¿Nueva singularidad nacional? Ahora en compañía del cuarteto que estelariza la edición de diciembre de la revista Nexos, bajo el título de portada El silencio de Los Pinos, vale la pena continuar el análisis de la comunicación gubernamental, con sus propuestas, pero en cotejo con las adelantadas aquí a partir del libro pionero Government Communication: cases and challenges del año antepasado. Sus autoras, Karen Sanders y María José Canel, plantean la necesidad de desarrollar una idea de comunicación estratégica gubernamental que le dé un lugar específico dentro de la comunicación política.

Así, la comunicación política se reduciría a la “batalla para ganar corazones y mentes” por motivaciones meramente partidistas, mientras la comunicación gubernamental se propone como “vía para construir relaciones fructíferas con los ciudadanos, con efectos benéficos de más largo plazo, incluyendo la generación de credibilidad institucional”. Se trata —este de la credibilidad institucional— de un valor en déficit, hoy, en los 15 países estudiados en el libro, lo que pondría este problema como un fenómeno más general y menos característico de la coyuntura mexicana que el sugerido por los analistas de Nexos (lo cual tampoco es excusa para no debatirlo y atenderlo).

Sanders y Canel proponen un modelo de comunicación gubernamental centrado en el ciudadano (citizen-centred) a través de informaciones e intercambios que “alienten el diálogo y la conversación pública”, ausentes o deficientes en una generalidad de países. Y esto también le restaría singularidad nacional a la lesión a “la calidad de la conversación democrática” que los editores de Nexos encuentran en el México de hoy. Por supuesto que esta estimación es altamente compartible, sólo que habría que colocarla en la perspectiva global de los nuevos fenómenos de comunicación desencadenados en las últimas dos décadas.

Mitos de gobierno. Hasta la última década del siglo anterior, el éxito de la comunicación presidencial en Estados Unidos se dimensionaba según su capacidad para generar condiciones —en la opinión pública y el Congreso— que le permitieran a los gobernantes electos cumplir con el programa legislativo del gobierno y, en la medida en que lo lograban, podían construir los márgenes para ganar la siguiente elección.

Con esa vara, el gobierno del presidente Peña Nieto no sólo habría alcanzado la más alta calificación antes de cumplir la tercera parte de su periodo. También podría aspirar a ver erigido su desempeño en modelo o prototipo de gobierno reformador, de esos que fundan duraderos ‘mitos de gobierno’, como los llama Mario Riorda en su colaboración al libro colectivo La construcción del consenso: Gestión de la comunicación gubernamental.

Los nuevos mitos. Se entiende, como lo anticipa en su colaboración Fernando Escalante Gonzalvo, lo que se quiere decir con El silencio de los Pinos, cuando lo que abunda es el habla del gobierno. De su “repliegue del debate público”, como lo califica el editor de Nexos, podría inferirse que el gobierno rehúsa el cambio de golpes de la comunicación política centrada en la batalla partidista o en los envites de los medios, sin acertar a poner en acto una comunicación gubernamental basada en la agenda del ciudadano.

Claro que hay factores domésticos que han contribuido a generar ese ánimo y habrá tiempo para analizarlos con las propuestas de Nexos. Pero también se ha formado en estas décadas una nueva esfera pública —nacional y global— que a su vez ha generado lo contrario de los “mitos de gobierno” del pasado (conjuntos de creencias e imágenes idealizadas de personajes o regímenes). Los mitos del presente parecerían tender a idealizar concepciones y actitudes antiinstitucionales (broncos) como remedios a la decadencia percibida de las instituciones. Por eso es que, como también lo dice Escalante Gonzalvo, tampoco hay algún otro actor público tradicional que consiga conectar con el ánimo de inconformidad o desconcierto de la gente.

Director general del Fondo de Cultura Económica

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