Después de más de medio año de retrasos, dudas, vacilaciones, contradicciones, recriminaciones entre el ejecutivo y el legislativo, etc., finalmente el 29 de marzo la Primer Ministro Teresa May envió a Bruselas la dilatada notificación para iniciar el inesperado divorcio entre Gran Bretaña y la Unión Europea. Como se espera un largo, conflictivo y difícil proceso, la tersa, apologética y hasta lisonjera misiva pretende atenuar los resentimientos, siendo que, a todas luces, se trata de un durísimo golpe contra la integración regional más exitosa que el resto del mundo ha venido emulando. El resultado del innecesario referéndum de junio pasado, fue calificado por el Presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, como una traición a Europa que tendrá un alto costo. Sin embargo y contradictoriamente, May propone negociar la salida y, paralelamente, un “ambicioso y audaz acuerdo de libre comercio” que sustituya al régimen de total libre comercio que actualmente Londres tiene con su principal socio comercial (¿?).La canciller alemana, Ángela Merkel, rápidamente dijo que no: primero se negocia la salida británica, y luego se determinará que nuevo tipo de vínculo se puede establecer.

El artículo 50 del Tratado de Lisboa prevé dos años para tramitar dicha salida, pero tras 44 años de una profunda integración material y humana, el plazo será mucho más largo, y durante su azaroso transcurrir puede suceder lo inimaginable. Escocia, por ejemplo, realizará un nuevo referéndum para abandonar la Gran Bretaña y solicitar su admisión a la UE como país independiente. Amén que la separación alentará otros movimientos separatistas latentes en Europa, el BREXIT también atizará los movimientos nativistas de varias naciones que igualmente desean excluirse de la UE. En otras palabras: el BREXIT será un temerario salto al vacío con imprevisibles consecuencias para el viejo continente, y para el sistema internacional en su conjunto.

Cabe destacar que los intereses cortoplacistas de políticos demagogos y populistas, de grupos sectarios y radicales, de partidos localistas, de mentalidades nativistas, de los resentidos económicos y sociales etc., están olvidando algo fundamental: la historia de Europa… su propia historia. La creación de un mercado único mediante el Tratado de Roma de 1957, persiguió claros objetivos de progreso económico y de bienestar social, pero la meta capital de los padres de la Comunidad Económica Europea -Churchill, Adenauer, Monnet, Schuman, Spaak, de Gasperi, etc.- fue fundar una nueva Europa fuertemente integrada y unificada que hiciera imposible nuevos conflictos como las brutales y sangrientas dos guerras mundiales del siglo pasado que devastaron al continente. El que sin duda ha sido uno de los grandes proyectos en la historia de las relaciones internacionales, ha mantenido la paz europea durante 60 años, la cual se está viendo amenazada por el resurgimiento de los populismos nacionalistas, las rivalidades, la formación de bloques antagónicos, las divisiones entre los europeos, los liderazgos mesiánicos, etc. A la par de sus logros, la UE también ha tenido grandes fallas, como la de adoptar una política económica errada que en Europa ha creado una sociedad “de mercaderes más que de ciudadanos.” Simultáneamente, dicha política ha forjado un planeta de pocos multimillonarios y muchos millones de pobres. El BREXIT y la elección de Donald Trump son claras advertencias: el encono de los marginados por un deshumanizado pensamiento económico que ignora la justicia social, está siendo aprovechado por los demagogos para su propio beneficio. En México no parecemos estar tomando debida nota de esa peligrosa realidad que no es sólo global, sino también nacional.

 Internacionalista, embajador de carrera y académico

Google News

Noticias según tus intereses