Texto y fotografía actual: Ruth Gómez y Carlos Villasana
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El día de ayer se cumplieron 48 años de la matanza del 2 octubre de 1968. En esta ocasión, EL UNIVERSAL platicó con Esmeralda Reynoso, quien participó de manera activa en el Movimiento Estudiantil y, con tan sólo 16 años de edad, fue representante de los estudiantes de Prepa 1 ante el Consejo Nacional de Huelga (CNH).

La inserción al Movimiento

En 1968, Esmeralda cursaba el primer año de preparatoria en el actual Antiguo Colegio de San Ildefonso. Como a toda adolescente le gustaba estudiar, salir con su novio y asistir a fiestas. En casa, sus padres le compartían conocimiento de los libros que leían, su cercanía con la vida cultural de la capital y, por supuesto, la cuidaban mucho.

Llegó a su escuela un día después de "El Bazukazo", encontrándose con el desastre de la puerta. Al entrar, un compañero le dijo que en el anfiteatro se estaban explicando los disturbios de la noche anterior: "Dijeron que los compañeros del Poli habían sido perseguidos y corrieron a la prepa para esconderse. En ese tiempo, la rivalidad UNAM-IPN era muy, muy fuerte. Imagínate de qué manera venían corriendo esos estudiantes que los de la UNAM los recibieron y cerraron las puertas para que no entrara el Ejército. A partir de ahí, las rivalidades entre Poli, UNAM e instituciones privadas se disolvieron: ser estudiante te hacía hermano de otro estudiante y te ponías a la defensa del otro".

Dentro del anfiteatro, Esmeralda fue invitada a ser parte del grupo representativo de Prepa 1 tras expresar su opinión sobre los hechos. Partió a casa un poco temerosa por la presencia policiaca, pero con la convicción de contarle a sus padres lo acontecido e informarles su decisión de ser parte del Movimiento.

Los estudiantes tardaron pocos días en organizarse y en generar medios de comunicación independientes a los tradicionales; pintaron camiones, imprimieron y repartieron volantes, hasta los perros callejeros eran comunicadores: escribían textos en pequeñas mantas y se las ponían como si fueran capas. Asimismo dieron inicio las jornadas informativas en plazas públicas, donde ganaron experiencia como oradores.

Ser vocera

Esmeralda recibió el cargo de vocera de Prepa 1 y tuvo como oficina la que ocupaba el director del plantel. Una de sus funciones era reunirse con personas que le solicitaban ayuda a los miembros del Movimiento. A sus 16 años, Esmeralda conoció las profundas desigualdades que se vivían en el país.

"Un día, mientras hacíamos nuestras actividades rutinarias, llegó un grupo de porros dando balazos. Yo, en mi desesperación, corrí a la vuelta junto con otros compañeros hacia  la oficina del Director de Preparatorias de la ciudad, que en algún momento me presentó mi papá, para pedirle ayuda. Estábamos esperando afuera de su oficina y, minutos después, salieron de ahí los porros que nos habían disparado ¡contando dinero! Entré a la oficina y le grité (al director) todas las groserías que había escuchado en mi vida. Fue un acto terrible", comentó en entrevista con EL UNIVERSAL.

Para la marcha del 13 de agosto, Esmeralda tuvo que ir acompañada de su padre. Al llegar al Zócalo se percataron de la presencia de militares en la azotea de Palacio Nacional, de cuyas puertas saldrían un par de camiones vacíos para tensionar el ambiente. Ese día, Esmeralda comprendió que no podría volver a una marcha en compañía de su padre, su mutuo afán de protegerse los pondría en riesgo.

La adolescente que formó parte del Movimiento Estudiantil de 1968
La adolescente que formó parte del Movimiento Estudiantil de 1968

Dos semanas después, el 27 de agosto, se llevó a cabo la marcha del Museo de Antropología hacia el Zócalo, en la que se recolectó medicamento para una población que lo necesitaba. En el trayecto, frente a la Embajada de los Estados Unidos de América, se encontraba un grupo de militares con ametralladoras, que los estudiantes de medicina cubrieron con sus cuerpos.

"Si pasaba algo, ellos serían los primeros en recibir las balas para que los demás tuviéramos forma de huir. Era algo fuerte, pero el compañero valía más que uno", espetó una vez más nuestra entrevistada. Asimismo, recuerda que en ese evento, sintieron por primera vez el apoyo de la sociedad.

Con los ánimos a tope, los estudiantes llegaron a la plancha del Zócalo. Aquellos que se habían puesto frente a las ametralladoras tocaron las puertas de la Catedral para encender las luces que daban hacia la Plaza de la Constitución. Se avivó el ambiente de júbilo y se decidió que acamparían en la plancha. Esa noche, Esmeralda iba y venía a las instalaciones de Prepa 1 por comida y bebida que un grupo de padres, entre ellos los suyos, se había encargado de conseguir para los estudiantes.

El Ejército se plantó en las esquinas de la plancha para vigilarlos. Esmeralda se atrevió a acercárseles e invitarles una taza de café, que rechazaron categóricamente. De pronto, se empezaron a escuchar sirenas y tras un intento fallido de ocultarse dentro de la Prepa, los estudiantes fueron obligados a salir del edificio con las manos en alto.

Sobre República de Argentina se tendió una fila de jóvenes atrincherados entre las puntas de las bayonetas que poseían los soldados. Esa noche, las instalaciones de Prepa 1 fueron tomadas por el Ejército. Cuando los dejaron ir, Esmeralda tomó camino, junto a sus padres, hacia Ciudad Universitaria.

El Consejo Nacional de Huelga

Cuando llegaron a CU, el Consejo Nacional de Huelga estaba en sesión y fue elegida como representante de su prepa ante el C.N.H.

"Las primeras veces que fui al C.N.H., no abrí la boca. Estaban hablando los grandes,  los universitarios. Me imagino que los líderes me veían como la escuinclita de prepa, pero sí sabía de qué se hablaba, informaba a mi escuela y mi voto importaba. Una vez denuncié que una de las representantes estaba votando en contra de lo que su escuela había dicho, porque esa era nuestra responsabilidad con el Movimiento",  narró Esmeralda.

Una de las reuniones más importantes se llevó a cabo el 7 de septiembre, en Tlatelolco. Fue un evento exitoso y sin problemas. Por otro lado, la manifestación del 13 de septiembre necesitó horas y horas de planeación, ya que se tenía que responder de una forma inteligente a las acusaciones lanzadas por el presidente durante el informe de gobierno.

Entre las críticas destacaban que en las manifestaciones los jóvenes llevaban imágenes de héroes extranjeros y que eran mal hablados. Para la marcha del 13 se decidió utilizar imágenes únicamente de héroes mexicanos y que la marcha fuera silente. Con el silencio como aliado, el evento fue icónico: sólo se escuchaba el caminar de los estudiantes y el vitoreó de todos los simpatizantes del Movimiento.

La adolescente que formó parte del Movimiento Estudiantil de 1968
La adolescente que formó parte del Movimiento Estudiantil de 1968
La adolescente que formó parte del Movimiento Estudiantil de 1968
La adolescente que formó parte del Movimiento Estudiantil de 1968

“El Consejo Nacional de Huelga era de lo más democrático, en la sesión las escuelas proponían acciones y cada uno de los representantes regresábamos llevando la propuesta a nuestra escuela, en la asamblea se votaba y por la noche regresábamos llevando la decisión de la asamblea. Guardo con cariño y respeto mi credencial del C.N.H.”, dijo Esmeralda.

La detención

El 18 de septiembre, los padres de muchas de las escuelas de la UNAM que apoyaban al Movimiento solicitaron un salón para sesionar. El C.N.H. les dio un aula en el mismo edificio donde sería la jornada oficial para comentar la marcha del 13 y escuchar a los representantes estatales del Movimiento. "La gente no sabe que había miembros de otras partes de la República y que también había acciones fuera de la ciudad", sentenció Esmeralda.

Acostumbrados a la presencia militar sobre las avenidas circundantes a Ciudad Universitaria, iniciaron la sesión. Un par de asistentes entraron gritando que algo estaba pasando, pero sus advertencias no fueron tomadas en cuenta hasta que uno de los representantes principales aseguró que los militares habían tomado las instalaciones. Todos salieron corriendo hacia los barrios aledaños. Esmeralda, en cambio, bajó por sus padres al salón donde se encontraban. Los detuvieron a todos.

La adolescente que formó parte del Movimiento Estudiantil de 1968
La adolescente que formó parte del Movimiento Estudiantil de 1968

Así, el 18 de septiembre, Esmeralda decidió cambiar la practicidad del pantalón y sudadera de siempre por tacones, minifalda y un poco de maquillaje. Nunca pensó que por la noche la llevarían de un sitio a otro, montada en una camioneta militar y después en una "Julia" en compañía de su madre y de otras mujeres.

"La noche del 18 de septiembre el ejército invadió Ciudad Universitaria, yo me encontraba en el anfiteatro de la Facultad de Medicina donde sesionaba el Consejo Nacional de Huelga, y en un salón había una reunión con padres de familia. Nos subieron a golpes y palabras insultantes a los camiones del ejército, ahí estuvimos no sé cuánto tiempo con la incertidumbre de lo que harían con nosotros. De los edificios de departamentos de Copilco nos animaban. Ni siquiera sobre el camión militar yo me callaba", relató Esmeralda.

Más de 60 mujeres estuvieron detenidas en un sótano de la policía judicial, diseñado para apresar a 12 personas. Para la mayoría, el arresto terminó después de 3 ó 4 días, siendo las madres las primeras en recuperar su libertad. En algunos casos, como el de Esmeralda, la detención fue de 5 ó 6. A pesar de que no se hable mucho de ellas, las mujeres tuvieron un papel importante dentro del Movimiento Estudiantil.

