El discurso de los últimos tres sexenios, incluido el actual, es en el sentido de que la economía mexicana se ha manejado de manera tal que está prácticamente blindada ante vaivenes financieros. Y hay muchos indicadores que lo sostienen: el potencial exportador del país (397 mil millones de dólares en 2014), la acumulación de reservas internacionales a nivel récord (más de 190 mil millones de dólares), la mejora en la evaluación de calificadoras a la deuda mexicana y la relativa estabilidad de la paridad peso-dólar.

Hoy al menos tres de esas variables se están modificando: las exportaciones petroleras cayeron 44% en el primer semestre —mermadas por el drástico descenso en el precio del barril de petróleo—. En lo que va del año se han perdido reservas por casi 5 mil millones de dólares, justo porque se ha roto la relativa estabilidad de la paridad peso-dólar. El dólar comenzó el año 15.05 pesos y ayer alcanzó un máximo histórico al ubicarse en 16.90 pesos.

El incierto panorama económico global que se ha presentado a lo largo del año tuvo ayer un nuevo pico que se manifestó con la caída de bolsas de valores en el mundo, una nueva disminución en el precio del petróleo y la devaluación de varias monedas frente al dólar. Aunque la autoridad financiera del país asegure que la situación está bajo control, la economía es impredecible, por lo que ante el volátil entorno lo recomendable es aceptar que hay incertidumbre y ofrecer el compromiso de que se actuará con prudencia, más que declarar que el mercado cambiario opera bien y no hay preocupaciones.

La turbulencia actual es un buen momento para que los encargados del timón económico demuestren calma y buen oficio ante los nubarrones. La disminución del precio del barril de petróleo, por ejemplo, que ha pasado de 90 dólares el año pasado a 38 dólares en 2015, debe servir para voltear y apoyar a otros sectores que también son generadores de divisas como el turismo, la industria automotriz e impulsar nuevos campos como el aeronáutico o la tecnología.

El alza del dólar debe aprovecharse para diversificar exportaciones —se abaratan productos mexicanos— y explotar los tratados de libre comercio con 44 países que tiene México. Y ante el encarecimiento de productos extranjeros no vendría mal una campaña para adquirir productos de manufacturación nacional, lo que alentaría el mercado interno.

La economía estuvo a prueba en 2008 y 2009 cuando, a pesar de que la afectó algo más fuerte que “un catarrito”, no se llegó a los niveles de desempleo y recesión que vivieron España, Italia, Grecia o Portugal. Este año la prueba es dura nuevamente, capotear el vendaval no será fácil. Apostar a un uso inteligente del gasto, a impulsar exportaciones no petroleras y a utilizar menos el crédito extranjero debe dar resultados certeros.

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