México no es un monolito. Todo lo contrario, es un país con regiones que contrastan unas con otras. Los contrastes se dan tanto en lo económico, como en lo político, lo social y lo cultural. No obstante las diferencias, hay una fuerte tendencia a generalizar. El país tiene entidades federativas muy inseguras, pero también hay otras que son más seguras. Lo mismo sucede en educación, salud o pobreza. Y el crecimiento económico de cada una de las regiones o de las entidades federativas que conforman el territorio nacional, y adentro de éstas sus municipios, tampoco son la excepción.

Por ello es importante empezar a cambiar la narrativa del crecimiento económico en México. Es tiempo de empezar a concentrarnos en ver qué entidades federativas son las que están registrando altas tasas de crecimiento económico sostenido, y entender qué hacen diferente de las que crecen mediocremente o de las que están estancadas. En términos territoriales el crecimiento económico no está siendo parejo. Así vemos que hay entidades federativas y sus zonas metropolitanas que tienen crecimientos económicos espectaculares, mientras que otras están estancadas y otras francamente deprimidas.

Si algo revelan las cifras de crecimiento económico por entidad federativa que publica el Inegi para el periodo que abarca los años de 2003 a 2014, es que el crecimiento económico varía de acuerdo a la región y a la entidad. El caso más representativo lo conforma el polígono que abarca a Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro y San Luis Potosí. Ahí las tasas de crecimiento económico son muy superiores a la que registra en el agregado la economía mexicana.

Mientras que la tasa de crecimiento promedio anual de 2003 a 2014 para la economía mexicana fue de 2.59%, en esas entidades y en ese mismo orden el crecimiento promedio anual fue de 4.82, 3.35, 5.26 y 3.33% respectivamente. O si por ejemplo tomamos las entidades federativas de más crecimiento económico para ese periodo destacan en orden descendente Querétaro, Aguascalientes, Quintana Roo (4.67%), Baja California Sur (4.51%) y Zacatecas (4.25%).

Por el contrario, vemos que las economías “regionales” más grandes de México, que son las del DF y el Estado de México, apenas se acercan al promedio nacional. Para ese mismo lapso la actividad económica en el DF, que es la entidad federativa que por mucho es la de mayor Producto Interno Bruto del país, promedió un crecimiento de 2.57% por año, el cual estuvo ligeramente por debajo de la tasa de crecimiento promedio anual de México que fue de 2.59. La tasa de crecimiento económico del Estado de México, cuyo promedio anual fue de 2.98%, fue sólo ligeramente superior al promedio nacional. De hecho, de las cinco economías más grandes de México, (DF, Estado de México, Nuevo León, Jalisco y Veracruz), la de mayor tasa de crecimiento promedio anual es la de Nuevo León, que ha promediado 4.1%.

Esto obliga a repensar la política económica, y exigirle que vaya más allá del discurso trillado de la estabilidad económica y de las grandes reformas estructurales para empezar a reflexionar en políticas de crecimiento económico regionales. Empezar a pensar el crecimiento económico de México en términos de nuevos instrumentos de política regional como las zonas económicas estratégicas es un acierto y una oportunidad para estados que se han rezagado como Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Chiapas y Veracruz, y otras a las cuales se les ha sometido con políticas de federalismo colonial como a Tabasco y Campeche.

La nueva Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), que en papel luce como una secretaría poderosísima para pensar a México territorialmente, tiene la gran oportunidad de llenar el vacío que se creó al fusionar la Secretaría de Programación y Presupuesto (SPP) con la de Hacienda y Crédito Público. Cabe recordar que la parte de desarrollo regional que llevaba la extinta SPP, se escindió para incorporársele a la recién creada Secretaría de Desarrollo Social, pero que en los hechos la función federal de desarrollo regional ha quedado en el olvido y que es imprescindible rescatar.

Por cierto, antes los Convenios Únicos de Desarrollo eran un antídoto para ordenar y quitar los incentivos a procurar los moches de los diputados. En lugar de cercenar el presupuesto para cubrir responsabilidades federales, eran un instrumento para coordinar las planeaciones federal, estatal y municipal. Esto lo coordinaba la SPP.

Si de verdad hay seriedad para impulsar el crecimiento de abajo hacia arriba, entonces es impostergable pensar a México con las políticas públicas y sus programas respectivos con un conocimiento territorial, regional y local. Nótese, que las entidades federativas de alto crecimiento económico han alcanzado esas altas tasas de crecimiento por las reformas impulsadas en la administración de los presidentes Salinas y Zedillo.

Economista. @jchavezpresa

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