La adolescente que formó parte del Movimiento Estudiantil de 1968
La adolescente que formó parte del Movimiento Estudiantil de 1968

"Llegó el día de mi interrogatorio. Me sentaron y a mis costados tenía a dos policías judiciales. Sobre la mesa había un paquete de cigarros, inocentemente me estiré a tomar uno y ahí empecé a sentir los golpes, aunque sabían perfectamente en qué partes del cuerpo no eran visibles. Entró un tipo del Ministerio Público y me dijo que firmara el papel que él traía donde decía que recibía órdenes y dinero del extranjero, porque sabían que yo era parte del C.N.H. Me negué y eso me trajo más golpes, me amenazaron con violarme. Hubo mucha violencia física y psicológica", recordó Esmeralda, indignada por los recuerdos.

Narró que cuando ella estaba en el suelo, recibiendo patadas de los policías, entró un hombre en compañía de una secretaría a ayudarle. Sacó a los judiciales del cuarto y entre ambos redactaron un acta diciendo que ella sólo estaba en CU porque fue a preguntar por el regreso a clases. Esmeralda firmó el acta de inmediato y salió al día siguiente. Esos personajes anónimos le regresaron su libertad.

Después de su detención, su padre fue contactado por un policía, quien le entregó una serie de fotos en las que ella aparecía señalada con un círculo. Su familia tomó la decisión de enviarla fuera de la capital, pero el carro se descompuso y tuvo que volver.

Para ese entonces el Movimiento ya estaba bastante debilitado, las escuelas estaban tomadas por el Ejército y los sitios de reunión tenían que ser itinerantes. Esmeralda habló con sus padres sobre su necesidad de seguir en el Movimiento y ellos la pusieron en disyuntiva entre ir a las reuniones o ir a las marchas. Eligió las primeras.

La adolescente que formó parte del Movimiento Estudiantil de 1968
La adolescente que formó parte del Movimiento Estudiantil de 1968

La culpa

Esmeralda no tenía contemplado ir a la reunión del 2 de octubre en Tlatelolco, el C.N.H.  había considerado peligrosa la presencia de todos los representantes escolares en un mismo punto. Curiosamente, acompañó a su mamá a casa de un conocido que vivía por el rumbo; una llamada le informó que algo estaba pasando y corrió para la Plaza de las Tres Culturas.

Al llegar, se encontró con un perímetro acordonado, pero eso no le impidió ver "heridos, el pánico, escucho todo... Ahí vi que la organización se estaba derrumbando y sentí dos cosas: culpa de no haber estado ahí y que le había fallado al Movimiento".

El papel de las Olimpiadas era un tanto irrelevante al inicio de la movilización, lo único que se buscaba era el cese de agresiones a estudiantes y también justicia para aquellos que habían muerto a manos de las medidas sumamente violentas con las que el gobierno imponía el "orden". Conforme fue avanzando, las peticiones eran aún mayores y se empezó a señalar la ironía de pregonar la paz al exterior, cuando internamente pasaban cosas terribles.

Después del 2 de octubre, el C.N.H. decidió no tomar represalias contra el gobierno porque lo único que habían dicho los medios a lo largo del Movimiento era que los estudiantes querían boicotear la Justa Olímpica y optaron por no darles la razón.

Pasadas las Olimpiadas, se retomaron las reuniones y Esmeralda fue vetada por un grupo encargado de bloquear al C.N.H. y a todos aquellos que no aceptaban el regreso a clases. A finales de año, la antigua representante de Prepa 1 no pudo participar en la votación con la que se dio por terminado el Movimiento Estudiantil de 1968.

"Personalmente, me devastó ver que mucha gente con la que había compartido experiencias muy duras y maravillosas, diera por terminado el Movimiento. Regresé a mi vida normal, volvimos a clases, a hacer exámenes, a pasar materias y cuando intenté reinscribirme nunca aparecí en las listas. Una señorita de servicios escolares me dijo que habían dado la orden para destruir todos mis documentos para que no pudiera volver a la escuela. El director al que alguna vez insulté porque había pagado a los porros para que nos dispararan, dio la orden para destruir mis papeles", explicó a EL UNIVERSAL.

Los años consecuentes no fueron fáciles, por mucho tiempo decidió ocultar su participación en el Movimiento porque era casi un estigma. A pesar de ello, terminó su carrera y se dedicó a trabajar en instituciones académicas y culturales.

Hace tres años la invitaron a tomar el cargo de Coordinadora del Memorial 68 del Centro Cultural Universitario Tlatelolco. Aceptar la oferta le fue difícil, pero pensó que sería la única forma en la que se podría dar a conocer el papel de la mujer en el Movimiento, los logros y esencia de la organización estudiantil, honrar la memoria de los todos los fallecidos en los escasos, pero intensos meses del Movimiento y, también, esclarecer momentos de los que poco se habla en la historia oficial.

Al terminar la entrevista, vimos en Esmeralda a aquella adolescente que luchó por sus ideales en un momento donde ser joven significaba estar en constante peligro. La intensidad de su mirada y la contundencia de su relato nos llevó a cuestionarnos qué tan dispuestos estaríamos para luchar por todo lo que decimos creer y querer, sin quebrantarnos en el camino.

Fotografía antigua: Esmeralda Reynoso.
Fuente: Esmeralda Reynoso, Coordinadora del Memorial 68, Centro Cultural Universitario Tlatelolco.

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