Un día las máquinas tendrán tal grado de conciencia que no sólo serán capaces de sentir y experimentar emociones similares a las de los seres humanos, sino que, en un escenario desafortunado, se alzarán contra sus creadores, en una guerra humano contra robot.

La nos ha permitido imaginarnos estos escenarios, pero especialistas coinciden en que estas historias son todavía lejanas.

Pero, ¿por qué nos gusta recrear este tipo de mundos que juegan con crear vida?

“Yo creo que el hombre tiene un miedo innato por la muerte, si hay algo que nos da miedo es la muerte propia o de otros y si hay algo en lo que quisiera trabajar el humano es en evitarla”, considera Alejandro Gerardo Valentino Orozco, PhD Decano de la Unidad Profesional Interdisciplinaria en Ingeniería y Tecnologías Avanzadas del IPN.

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Una de las historias más memorables del cine es A. I. Inteligencia artificial, que llegó a México el 3 de agosto de 2001, de Steven Spielberg. En ella, las personas no pueden tener hijos más que con un permiso de natalidad, por lo que recurren a robots de nombre mecas que imitan emociones, uno de ellos, David, es capaz de amar como un hijo a su madre. En la vida real esto no se ha conseguido.

“Todavía desde mi punto de vista estamos en pañales, ya quisiéramos lograr una verdadera inteligencia artificial como la de las películas. Para nosotros es una parte de la programación en la que nos apoyamos en varias áreas de las matemáticas para la descripción de algoritmos que intentan simular los procesos mentales pero sólo sobre los procesos lógicos como las redes neuronales”.

Para llegar a una mente artificial pero capaz de sentir es importante entender cómo funcionamos. Valentino Orozco explica que es como si tuviéramos una división en la mente: una parte nos dice qué hacer y la otra, que parece no pensar, escucha y obedece. A eso se le llama mente bicameral.

“Pareciera ser que ambas trabajan juntas para propiciar la conciencia”, dice.

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“Esa mente que ahora es artificial tendría una parte que habla y una que escucha y obedece, entonces cuando tú tengas esas dos partes la inteligencia artificial sería total. Los algoritmos que tenemos ahorita no tienen esta parte y por lo tanto decirles inteligencia artificial no es decirles mucho”.

Fascinación por historias

Sea algo factible o no, la presencia de androides en el cine, capaces de sentir como una persona o hasta transportar la mente a una súper computadora (como en Trascender, 2014), data de hace casi 100 años; se considera a la cinta alemana Metrópolis (1927) como la primera en presentar a uno; en la trama se hace pasar por uno de los personajes.

En la literatura, otros casi 100 años antes Mary Shelley ya había explorado esta capacidad del hombre por crear vida (o algo parecido a ella) en Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), e incluso mucho antes, en la Grecia Antigua, en el 800 a. C. según explica la BBC: “Homero contó que Hefesto, el dios griego del fuego y los artesanos, después de ser expulsado del Olimpo, forjó dos doncellas mecánicas en todo semejantes a los humanos que le ayudaban a caminar, pues era cojo”.

Y uno de los clásicos de la ciencia ficción, Blade runner (1982) Ridley Scott hizo lo propio en una historia en la que los androides, para integrarse en la sociedad, fingían ser humanos.

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De acuerdo con Valentino, aún falta mucho para lograr un robot con el nivel de conciencia de un humano. El tema es complejo, explica, y no se limita a la tecnología sino a la ética y filosofía por las implicaciones que tendría en la humanidad.

“No hay un algoritmo que de repente empiece a reflexionar sobre lo qué es, y tome conciencia de eso”.

Una réplica humana

Un sueño artificial a favor de la vida
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El dato

Un sueño artificial a favor de la vida
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