Es sabido que con la globalización y el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación se ha configurado una esfera pública global que trasciende fronteras. Con ello, las audiencias de los medios y los participantes en las redes sociales tienden a homogeneizar creencias, valores, actitudes y expectativas. De manera que no sería extraño que las experiencias que se están produciendo en el largo e imprevisible proceso electoral que definirá la presidencia de Estados Unidos en noviembre próximo, tengan al menos algunas réplicas en las campañas presidenciales que definirán la elección mexicana de 2018.

Incluso antes de que se declarara con ese nombre el proceso globalizador, ya había importantes sectores de la llamada sociedad participante de nuestro país, dispuestos a la importación de experiencias políticas internacionales o a su emulación. Por ejemplo, el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 llevó a un segmento de activistas de una generación de mexicanos a idealizar los modelos revolucionarios de Fidel Castro y el Che Guevara. Más tarde ocurrió algo parecido con el triunfo electoral que llevó al candidato socialista Salvador Allende a la presidencia de Chile.

Por la franja derecha no faltó la capa de mexicanos que soñaron en las décadas de 1930 y 1940 con los modelos nazi fascistas de Alemana e Italia o del franquismo español. Pero con el crecimiento de las clases medias urbanas y la cada vez más intensa internacionalización de los contenidos de la prensa, la radio y la televisión, la expectativa que creció sobre las demás fue la vinculada a la emulación de los procesos electorales de Estados Unidos, con sus debates televisados y el conteo voto a voto seguido también por los canales de televisión. Estas expectativas fueron alcanzadas en México desde las reformas políticas de la década de 1990, con las características, estilos y rasgos culturales propios del país.

Percepciones compartidas. Pero lo de hoy es otra cosa. Más que deslumbrarse e importar o emular modelos internacionales, lo que resienten ahora los sistemas electorales es una reproducción simultánea de percepciones y expectativas, con un notable componente antiestablishment, que aparecen lo mismo en la derecha republicana de Estados Unidos que en los sectores progresistas españoles, con sus réplicas mexicanas antipartido o antisistema.

E incluso dentro de los partidos tradicionales se empiezan a dar cambios, lo mismo con la llegada de nuevas generaciones a la participación política, que con el peso de los grupos sociales más perjudicados por la crisis económica (también, de alcance global) que con el azuzamiento de los temores de la derecha a los cambios que en los países ricos traen las grandes migraciones de nuestro tiempo.

Tiempo de advenedizos. Este último sería el caso del éxito de advenedizos a la política (outsiders) en los procesos electorales, como el empresario ultraderechista Donald Trump. Ante ellos, el resto de precandidatos republicanos se mantienen repitiendo sus proclamas enlatadas de política, a pesar de la evidencia, observa el Nobel Paul Krugman, de que sus recetas han fallado en el mundo real. Y habrá que ver qué nos depara la derecha, partidista o advenediza, en las elecciones mexicanas del ciclo 2016-2018.

En el Partido Demócrata, el experto en opinión pública Charles M. Blow encuentra en el NY Times que las propuestas para generar expectativas con metas realistas y ofertas prácticas de Hillary Clinton se están quedando en desventaja ante los electores más jóvenes. Y es que éstos encuentran en la retórica de Bernie Sanders respuestas más cercanas a sus preocupaciones sobre el calentamiento del planeta, la raquítica movilidad social, el estancamiento de los salarios y el impacto negativo de los más ricos en las instituciones. Y a ver con qué responden aquí los candidatos, del centro a la izquierda, a estas percepciones a todas luces compartidas por los jóvenes del planeta (al que, por cierto, pertenece México).

Director general del Fondo de Cultura Económica

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses