Madrid.— Hubo un cambio sustancial en las elecciones generales de España respecto de las de diciembre, en las que no pudo formarse gobierno. El PP consigue 14 escaños más, aunque no logra los necesarios para obtener la mayoría absoluta.

El PSOE pierde cinco escaños y queda con 85 (frente a 90 de diciembre). Y Unidos Podemos tiene sus 71 escaños. Finalmente, Ciudadanos pasó de 40 a 32, y fue el que más perdió y del que más se alimentó el crecimiento de PP. Eso se interpreta como un arrepentimiento de varios electores de Ciudadanos que, provenientes del PP, esperaban en diciembre que se aliaran con ese partido para formar gobierno. Pero Ciudadanos no sólo fue reticente a ello, sino que exploró formar gobierno con el PSOE, lo que provocó que muchos de sus electores se sintieran traicionados. Esos votantes optaron ahora por el PP para darle mayor fuerza y elevar sus probabilidades de, ahora sí, formar gobierno.

Unidos Podemos esperaba superar esta ocasión al PSOE, de modo que pudieran formar mayoría entre ambos partidos pero con el líder de Podemos, Pablo Iglesias, a la cabeza, formando él mismo gobierno, algo que temen españoles moderados lo mismo de derecha (PP) que de izquierda (PSOE). Mariano Rajoy pidió el voto útil para detener el escenario de un triunfo de la izquierda encabezada por Podemos y miles de ciudadanos (sobre todo de Ciudadanos pero también del PSOE) atendieron al llamado. El relativo radicalismo de Iglesias y Podemos genera cierto temor; al reconocer su derrota, se entonó el tema de la vieja izquierda latinoamericana: “El pueblo, unido jamás será vencido”, evocando al Chile de 1970.

Las encuestas preelectorales animaron la expectativa de que Podemos lograría el sorpaso al PSOE (lo que sí hizo Morena respecto del PRD en México, el 5 de junio). Y las encuestas de salida calculaban que se daría ese cambio que habría posibilitado un gobierno de izquierda pero con el PSOE como socio menor. No ocurrió así, generando decepción en los dirigentes y votantes de Podemos. Es probable entonces que ahora sí se logre una mayoría del PP con Ciudadanos (que no suman tampoco los diputados necesarios) a partir de una posible abstención del PSOE (con lo que entonces PP y Ciudadanos lograrían la mayoría).

Llama la atención, en una visión comparativa con México, que los debates fueron de gran altura, no hubo acusaciones de compra de votos, fondos exorbitantes por debajo de la mesa u otras triquiñuelas de las que abundan en nuestros comicios. Ningún partido salió a cantar victorias anticipadas y el programa de escrutinio (equivalente al PREP) tardó sólo tres horas desde que se cerraron las casillas (y no toda la noche) en arrojar el 100% del cómputo de votos.

Eso, a pesar de que el recuento de votos es manual (como en México) y no electrónico (como en Venezuela, Brasil o India). Además, los perdedores no tuvieron mayor remilgo en reconocer su derrota apenas concluido el cómputo. En todo eso nos llevan ventaja los españoles, pese a la complejidad de su nueva pluralidad partidista que dificulta la formación de un gobierno.

Profesor del CIDE

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