Una noche en Guanajuato, el realizador Eugenio Polgovsky platicaba animadamente con el productor Julio Chavezmontes del llamado Niágara mexicano, un río en Guadalajara, que había sido destruido por la industria y sustancias tóxicas.

Esa vez, ambos, al calor de la cena, platicaron sobre el cine que deseaban hacer.

Eugenio decía una y otra vez a Julio que Halley, su producción sobre un zombie mexicano, se le hacía valiente. Y su interlocutor le respondía que haber grabado a niños trabajadores en Los herederos, era una cosa que debía saber todo el mundo.

“Lo importante”, dijo esa noche Eugenio, “es mostrar a México como es, hay miles de niños trabajando para sobrevivir, no podemos ocultarlos”.

“Hay también que luchar por que el cine se vea, no sólo las grandes producción de Hollywood”, agregó.

Polgovsky, quien murió el viernes pasado en Inglaterra, siempre estaba sonriente. Era, además de realizador egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica , un buen vendedor de su trabajo.

Inicialmente, con Trópico de cáncer, su corto del CCC, saltó a la palestra mediática. Contrario a varios de sus compañeros, se desenvolvía con holgura frente a la cámara de televisión o una grabadora.

Las tablas se las había dado su pequeña participación actoral en El abuelo y yo , telenovela donde conoció a Gael García Bernal , del que se volvió gran amigo.

Juntos, recuerda el histrión tapatío, crearon el germen de Ambulante, la Gira de Documentales, con la cual el género se abrió al público.

“Teníamos quince años y me decías lo orgulloso que estabas de mí como si tuvieras veinte años más que yo.

Esa generosidad de espíritu hacía que cada reventón contigo terminara con nosotros colgados de una vaca, trepando en coche las escaleras de la alberca olímpica, perdidos en Mazatlán, organizando revoluciones (creo que fueron diez hasta que los Zapatistas llegaron)”, escribió García Bernal en una carta publicada por El País , despidiendo a su amigo.

Así que fue natural que el desaperecido cineasta, aceptara ser fotógrafo en Déficit , la ópera prima de Gael.

Eugenio se acercaba a la prensa por sí solo. Siempre sonriendo, hablaba de las bondades de sus filmes.

Para Los herederos , proyecto que le llevó tres años de vida y fue visto en más de 160 países por haberlo tomado la UNESCO, debió platicar con las familias de los niños, muchas de las cuales jamás había ido al cine, para obtener su permiso. Y lo lograba.

“La gente quiere ser escuchada, pero no les hacemos caso”, recordó en alguna ocasión a EL UNIVERSAL.

En julio pasado, Eugenio conversaba gustoso sobre una serie de retratos fotográficos de las mujeres Fellows de Trinity College, Cambridge, colegio donde laboró hasta el último días de su vida.

“¡Un bellísimo trabajo!”, apuntó en su cuenta de Facebook , que desde entonces no actualizó.

Ya tenía en su filmografía Mitote , documental rodado durante el mundial de Sudáfrica 2010, aprovechando las pantallas gigantes para seguir la participación de la Selección Mexicana.

De aquella conversación entre Eugenio y Julio, en Guanajuato, en un restaurante cercano a la Alhóndiga de Granaditas. salió el documental Resurrección, sobre ese niágara mexicano, trabajo designado como el Mejor Documental en el Festival Internacional de Cine de Morelia 2016.

Se espera los restos del cineasta ganador de dos premios Ariel sean repatriados a México en los siguientes días.

nrv

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