Solo con una gran ingenuidad pueden traducirse como un “descarte” las respuestas que dio Luis Videgaray a Carlos Loret de Mola en el noticiero que conduce en Televisa (martes 10 de enero). Una de las reglas de la sucesión en clave priísta —regla que, al parecer, permanece inalterada— es que, como decía Fidel Velázquez, “el que se mueve no sale”. Los tiempos de la sucesión los marca el Presidente, como jefe real del partido. Decir “sí quiero” sería como reconocer que el Presidente se encuentra ya en su etapa terminal y eso es de mala educación. No; ningún miembro del gabinete puede distraerse en mezquindades políticas porque están concentrados en cumplir “la honrosa tarea que les ha encomendado el Señor Presidente” (así, con mayúsculas).

Pero Videgaray, el candidato in pectore de Peña, sigue a la cabeza de los presidenciables. Lo que no quiere decir que, sin remedio, vaya a serlo; sobre todo porque es evidente que su nominación generará fuertes resistencias no solo a nivel social sino dentro del PRI, quizás incluso mayores de las que en 1987 llevaron a la Corriente Democrática a formar el Frente Democrático Nacional (FDN) y postular como su candidato presidencial al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, quien estuvo a punto de derrotar (¿o derrotó?) a Carlos Salinas de Gortari.

Otro ingrediente que puede jugar en contra de su aspiración es la idea de que Videgaray no solo fue el primer nombramiento de Trump en el gabinete de Peña Nieto, sino que podría ser “su” candidato presidencial. Y esto sí calienta. El licenciado Javier Rojo Gómez le relató al periodista Gregorio Ortega una confidencia ocurrida en los años 40 del siglo pasado: ante la especulación de que el gobierno estadounidense apoyaba al secretario de Relaciones Exteriores, Ezequiel Padilla, el presidente Ávila Camacho le aclaró: “Óigame bien, yo nunca permitiré que se diga que los norteamericanos nos impusieron un presidente. ¡Nunca!”. ¿Lo permitirá Peña Nieto?

¿Cómo decodificar, entonces, las respuestas de Videgaray a Loret? Pues al revés. Por una parte, ahora que Videgaray es casi diplomático, hay que recordar la vieja conseja: “cuando un diplomático dice que no, es que quién sabe; y cuando dice quién sabe, es que sí”. También podríamos tener presente la frase inglesa: “no creas nada hasta que no haya sido oficialmente desmentido”.

En la historia de México hay múltiples ejemplos de engaños de los “tapados”, como el de don Adolfo Ruiz Cortines, quien agradecía a quienes le expresaban su apoyo —astutos que, como lo describe Martín Luis Guzmán en La Sombra del Caudillo, acudían a ofrecer su respaldo a todos los probables—, pero los desconcertaba con su respuesta: “No es aquí a donde deben venir... Yo pronto pasaré a mejor vida”. Y era cierto, pasó de Bucareli a Los Pinos. O, un ejemplo más reciente: Andrés Manuel López Obrador pidiendo que “lo dieran por muerto”.

Así que el ahora canciller respondió lo que debía responder:

CL: ¿Es presidenciable Videgaray?

LV: No.

CL: ¿Quiere ser presidente de México?

LV: No.

CL: ¿No quiere ser candidato del PRI a la Presidencia de México?

LV: No. Soy orgullosamente militante priísta, pero (en) el ejercicio de un cargo público, uno tiene que dejar su militancia guardada en un cajón. En la Secretaría de Relaciones Exteriores no represento al PRI.

CL: Muchos analistas están diciendo “regresó Luis Videgaray, porque es el gallo de Peña Nieto para el 18”.

LV: Eso está padre para los analistas, que tienen que escribir de algo todos los días y pues la conversación política siempre es sabrosa ¿no?, es divertida. Pero mi determinación es clara y yo lo que vengo es a trabajar por México, con profundo amor por mi país y con el enorme honor de representar a México ante todo el mundo, no solamente ante EU.

Solo que, casi de inmediato, insistió Loret:

CL: ¿Que lo den por muerto?

LV: No. Soy el canciller, soy el secretario de Relaciones Exteriores y voy a estar tremendamente activo defendiendo a México y los mexicanos en todo el mundo.

CL: Lo digo, ¿se descarta para la carrera presidencial del 2018?

LV: No es algo en lo que yo tenga interés y no es algo en lo que me vaya yo a distraer.

La conclusión me parece obvia: el hombre del gran poder en el gabinete de Enrique Peña Nieto no se descarta ni acepta que lo den por muerto. Creer lo contrario es muy cándido.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario.

@alfonsozarate

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