Reynosa.— En la cada vez es más complicado seguir el precepto de “dad de comer al hambriento”, pues no cuentan con víveres para alimentar a los casi mil 200 migrantes centroamericanos y haitianos que ahí se refugian.

Hace tres días, este albergue utilizó hasta el último frijol que tenían en la despensa y ahora claman para que ciudadanos, organismos sociales y los tres ordenes de gobierno se solidaricen y envíen ayuda.

La llegada de migrantes haitianos, así como de algunos centroamericanos deportados de Estados Unidos, provocó que este albergue se saturara al grado de tener que improvisar una nueva área para un campamento al aire libre, donde hay más de 200 casas de campaña.

Esta casa migrante se sostenía con la ayuda de donaciones de iglesias de Estados Unidos, pero la pandemia y el cierre de fronteras los dejó sin ayuda social.

Héctor Silva es el director de la Casa Senda de Vida desde hace 22 años y se ha encargado de que a los migrantes de cualquier nacionalidad no les falte alimento, techo y atención médica durante su paso por Reynosa.

El milagro

El rostro de Héctor Silva se ilumina cuando le informan que Eva Reyes, activista social; Carlos Encinia, dueño de una distribuidora de carne, y Miguel Ortiz, vecino de la zona centro, llegaron con alimento para donar.

Todos ellos contribuyeron con pollo, arroz, papa y brócoli que de inmediato fueron llevados a las cocineras, quienes elaboraron un caldo que fue la comida para los mil 200 migrantes.

“Queremos ayudar, aunque sea con poco porque la necesidad es mucha. Aquí hay muchos niños que no tienen la culpa de que sus gobiernos o sus países no les puedan proporcionar un buen ambiente para vivir”, asegura Miguel Ortiz, quien organizó una colecta con sus vecinos.

Eva Reyes, quien llevó artículos de limpieza, aseo personal y medicamentos lanzó un llamado al gobierno federal para que asuma su responsabilidad en el tema migratorio.

“Es el momento de que todos aporten su granito de arena”, indica la activista.

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