En la teoría, si yo o cualquiera de ustedes salimos a la calle sin cometer ningún delito, podremos regresar a nuestras casas por la noche sin ninguna arbitrariedad. Como dice el refrán: El que nada debe, nada teme. Pero lamentablemente en este país, tenemos mucho que temer aun cuando nada debamos, y cuando no hayamos cometido delito alguno, pues la maquinaria judicial está aceitada de presuntos culpables, personas como usted y como yo, que un día fueron señalados y detenidos.

Así le sucedió a Enrique Guerrero, un estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), arrestado el 17 de mayo de 2013 después de que dos camionetas le cerraron el paso y hombres vestidos de civil que dijeron ser policías federales le dispararon. Lo torturaron y golpearon y al día siguiente de su arresto lo llevaron a las instalaciones de la Procuraduría General de la República, en donde lo amenazaron con seguir torturándolo si no se declaraba culpable de secuestro. Enrique lleva más de cuatro años en prisión sin que su caso tenga sentencia.

Lamentablemente, esta situación ha sido una realidad para muchas personas enfrentando procesos judiciales que comenzaron con una detención en un momento ordinario de su día, sin que las autoridades les explicaran por qué se llevó a cabo el arresto, a las que les “sembraron” algún objeto para incriminarlas, y finalmente presentaron ante un ministerio público que puso en marcha la maquinaria judicial y que los lleva a pasar incluso años en la cárcel en espera de un juicio.

Miles de presuntos culpables que son señalados por testigos que no estuvieron en la escena, consignados a pesar de que las evidencias señalen que no se encontraban relacionados con los cargos imputados, y que son castigados y prejuzgados basándose en criterios de marginación y discriminación o por sus ideas políticas o sociales.

También, en un día “normal” mientras regresaba de la secundaria, a José Adrián le cambió la vida. Este niño maya de 14 años, quien tiene una discapacidad que le impide escuchar adecuadamente, fue detenido por supuestos daños a una patrulla con piedras en medio de una refriega escolar en la que él no estuvo presente. Lo golpearon, lo arrojaron contra la patrulla, le pisaron fuertemente el cuello, lo desnudaron parcialmente y lo esposaron. Lo torturaron y fue amenazado para que se incriminara. Cuando lo detuvieron, nunca le explicaron qué estaba pasando ni por qué lo detenían. No le avisaron ni dejaron que avisara a nadie de su familia. Cuando por fin lo encontraron, sus padres tuvieron que firmar un convenio ante un juez de paz y pagar una multa además de los daños ocasionados a la patrulla.

Este es el México que fabrica culpables todos los días. Detenciones hechas al azar, arbitrariamente, para presentar a algún sospechoso que pueda cubrir la falta de averiguaciones y que permitan cerrar un caso para presumir que el trabajo es expedito, eficiente y que se ha presentado a los culpables a la justicia; sin importar que las evidencias no tengan un sustento científico, las confesiones hayan sido obtenidas bajo tortura, los informes de los policías estén plagados de contradicciones o que se informen lugares y horas de detención que no coincidan con los hechos y la presentación ante las autoridades.

Todo esto en un solo coctel mortal que permite que se pasen por alto todos los requerimientos legales para procesar a una persona, llegando incluso a simular delitos que no ocurrieron, y que traen como consecuencia vidas sesgadas, traumas insuperables, pero sobre todo, la terrible certeza de que por cada persona inocente en la cárcel, afuera se encuentra otra que sí cometió el delito y se mantiene libre; una horrible desazón por saber que nuestros policías prefieren fabricar culpables al vapor que realizar su trabajo.

En nuestro más reciente informe, Falsas sospechas: detenciones arbitrarias por la policía en México, damos cuenta de esta terrible situación. Nuestra investigación arroja reveladores pero lamentables datos y evidencias de que en México, cualquier persona puede ser arbitrariamente arrestada pues no se respeta la presunción de inocencia de las personas detenidas.

Un panorama desolador en el que te pueden detener por parecer sospechoso debido a las deficiencias en la capacitación del personal judicial, y fallas evidentes que atiborran de inocentes las cárceles. El México de la impunidad fáctica, en donde sólo 1% de los delitos denunciados es perseguido, y en el que los miembros de las instituciones policiacas que operan estas detenciones arbitrarias no son presentados ante la justicia y mucho menos sancionados.

Es hora de que las cosas cambien. En teoría, deberíamos sentirnos seguros de nuestra inocencia, de que no seremos inculpados injustamente, de que no seremos golpeados y amenazados para confesar un crimen, y que no nos pueden detener sin decirnos por qué mientras vamos de camino al trabajo, la escuela o la casa. Pero en este país de presuntos culpables, podría cambiarnos la vida para siempre y terminar encarcelados muchos años por estar en el lugar u hora incorrectos, o simplemente, por parecer sospechosos.

Directora Ejecutiva de Amnistía Internacional México

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