Andrés Manuel López Obrador va como delantero en las preferencias electorales hacia 2018. Cada medición que se levanta mejora su posición. Pero es temprano para que sus adversarios se resignen. Saben que en política nadie está definitivamente arriba ni irremediablemente derrotado.
Ricardo Anaya parece que ya dejó atrás el golpe por enviar a sus hijos a estudiar al extranjero. Con habilidad digna de reconocimiento logró una entrevista con la canciller alemana, Angela Merkel, justo cuando arrecian las críticas al gobierno mexicano por estar tan concentrado en la relación con Estados Unidos. Sabe que en estos tiempos difíciles ser presidenciable pasa por mostrar capacidades de jefe de Estado.
Del lado del PRD, Silvano Aureoles se auto-destapó como aspirante a la grande porque Miguel Ángel Mancera no logra concitar entusiasmo entre la mayoría de las corrientes amarillas. El actual gobernador de Michoacán no habría dado este paso sin el permiso de los Chuchos. Ese mensaje no pudo pasarle desapercibido al jefe de Gobierno de la capital que, en las últimas encuestas, no consigue ni el 10% de las preferencias.
Como tercera fuerza va el PRI, con Miguel Ángel Osorio Chong encabezando la lista de aspirantes tricolores. El problema para el partido en el gobierno radica en que esa fórmula de candidato y partido, si las elecciones fueran hoy, difícilmente alcanzaría el 15% de la votación.
Mirando estos resultados leen con razón el riesgo de llegar al segundo semestre de este año solo con la carta del secretario de Gobernación. Por eso han estado buscando otras opciones que sirvan para abrir la baraja. El problema es que no quedan tantas.
A menos que un milagro ocurra con la economía, José Antonio Meade está fuera. De su lado, el canciller Luis Videgaray tampoco tiene futuro. Menos aún Aurelio Nuño, a quien la reforma educativa no le alcanzó para descollar.
Es en este escenario que el oído del presidente Enrique Peña Nieto ha comenzado ha escuchar en voz cada vez más alta el nombre de José Narro Robles, secretario de Salud, como posible competidor para 2018.
Cuatro son los argumentos más frecuentes entre sus porristas.
Primero, si bien es un consejero querido y respetado en la casa presidencial, no se le identifica como parte del círculo inmediato de Enrique Peña Nieto.
Segundo, su gestión como rector en la UNAM dio pruebas de la proximidad que puede tener con los más jóvenes.
Tercero, es, sin embargo, un personaje que, cuando está presente, produce la sensación de que hay un político adulto en casa. Su participación en la contienda elevaría el nivel del debate.
Y cuarto, el ex rector es el único que haría dudar a los votantes de Andrés Manuel López Obrador y también podría resultar atractivo para los electores afines del Partido Acción Nacional (con Anaya o con Zavala).
Si el presidente Peña Nieto opta por considerar con seriedad estos argumentos, la contienda del próximo año podría ser muy distinta a la que hasta ahora se perfila.
ZOOM: Considerando al conjunto de presidenciables, hay que decir que la caballada para la próxima elección no está flaca.
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