Fue en 1988 cuando el presidente Miguel de la Madrid presentó, junto a empresarios y productores, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento Económico (PECE) con la intención de frenar la inflación, que en ese año superó el 51%, incrementar el salario y controlar el tipo de cambio frente al dólar.

El gobierno se comprometió a no aumentar impuestos ni tampoco los precios de gasolina, luz, gas o teléfono (bienes y servicios, entonces, controlados por el Estado); la industria, por su parte, prometió no incrementar el costo final de sus productos.

Para 1989 el resultado era de muy relativo éxito: la inflación fue de “únicamente” 19%, aunque en 1990 subió de nuevo a casi 30% y en 1995, después de la crisis política y los magnicidios, el EZLN y el “error de diciembre”, llegamos de nuevo al 51%.

Desde el año 2000, los índices de inflación se han mantenido en menos del 9%, en un promedio más apegado del 3% al 5%, la razón primordial obedece a la liberalización de empresas que antes pertenecían al Estado, el fomento a la libre competencia, el crecimiento de inversiones y, sobre todo, al resultado del TLC con Estados Unidos que hoy representa más de 700 mil millones de dólares al año.

Durante la época previa al TLC se exacerbó en los discursos y en los medios el consumo de productos mexicanos, la anticampaña del malinchismo, la inversión en los bancos que no prestaban pero que sí daban buenos intereses a los ahorradores, el combate a la “fayuca” que vendía en tianguis las importaciones “ilegales” o piratas de productos gringos que pasaban a ser una ilusión en México: tenis, chocolates, ropa, relojes, etc, etc…

Pero en aquel entonces, México tenía lo suyo, lo propio, una industria de ropa y calzado pujante, un sector ganadero y agrícola un poco menos abandonado y que nos permitía cierta autosuficiencia alimentaria, empresas paraestatales sin riesgo inminente de quiebra, teníamos Cantarell y también precios controlados. Era otra época. Era otro México, ni mucho mejor ni mucho peor, simplemente otro.

En los 80 nuestra industria local, aunque insípida y bicoca, al menos existía, pero hoy, en la era post TLC del México globalizado, ¿qué podemos fomentar como productos 100% mexicanos?, salvo el aguacate y las chelas, ¿tenemos una industria 100% mexicana de algo ya no se diga para su exportación, sino para su consumo interno?, porque las manufacturas que ensamblan computadoras, pantallas o automóviles no cuentan, no son marcas mexicanas sino mano de obra mexicana.

Desde esa perspectiva, es probable que el escenario que enfrenta Peña Nieto sea mucho peor que el enfrentado en su momento por Miguel de la Madrid, hoy con una economía ciento por ciento dependiente de factores externos y a 10 días de que Donald Trump dicte lo que parece será una tendencia al proteccionismo que busca la era de oro de los 50 en Norteamérica, vértice del American Dream, el país tiene un reto gigantesco para el que no parecemos preparados.

Pasaron casi treinta años y aún discutimos Estado de derecho, movilidad, competencia pareja, inversión extranjera, deuda pública, etc, etc, etc,... ¡Treinta años y todavía no ajustamos bien la brújula!

DE COLOFÓN. Viene una denuncia política y penal contra un secretario estratégico en el gabinete.

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