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La tormenta política se desata en el Palacio de Minería en el choque sobre corrupción, el estelar de la sucesión 2018, entre cinco candidatos presidenciales, y esa cuestión es el centro de este primer debate de un par de horas, al que ha llegado Andrés Manuel López Obrador como gran favorito en las encuestas y por ello es el imán de las impugnaciones de sus contendientes.

Último en entrar al edificio, López Obrador ha bajado de su coche blanco, todos los de esta noche son vehículos de ese color, y una vez que cruza el umbral del recinto se desata una tormenta eléctrica, y sus truenos resuenan en el Centro Histórico, y no los apagan ni los gritos de sus adeptos incansables: “¡Obrador! ¡Obrador!”, ni las consignas de grupos detractores que este día han debutado en su contra en la Ciudad de México, sin marca registrada.

Uno de los pararrayos cercanos es la Torre Latinoamericana, pero ahí adentro, en el lance de señalamientos y de críticas, cada uno se defiende como puede.

José Antonio Meade Kuribreña, cuando el debate lleva 40 minutos y le toca responder a la pregunta de que México es más corrupto, suelta lastre: “No habrá más estafas maestras”.

El formato de este encuentro deja en libertad a los moderadores de exponer preguntas con señalamientos que pintan los problemas. Hay preguntas, como la de la moderadora Denise Maerker, al ex secretario de Hacienda del gobierno de Peña Nieto, a quien esta noche en el debate se le tilda de corrupto.

“¿Se puede salir limpio del lodazal?”, es la cuestión y Meade Kuribreña responde sin titubeos, sin vacilación y escueto: “Se puede”.

Los que están en el patio del Palacio de Minería son pesos completos. Frente a las cámaras de televisión se encuentran candidatos y moderadores, y en el entorno están los acompañantes de los aspirantes presidenciales, un grupo selecto de la clase política: dirigentes de los partidos políticos y personalidades de sus equipos de campaña.

Un dispositivo del Estado Mayor Presidencial tiene control de la seguridad y accesos de todos los edificios próximos. Los asistentes ingresan a pie y caminan dos cuadras, desde el Eje Central Lázaro Cárdenas y Donceles.

Los candidatos han entrado por el portón principal. Sólo ellos. Primero aparece Margarita Zavala, independiente, de azul marino y con una reboso grisáceo. Está sola y tranquila.

Meade Kuribreña y su esposa, Juana Cuevas Rodríguez, siguen en el orden de llegada, ofrecen ademanes a los fotógrafos y camarógrafos.

Los trozos de meteorito del lugar han sido retirados y el candidato saluda a los guardianes del recinto.

Ricardo Anaya Cortés y su esposa Carolina Martínez Franco se muestran son- rientes ante los demás.

Rodríguez Calderón camina sin soltar de la mano a su esposa, Adalina Dávalos Martínez; ambos han aparecido en escena antes de su turno.

La pasarela de los que vienen por el poder la cierra López Obrador, “Andrés Manuel” o sólo “Andrés”, como lo llamarán sus oponentes. Entró rápido con Beatriz Gutiérrez Muller, sin voltear para atrás y sin dar testimonio de su ánimo a los periodistas. Frente a esa entrada, en la plaza Tolsá, hay una carpa y algunas pantallas, con máquinas para el trabajo de los informadores. Es un espacio improvisado, que no cubre de los vientos de la tormenta de la tarde a la gente. Por el piso corre agua de lluvia y los sanitarios que prestó el Museo Nacional de Arte tienen su horario.

En orden de aparición ante las cámaras, los moderadores del debate son Denise Maerker, Sergio Sarmiento Fernández de Lara y Azucena Uresti Mireles, quienes les formularán preguntas punzocortantes.

Los pesos pesados van a confrontarse en tres episodios, en los de seguridad y violencia, combate a la corrupción e impunidad, así como democracia, pluralismo y grupos en situación de vulnerabilidad.

A lo largo de las dos horas previstas, López Obrador se escurre de los ataques, no contesta, y tienen que retarlo a dar un “sí” o un “no”.

Recibe más golpes de Meade y Anaya, y es Rodríguez Calderón quien lo presiona para que diga si es “honesto, honesto, honesto, honesto, honesto”.

El señor de la parsimonia, cabellera canosa, de pocas sonrisas esta noche y de un gesto recurrente: levantar la cabeza, echar el pecho hacia adelante, aguanta cada golpe. Más sabe el diablo por viejo que por diablo, dice el dicho que explica que el puntero en las encuestas calle cuando le conviene y hable lo que quiere decir.

Margarita Zavala Gómez del Campo es muy enfática, vehemente y cada vez que puede mira a las cámaras y le habla de tú a los televidentes. Tiene que contestar si va a mandar ella o su esposo y cuál va a ser la diferencia entre el sexenio de Calderón y el suyo. Anaya, su contendiente obvio, recibe dardos de ella, no tantos como pudo esperarse. Además, reconoce que Meade es honesto.

Su origen de independientes explica que Zavala y Rodríguez Calderón sean neutrales. El gobernador con licencia de Nuevo León resulta más peculiar que Los Bárbaros del Norte, los que en los 80 sacudieron al PAN.

Este candidato independiente, rey de la taquilla, en una respuesta dice estar a favor “de mocharle la mano al que robe”. La moderadora Uresti Mireles busca precisiones: “¿No habla literalmente?” El Bronco responde afirmativamente. Y que si ha mentido y confiesa que sí. Y si eso es corrupción, le pregunta la periodista. El hombre, a sus anchas, como es, afirma que sí. Y saca a relucir su ejemplo favorito de mentira: que promete a su esposa llevarla al cine y no cumplir, y a sus electores terminar su sexenio y estar de licencia.

A Ricardo Anaya se le pregunta sobre sus propiedades. Al responder dos veces sobre ello mira desafiante a las cámaras y dice que ninguna acusación hay en su contra y que usaron a la PGR para dañar su imagen. Y retoma su estrategia de atizar en cada segmento a Meade y a López Obrador.

El Palacio de Minería es una fortaleza impenetrable por quienes no están acreditados. Los periodistas que han venido tienen la misma información que los millones de televidentes y seguidores de la imagen vía redes sociales, y de las transmisiones en los portales, como el de EL UNIVERSAL, que difunde tanto el debate “en vivo” a México y el mundo, como notas y envíos vía Twitter y Facebook. Además, retoma la retroalimentación de las redes. Adentro han llegado los truenos de la tormenta eléctrica, los sonidos del vendaval, los gritos de los adeptos, el palpitar agitado de la plaza pública, en la que es la elección más competida de la historia.

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