Tienen algo de razón quienes observan que a México los mercados lo están castigando, quizás excesivamente, por su deuda pública. Si bien en aumento, su nivel de 50% del PIB, no es exagerado si se compara con las deudas de otros países. Por ejemplo España o el mismo Estados Unidos, países con deuda mayor al 100% de su Producto Interno Bruto.

Lo anterior, sin embargo, no toma en cuenta que todos los indicadores con los cuales se evalúa una estrategia económica deben venir asociados a una narrativa. Esta es una especie de guía que las autoridades ofrecen al público para que juzgue la perspectiva económica y la eficacia de las políticas en el contexto adecuado.

El propósito de la narrativa es ganar todo el margen de tolerancia que sea posible para que las autoridades apliquen medidas que pueden ser impopulares, pero, sobre todo, para que la opinión pública no las culpe por una situación crítica, si ellas no son la responsables y simplemente la heredaron de sus antecesores. Eso, por ejemplo, le faltó a Barack Obama y por eso ahora los republicanos en el Congreso estadounidense lo culpan por la alta deuda del país.

A ninguna política pública se le va a exigir lo imposible si los políticos saben explicar, a tiempo, en qué condiciones recibieron una determinada situación. Tampoco se les va a culpar por un entorno económico difícil que viene de tiempo atrás. Pero sí le pueden echar en cara la falta de esa narrativa. Sin ella no hay forma de evaluar objetivamente los resultados de sus políticas.

Esta narrativa ha estado en gran medida ausente desde que el actual gobierno tomó posesión, excepto en lo que se refiere a las reformas estructurales. En ese caso, sin embargo, la narrativa falló, pues se culpó a la falta de reformas del bajo crecimiento económico. Y de ahí se invocó el poder del Pacto por México y la cooperación del PAN y el PRD como las fuerzas capaces de superar el problema.

También hubo una narrativa en la que el Banco de México supo explicar, a tiempo, por qué tendría que subir los intereses cuando la inflación no estaba subiendo, y así poner la atención en el tipo de cambio del peso. Pero salvo en estos dos casos, ha faltado narrativa. Su ausencia es ahora visible en las dificultades que tiene el Congreso para apoyar un nuevo paquete económico con más recortes de gastos.

La más reciente oportunidad para formularla fue el cambio de titular en la Secretaría de Hacienda, sobre todo se si busca aplicar dosis adicionales de recortes de gasto, o bien, un margen de maniobra adicional. Esto último no estaría nada mal para así no tener que intentar recortes excesivos de gasto en un tiempo demasiado corto.

Más aun, porque las reducciones que se están planteando lo más seguro es que causen un menor crecimiento del PIB y eso abriría un frente adicional de crítica al programa fiscal. Lo malo de esta crítica, por lo menos la de los analistas en el extranjero, es que se canaliza contra el peso.

Hay que tomar en cuenta que el producto ya decreció en el segundo trimestre y cualquier castigo excesivo a la inversión pública puede debilitarlo aun más. Y eso frustraría la meta de estabilización de la deuda, pues ésta se va a medir con la razón deuda/producto.

Hasta hace años los recortes fuertes de gasto público eran bien recibidos en el mercado porque se acompañaban de la explicación de que no ocurrieron en el tiempo de quienes ahora aplican los remedios y a la vez porque la baja de crecimiento era temporal. Hoy, si no se da la explicación completa, va a causar críticas a la caída del crecimiento.

Analista económico

rograo@gmail.com

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