Guillermo Rivera

estudiaba ingeniería en computación en la UNAM , cuando en la llamada Máxima Casa de Estudios estalló una huelga por casi un año. La pausa lo llevó a pensar en opciones para aprovechar su tiempo, así que, junto con su familia, decidió adentrarse a su pasión por el .

Cada fin de semana rentaba normalmente hasta ocho películas. Su hermano había trabajado en un Videocentro , por lo que no descartaron la idea de que en Coyoacán, su colonia, podría funcionar un espacio de renta y venta de películas en formato casero.

Era 1999, el VHS se encontraba en su apogeo. En la cartelera estaban Sexto sentido, La leyenda del jinete sin cabeza, Stuart Little, Jamás besada, Milagros inesperados y Novia fugitiva, que llegarían al hogar.

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“Vendimos un carro y ahí iba más o menos el primer año, entonces comencé a hacerme cargo del negocio, a hacer cuentas porque siempre me han gustado los números y, tras ese periodo, terminamos con mil socios inscritos”, recuerda Guillermo, entre cientos de películas aglutinadas en los pasillos de su videoclub.

“Comenzamos con 800 y teníamos dos regresadoras (eléctricas) para el casete y que funcionaban mucho”.

Veintidós años después, a TomaUNO Videoclub , la pandemia lo acabó. Uno de los dos últimos videoclubes que operan en la Ciudad de México se encuentra en sus últimos días de funcionamiento.

Cerrará la cortina a mediados de marzo ante el golpe económico que le generó la Covid-19 , poniendo por lo pronto a la venta, virtual y física, su catálogo de casi 5 mil títulos.

Resistieron a todo

Durante los últimos meses, los ahorros, las rentas que aún continuaban y el que sólo Guillermo atendía al público ayudó a seguir. Pero haciendo las cuentas, que tanto le gustan, vio que ya era insostenible con la ostensible baja de seguir pagando una renta mensual de 14 mil pesos por el local.

“Pusieron un videodromo (kiosko de renta) a tres calles que al año se fue; estuvo un Blockbuster que nunca nos afectó; hay un puesto de piratería en la esquina los fines de semana que tampoco nos pegó; luego todo mundo se fue a Netflix, pero aguantamos, hoy simplemente no pudimos con la pandemia", detalla Rivera.

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“Desde julio tenía ganas de cerrar, pero se fue postergando, ahora que se vence el contrato de la renta este mes, logré que tengamos hasta la mitad de marzo para dejar el lugar, ya es una cosa muy pensada, no hay manera de volverlo a poner en otra parte”, subraya.

En mayo, a dos meses de iniciada la pandemia, el videoclub anunció en Internet una dinámica para recaudar fondos , con el fin de recuperarse. La meta era obtener al menos 20 mil pesos, pero lograron 14 mil 700. Un mes después reabrió, con protocolos que incluían el uso de cubrebocas, gel antibacterial, tres personas como máximo en el local, sana distancia, entre otros lineamientos.

Último capítulo

TomaUNO, junto con el Videoclub Amores, este último con 37 años de existencia en la colonia Del Valle , eran los restos de lo que fue crisol para los formatos caseros.

Se estima que llegaron a existir más de 10 mil locales diseminados en toda la República mexicana en la década de los 80 y 90, contabilizando ahora a más de 100 de acuerdo con datos extraoficiales, pues ya hace varios años desapareció la Asociación Mexicana de Video , que los aglutinaba.

TomaUNO llegó a tener 9 mil títulos. De algunos llegó a registrar hasta 15 copias por la demanda que había de ellos, como Harry Potter y la piedra filosofal, primera de la saga.

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Ahora, al igual que cuando acabó el formato VHS, lo que tiene de DVD y Bluray (unas 5 mil cintas), las está vendiendo virtualmente.

Técnicamente no es un remate, porque si les sobran cientos de ejemplares, los seguirá ofreciendo en línea durante algunos meses.

El catálogo lo manda vía celular. En él se encuentran algunos como Acusados, con Jodie Foster y La casa de los espíritus, en 150 pesos; Cilantro y perejil y La mosca en 210, precio similar al de cada una de las temporadas de Mad Men; Descubriendo al país de nunca jamás, en 69.9 pesos o materiales de Plaza Sésamo en 49.9 pesos.

“A mucha gente le da tristeza que nos vayamos, pero yo estoy tranquilo; apenas he tomado dos veces vacaciones durante todo estos años, la universidad no la terminé, abandoné ingeniería y me pagué universidad en línea saliendo como licenciado en mercadotecnia.

“Este año se ve que la gente ya se digitalizó y eso hace complicado que levante el negocio, así tuviera otro local. Todo termina”, concluye.

El dato

Rematan el videoclub que resistió a Netflix
Rematan el videoclub que resistió a Netflix

El local todavía conserva en sus pasillos unas 5 mil cintas en formatos de disco.

10 mil

locales se estima que existían en la década de los 90.

Diversión en cada pasillo

Los videoclubes fueron la gran alternativa para los amantes del cine en los 80, pues la televisión mostraba pocas películas en horarios fijos. 

En 1975

se inauguró el negocio de renta de filmes más antiguo (formato Súper 8), en Alemania.

En 1985

Estados Unidos tenía 15 mil puntos de alquiler de Betamax y VHS, muchos en farmacias o tiendas.

Blockbuster

abrió su primera tienda en octubre de ese año, llegando a tener más de 9 mil para 2004.

México inició

Videocentro en 1983, la empresa sólo distribuía pero luego adoptó el modelo de Blockbuster.

Rogers Video

, en Canadá, fue la primera cadena en ofrecer DVD a finales de los 90, formato que reemplazó al VHS.

El formato

entró en desuso con el Internet, el cable y el streaming; Blockbuster se declaró en quiebra en 2010.

Frase

“Este año se ve que la gente ya se digitalizó y eso hace complicado que levante el negocio, así tuviera otro local. Todo termina”

. Guillermo Rivera . Dueño de TomaUno Videoclub.