Me dicen que tengo que venir a la fuerza”.

El maestro Mario Viesca dice que muchos niños han faltado por las altas temperaturas, que superan los 40 grados en la región Laguna, y agrega que los alumnos “en su casa están más tranquilos”.

El director de la primaria, turno vespertino, Cuauhtémoc Luna Medina, señala que la asistencia de los niños se ha reducido en 50% a causa de las altas temperaturas que se registran en el estado.

“Cada día está peor por las condiciones que pasamos”, cuenta el director, sentado en una banca en el patio escolar mientras toma agua de un vaso hechizo. “Mire cómo estamos sudando aquí afuera”, añade Luna Medina.

La primaria Independencia de Gómez Palacio fue vandalizada durante la pandemia. Les robaron los cables y desde entonces no cuenta con ningún tipo de aire acondicionado ni minisplit (clima); por eso ahora las aulas son auténticos hornos.

Sin embargo, aulas como la del maestro Viesca tienen empotrados aparatos de clima. Incluso, tienen todavía el plástico, aunque nadie ha ido a conectarlos.

Además, el plantel está en proceso de entrar a un programa de la Escuela es Nuestra, “pero los trabajos están muy lentos”, lamenta el director.

“Es muy difícil, no tenemos la infraestructura adecuada para estar en los salones, no hay climas, los hay pero no los han conectado, tienen que arreglar el cableado de la energía eléctrica”, explica Viesca.

Comenta que algunos profesores traen de su casa ventiladores para combatir el calor, pero “los que no tenemos, pues no, porque también hacen falta en la casa”.

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Escuelas reducen horario

Son las 4:30 de la tarde en la primaria Independencia, hay niños jugando a la pelota bajo el techado, otros siguen en clases y otros ya mejor se fueron. Cuando el caliente aire sopla al grado de desesperar a chicos y grandes, lo mejor es ser flexibles.

En la primaria decidieron acortar el horario, de las 13:00 horas a las 16:30 o 17:00 horas.

En un salón de tercero de primaria, la maestra tuvo sólo tres niños esta tarde, de un grupo de 30.

“Por las condiciones del calor me están faltando, unos vienen un día y otros el otro. Cuando vienen todos se siente calor extremo. Es una condición extrema”, describe la docente, y recuerda que el año pasado dos niños sufrieron golpe de calor.

En su salón está el pequeño Byron Daniel, que usa una gorra para cubrirse del sol cuando anda en el patio. A él no le gusta faltar a clases. “A mí me gusta la escuela y quiero venir todos los días”, dice.

“Aquí a veces entra aire, a veces la maestra abre las ventanas y hace aire, me quería poner allá, las ventanas se abren y hace aire, y me da mucho el aire”, platica el niño.

En esta primaria, los niños se pelean por estar cerca de la ventana para sentir al menos algo de aire, aunque sea caliente.

Los docentes y el director coinciden en que estas condiciones impiden el buen rendimiento y atención de los estudiantes. “Quieren tomar agua a cada rato y se salen, afecta en la concentración. Los bebederos no tienen buena presión”, refiere la maestra de tercero de primaria.

Victoria, una niña de 10 años, dice que no se siente a gusto y quisiera quedarse en casa. Lamenta que, además, la manden con pantalonera., mientras que Lynelle, de 12 años, ya quiere terminar el ciclo. “Creo que afecta mi rendimiento (...) el agua se acaba rápido”, dice.

Antes de las 5 de la tarde, ya nadie está en la escuela. Todos, estudiantes, profesores y el director, huyeron por el calor.

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