Aldama.— Quince familias, integradas por más de 40 hombres, mujeres, niños y adultos mayores de la comunidad Ch’ivic, se desplazaron a un campamento improvisado ante las agresiones que continúan contra los habitantes del municipio de Aldama, en los , pese a los continuos llamados al alto al fuego.

Al llegar a esta pequeña comunidad, un tramo recorrido en vehículo y otro caminando, se escucharon en diversas ocasiones ráfagas de armas de grueso calibre que asustan a los niños.

“Están traumados, ellos ya saben que es bala lo que están escuchando. ‘Ya vienen los de Santa Martha, ya vienen a matarnos’, es lo que dicen [los menores] cuando escuchan los disparos”, explica Verónica.

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En una galera que sirve también como taller de carpintería, donde las autoridades ejidales improvisaron un refugio para que los desplazados no huyan a las montañas, donde a diario llueve, se observa a una gran mayoría de mujeres con niños lactando y adultas mayores que en sus rostros reflejan preocupación y tristeza.

Verónica, encargada de coordinar el refugio temporal, dice que las agresiones directas contra los pobladores se intensificaron desde el 11 de mayo.

“Creemos que los ataques ya no son por cuestiones de tierras, antes era por el territorio, ahora nos están matando sin ninguna razón. Es una triste historia que vivimos”, señala, entre lágrimas, la mujer tzotzil.

“Tenemos miedo de que los grupos armados lleguen hasta nuestras casas a matarnos como animales, por eso pedimos al gobierno que investigue a esas personas que nos atacan y que solucione el problema, para que las personas puedan regresar a sus casas, a trabajar sus tierras.

“Ahora no pueden hacerlo, los cafetales están enmontados y no pueden recoger sus frutos, las mujeres no venden sus artesanías, queremos vivir en paz”.

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Las agresiones

Las ráfagas de armas de grueso calibre retumban en las montañas de las comunidades tzotziles de Aldama. La esperanza por la paz y reconciliación se ve lejana, los grupos armados no cesan sus ataques sobre 12 comunidades, donde los habitantes son prisioneros de su propio miedo.

Los grupos armados presionan para que Aldama ceda 60 hectáreas de tierras que reclama como suyas el poblado de Santa Martha, en el municipio de Chanelhó.

Desde los primeros rayos del sol, los grupos armados atacan a varias comunidades de Aldama, entre otras.

Las agresiones armadas también van contra elementos de la Guardia Nacional (GN) y de las policías estatal y municipal, quienes realizan recorridos por esos parajes en un intento no exitoso de detener las agresiones, pero pobladores dicen que la violencia ha aumentado.
 
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El representante para los diálogos de paz y reconciliación de la comunidad de Tabac, Hugo Alfredo Pérez Hernández, refiere que por las agresiones armadas no pueden trabajar sus tierras para sembrar maíz, frijol y café; tampoco pueden ingresar vehículos para introducir alimentos o transitar personas, ya que son agredidas a disparos.

“Ahora comemos tortillas con sal, pero otros [días] ya son contadas las tortillas, calculando para que no se acabe rápido el maíz”, explica Pérez Hernández, quien hace ocho meses resultó herido en la costilla derecha durante un ataque a su vehículo, cuando regresaba de San Andrés Larrainzar.

Detalla que antes el gobierno local les ayudaba con despensas, pero desde febrero —cuando se comprometió a enviarles apoyo— no lo ha hecho.

El representante de la comunidad de Tabac explica que el problema agrario data de hace 40 años y es por 60 hectáreas de tierras que Santa Martha, Chenalhó, reclama como suyas.

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En 2015 el conflicto escaló de los insultos entre pobladores a las amenazas, y en 2017, a las agresiones armadas.