Yo nunca fui al Patrick Miller. Fue mi primer pensamiento cuando leí la noticia de que se rentaba el espacio ubicado en el número 17 de la calle Mérida, en la Ciudad de Méxic o, y donde cada viernes se vivía una fiesta casi hasta el amanecer.

El recinto ha sido uno de los que permanecieron cerrados con la pandemia de la Covid-19 . El 20 de marzo del 2020, a través de una publicación en su página oficial de Facebook , informaron que no abrirían hasta nuevo aviso en "atención a las recomendaciones del Gobierno de la Ciudad de México que encabeza Claudia Sheinbaum" .

Una semana antes, según se ve en su perfil, habían ofrecido su última noche, de Viernes 13, que dedicaron a los 80 y 90, antes de la llegada de la pandemia, para después de eso permanecer cerrados únicamente ofreciendo un show virtual que hicieron el 30 de octubre. Y es que el lugar en los últimos meses no se transformó en restaurante, como lo hicieron muchos bares, para seguir funcionando pese al Covid-19 .

No fue hasta días pasados que se volvió a hablar con fuerza en redes sociales sobre el recinto que le debe su nombre al Dj Patrick Miller - Roberto Devesa - cuando comenzó a circular una fotografía en Twitter en la que se veía la entrada del centro nocturno con un letrero de se renta, sin embargo a través de su página oficial de Facebook todavía no hay un pronunciamiento con respecto a si cerrará definitivamente o tendrán un cambio de sede -al menos no al cierre de esta nota-.

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Roberto Devesa. Foto: Facebook

Aunque no sería la primera vez en que “los patricios” vean su espacio cambiar de lugar -Devesa, quien desde la década de los 80 ya mezclaba temas, también estuvo unos años en el Club de Periodistas-, la posibilidad de decirle adiós a la gran bodega que se llenaba de luces y música de los años 80 a los 2000 causa nostalgia entre los que la visitaron y hasta los que no.

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En la entrada del lugar para los amantes de la múscia electrónica está este anuncio. Foto: Captura

Por ello recordamos cómo era, para el público, una noche en el Patrick Miller.


Batallas de baile, como en las películas

Para Kiosh Star , (Chef y bailador), al Patrick Miller se iba a bailar y disfrutar la música y no a posar. Si bien a él no le gustaba beber alcohol, fácilmente podía pedir una botella de agua en la barra y pasar toda la noche en la pista. Para él lo maravilloso era ver convivir a todos.

“Todas las veces que fui me llamaba la atención que era un lugar donde literalmente convivía todo tipo de personas sin ningún problema, veías a todos los segmentos diferentes de la sociedad, subculturas, de todo tipo de niveles y todo mundo convivía, bailaban y nadie se metía con nadie, siempre era un ambiente muy padre”.

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Así como en las películas también era una oportunidad de vivir una batalla de baile en los círculos que se organizaban.

“Mucha gente no se atreve, pero los que llegamos a hacerlo nunca olvidas la primera vez que te aventaste a uno de esos círculos de baile porque a través de la pista se formaban círculos donde estaban personas veteranas que le sabían al baile, los veías que sacaban los pasos.

“Si pienso en él, si no vuelve, siempre va a representar ir a disfrutar la música sin límites, me trae una idea de libertad, de ser tú mismo. No sé si lo veo de una manera un poco romántica, a mí no me gustan los antros pero ahí nunca me sentí incómodo, podía ir a bailar, sacar mis pasos buenos o malos”, comentó Star.

Un lugar para el amor a la high energy

Para Mónica Rubalcava (visitante y bailadora) el recinto era el lugar al que siempre iba con sus amigos para divertirse y celebrar cumpleaños e incluso llevar a gente extranjera a vivir el ambiente. La comunicóloga recuerda que una noche fue junto con un grupo de amigas a un bar y al salir y buscar el carro para seguir la fiesta en Patrick Miller se dieron cuenta que la grúa se lo había llevado.

“Éramos chavas de 19 años en el carro de la mamá de mi mejor amiga y a las 11 o 12 de la noche que se lo llevaron lo congruente hubiera sido regresarnos a su casa, ver cómo solucionar el problema, y nada más recuerdo que mi amiga dijo ‘no nos vamos a quedar llorando en mi casa toda la noche así que vamos a agarrar un Uber y vámonos a Patrick Miller´”, y así dejaron pasar el problema para irse a bailar.

Pero además, ahí fue la primera vez que abrazó a Óscar, el que se convertiría en su novio. Todo pasó en Halloween.

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“Nos encontramos ahí, nos saludamos y en una de esas que yo ya estaba muy borracha me fui a platicar con él y me acompañó como para ir por una cerveza, nada más me acuerdo que lo abracé y desde abajo una de mis amigas me estaba viendo y subió bien enojada corriendo, me jaló y le dijo ‘qué te pasa, déjala en paz’ porque se caían muy mal y no sabían que me gustaba”.

Música y jochos hasta la madrugada

"Es muy particular porque sólo lo abrían los viernes, no era un bar que pudiera estar abierto de martes a domingo, y ese el motivo por el cual tenía muchos asistentes de 23:00 a 05:00 de la mañana”, comenta Daniela Peña.

Para la bailadora una gran ventaja era el horario pues cuando los bares aledaños cerrabann siempre podías ir “a seguirtela” al Patrick Miller y todavía encontrar alcohol y buena música aunque pasaran de las dos de la mañana. Además, señala, el costo era accesible aún con el aumento; explica que en 2015 cobraban 30 y ya para sus últimos días abiertos la entrada estaba en 50.

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"Es un lugar muy especial, por eso mucha gente lo quiere, porque cubre todo: es económico, hay buena música, buen ambiente, puedes bailar es seguro, son muchas cosas que complementan que sea muy mágico".

"Al entrar había un pequeño túnel con luces neón entonces eso lo hacía muchísimo más divertido porque te sentías como entrando a la fiesta. Recuerdo mucho que afuera nunca faltaba el puesto típico de dulces o, lo mejor, el de hot dogs. Imagínate salir a las 4 de la mañana bien enfiestada ya con los tragos y te da hambre porque bailas y tomas muchísimo. Salir era como '¿dónde está la señora de los jochos?' y siempre estaba. Te salvaban la vida”.

Público fiel a la fiesta y luces neón

A sus 42 años, Rafael Domínguez , es todo un conocedor sobre la historia de Patrick Miller. Recuerda que en los años 90 le robaron a Patrick su equipo y tardó casi un año en recuperarse y volver a mezclar, Rafael comenta que fue entonces que después de estar en el Club de Periodistas fue que se pasó a la base actual donde recuerda haber ido cada semana sin falta por más de diez años.

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“En mi juventud me tocó el boom de las disco móviles, que eran todos estos equipos que venían desde los 80 o finales de los 70 como una alternativa de las discoteques que se enfocaban en otro sector socioeconómico de acceso más fácil, así es como nace mi gusto por esto. El que a mí más me gustó y atrapó fue Patrick”, dice Domínguez.

“Me tocó ver cuando fue Televisa en el 97 a hacerle un reportaje para un noticiero y todos queríamos salir en la cámara ahí bailando con los mejores pasos”, relata.

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