Dos de septiembre de 2014. Faltan 24 días para la tragedia de Iguala, que culminó con la desaparición forzada de 43 alumnos de la Normal Rural de Ayotzinapa.

Pobladores de comunidades cercanas al cinturón de oro, donde se hallan algunas de las minas más grandes de América Latina, entre ellas la principal generadora de oro a nivel nacional, solicitan al gobierno de Guerrero el envío de elementos del Ejército, y de las policías federal y estatal.

La queja de esos pobladores procedentes de Mezcala, Carrizalillo, Amatitlán, Atenango y Valerio Trujano es que grupos de la delincuencia organizada los amenazan, los extorsionan, los secuestran, los asesinan.

En una conferencia de prensa denuncian que un grupo armado, del que forman parte más de 100 personas, asola sus comunidades, desatando enfrentamientos, brotes de violencia e inseguridad. Hablan de secuestros y asesinatos a mansalva. Narran el caso de un comisario municipal que tuvo que huir con toda su familia, escoltado por el Ejército, ante las amenazas de muerte que había recibido de los criminales.

En la conferencia surgen dos nombres: Onésimo Marquina Chapa, alias El Necho, y Margarito Álvarez Bahena, alias El Márgaro.

Son los líderes en la zona del grupo criminal conocido como Los Rojos.

El Necho y El Márgaro disputan a una organización antagónica, Guerreros Unidos, el control de la zona: la extorsión de los trabajadores y los operarios de las minas. “Están en pelea por la plaza, a raíz de que existe una derrama económica considerable”, afirman los pobladores.

Esa gente recuerda un enfrentamiento ocurrido semanas atrás, que atrajo la presencia de 30 efectivos del Ejército, “los cuales no están de manera permanente resguardando la zona”.

Los datos del enfrentamiento al que hacen referencia los habitantes del cinturón de oro obran en la averiguación FGE/DGCA/ 5922014. Ese día, un comando armado de los Guerreros Unidos que iba en busca de Margarito Álvarez Bahena, se enfrentó a tiros con la escolta del líder criminal.

Un halcón de Los Rojos, aprehendido después del tiroteo, refirió que al hacer vigilancia en su “punto” vio pasar un convoy de gente armada que correteaba “a unos compañeros”. El halcón se ocultó. Desde su escondite vio cómo asesinaban a cuatro miembros de su grupo.

Cuando el ministerio público fue a realizar el levantamiento de los cuerpos, el halcón identificó a los cuatro hombres que habían caído. Se refirió a ellos como “escoltas de Margarito”. Dijo: “Este es El Chino, este es El Nieves, este es El Costeño…”.

El Chino era un muchacho de 22 años, originario de Chapultepec, en el municipio de Heliodoro Castillo. Se llamaba Narciso Vázquez Arellano. Su cadáver fue reclamado por uno de sus hermanos, de nombre Salvador. En la averiguación previa se asentó el nombre de sus padres: Tomás y Concepción.

Esa averiguación forma parte de la nueva línea de investigación en torno a los hechos de Iguala, recientemente anunciada por el secretario Osorio Chong, que apunta a la penetración de grupos delictivos en la normal rural.

Como se recordará, el periódico Milenio dio a conocer hace unos días un audio en el que se escucha a dos alumnos de Ayotzinapa conversar sobre el fallido intento del grupo criminal Los Ardillos, otro enemigo de Los Rojos, de secuestrar a cuatro normalistas señalados de pertenecer a esta última organización criminal.

Uno de los protagonistas de la conversación es el alumno Omar Vázquez Arellano, vocero estudiantil, “quien para efectos públicos se presenta con los apellidos García Velázquez”.

De acuerdo con la averiguación, Vázquez Arellano se cambió el nombre para no ser relacionado con su hermano El Chino, miembro de Los Rojos y escolta de El Márgaro. Esta información se hallaba en manos de la Fiscalía de Guerrero desde finales del año pasado. Fue dejada de lado ante la reacción del asesor jurídico de los normalistas, quien acusó al gobierno de criminalizar y revictimizar a los alumnos.

Nadie puede acusar a Vázquez Arellano de portación de hermano prohibido. Sería una estupidez y una canallada. Pero su historia debe ser contada. Porque permite aclarar el contexto. Entender la complejidad de Guerrero. Abrir puertas que estaban condenadas y podrían ayudar a explicar lo que sucedió.

No se debe olvidar que aquí las víctimas fueron los alumnos.

@hdemauleon

demauleon@hotmail.com

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