Hueypoxtla, Méx.— Flores blancas inundaron el féretro y la casa donde Monserrat Juárez creció. Cuentan sus amigos, tíos y vecinos que en la humilde vivienda con enorme patio, la joven corrió, trepó a los árboles, correteaba a los perros; de esa libertad, risa y buen corazón, ahora sólo quedará el recuerdo.

Sus amigos no daban crédito a lo tortuosa que pudo ser su muerte. “Ella tenía sueños, metas y es increíble que le haya quitado la vida así, no es justo, vivió encerrada hasta su último día, nadie pudimos hacer nada por ella, es mucha la impotencia”, dijo Regina quien estudió la secundaria con Monserrat en el poblado de Hueypoxtla, a media hora de Zumpango en el Estado de México.

Tristemente para Monchi, como le decían de cariño, sus padres no pudieron estar con ella en este día; de última hora la fiscalía capitalina los mandó llamar a la Ciudad de México, “ustedes sigan, despídanla como se debe, no vamos a alcanzar a llegar”, dijo María, su madre vía telefónica al hermano de Monserrat y un tío, quienes se encargaron del velorio.

De su casa, salieron a la iglesia San Bartolomé; ahí oficiaron una misa de cuerpo presente, “que la vida de Monserrat no sea en vano, hay que dialogar, platicar con los hijos, que ellos sienta confianza de que la casa es un lugar seguro, sin regaños no golpes, los jóvenes deben saber que no hay un lugar más seguro que la casa”, dijo el padre Fabián.

Luego, emprendieron la caminata hacia el panteón municipal de Hueypoxtla, las calles empedradas y empinadas hicieron el camino más lento. Una vez dentro, los familiares hicieron el último intento de esperar a los papás de Monchi. “Ustedes sigan, nosotros luego la vemos”, dijeron por celular.

Con cantos, rezos y flores blancas dieron el último adiós a Monserrat. Le siguieron aplausos y lágrimas: “eres libre mi niña, por fin eres libre, sigue corriendo como lo hacías de pequeña”, sollozó una de sus tías.

El clamor de justicia por parte de sus familiares no se hizo esperar, al tiempo que cuestionaron el actuar de las autoridades y exigieron que los responsables sean castigados. “Esos malditos no van a tener paz nunca, Monse no le hacía daño a nadie, todo el tiempo la tuvieron contra su voluntad, con engaños, amenazas y manipulación”.

“Que ni una familia vuelva a vivir este dolor” expresó ente llantos Ruth, tía de la víctima quien dijo, por más de dos años trataron de que la joven regresará a casa.

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