El senador Ríos Piter, ante la aprobación fast track de la reversa legislativa a la aplicación del 3 de 3 a la iniciativa privada, declaró que “la corrupción es un tango de dos actores, los servidores públicos y la IP, los empresarios serán muy importantes en la implementación del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) y para las nuevas leyes”. Además, en la voz de Juan Pablo Castañón, Presidente del Consejo Coordinador Empresarial, el 21 de junio, se hizo público el compromiso que asumieron los empresarios con el Presidente de la República, consistente en someterse a una capacitación y certificación de prácticas de cumplimiento ético como política, no en el ámbito legislativo, por lo tanto, inductivo, no obligatorio.

Todo esto mueve a muchas reflexiones, un ejemplo es la expresada en el editorial de EL UNIVERSAL del 5 de julio, que cuestiona el intercambio tan ventajoso que obtuvieron los empresarios y que manda un mensaje equivocado a la sociedad, respecto a la trillada frase “la ley no se negocia”. Ello, sobre todo en un momento en que hay interés mayoritario en preservar la reforma educativa, que enfrenta la oposición virulenta de sectores minoritarios del profesorado.

En el tango la pareja se distancia y acerca con pasos rápidos, con giros súbitos, al grado que provoca la ilusión óptica de que por momentos los cuerpos se funden en uno y no es posible distinguir con precisión en el abrazo quien es quien. Lo mismo sucede con lo público y lo privado, el corruptor y el corrupto. En el enjuague se confunde el recurso presupuestal con el propio de los particulares, y con ello la opacidad envuelve al desvío y la única garantía que se va a depositar contra este baile exquisito es un certificado y la promesa de una capacitación.

Ahora hay que esperar la reacción de los activistas de la transparencia. ¿Cuál será su posición sobre el particular, ya que se enteraron que trascurrieron dos semanas antes de que se revelara el ofrecimiento que los empresarios hicieron en Los Pinos? Con la nueva ley, quienes manejen recursos públicos indebidamente, como sucedió en el caso Serrano Limón, no serán inhabilitados, ni serán equiparados a un servidor público para ser sancionados administrativamente, ni siquiera podrán ser amonestados como parte de una responsabilidad.

En el tango, hay alguien que guía y otro que sigue. ¿Quién es quién en la corrupción? En ocasiones se intercambian los papeles, pero generalmente es uno de ellos. Quien manda, no se compromete y está menos expuesto a las caídas, pero el que obedece puede pisar o dar una patada en cualquier momento. Así, bailando, viven bajo la mirada del espectador quien no atina a descubrir quién de los dos danzarines lleva la mayor parte. Uno puede legalmente permanecer en la obscuridad.

Buena metáfora: la corrupción es un tango de dos actores. La legislación debiera ser simétrica para ambos. ¿Cuál será la reacción de los profesores, médicos y enfermeras, que son servidores públicos si trabajan para una entidad gubernamental federal, estatal o municipal, cuando se percaten que dentro de un año estarán obligados a presentar declaraciones patrimonial y de intereses? Cabe recordar que hoy están excluidos de dicho deber, ya que los sujetos obligados son un grupo relativamente pequeño de servidores públicos que incluyen a los mandos medios, y aquellos que tienen facultades de autoridad o manejan, administran, guardan o custodian recursos públicos.

El tango es un baile, que eventualmente termina con el fin de la música. La corrupción sólo disminuye cuando su combate es parejo y no hace excepciones. Esperemos que el certificado de buenas prácticas sea suficiente para inhibirla, pero siempre es mejor imponer sanciones claras frente a conductas que dañan a la sociedad. De buenas intenciones está sembrado el camino al infierno.


Profesor de Posgrado de la Facultad de Derecho Universidad Anáhuac del Norte


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