Roberto Junco vive en la tierra pero sueña debajo del agua.
Como arqueólogo subacuático, su sueño es rescatar buena parte de la historia que ocultan los océanos.
Y parece que va bien encaminado.
A los 45 años, este investigador mexicano, subdirector de arqueología subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, puede presumir de participar en algunos de los hallazgos más importantes de los últimos años en el continente americano.
Como cuando en 2015 encontró un tesoro de oro y esmeraldas que cargaba un barco mercante hundido hace 300 años en la costa de Yucatán.
O cuando hace apenas unos meses descubrió una minería de ocre en cuevas inundadas por más de 7 mil años en el estado mexicano de Quintana Roo.
Ahora está empecinado en encontrar los legendarios barcos que presumiblemente hundió Hernán Cortés en 1519 en Veracruz. Aquellos que sacrificó para no abandonar México y sellar así la conquista del imperio azteca.
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Junco dice que muchos lo tachan de loco porque afirman que esas naves no existen, pero ya ha encontrado tres anclas que coinciden con la época y confía en que el resto acabará apareciendo.
BBC Mundo habló con él en el marco del festival Hay Querétaro de 2020.
¿De dónde le viene el afán por descubrir la historia oculta bajo el mar?
Quise ser arqueólogo desde niño. Mi máxima en la vida siempre fue buscar tesoros. Me pasaba la infancia disgustando a mi madre porque me ponía a cavar hoyos en el jardín de casa.
También desde chico aprendí a bucear porque era algo que le encantaba a mi padre. Éramos fanáticos de pasar la vida en barco.
Todas esas vivencias fueron configurando mis pasiones de hoy.
¿Cómo se vive esa pasión? ¿Qué se siente encontrar algo que uno lleva buscando hace tiempo?
De alguna forma es como si nunca dejara de ser niño. Es una sensación eufórica, maravillosa, que muchas veces ocurre fortuitamente.
Buscar y encontrar es una de las cosas más apasionantes para el humano desde el inicio de nuestra especie.
Imagina la felicidad que sentimos cuando encontramos trozos de porcelana china de la dinastía Ming en la costa del Pacífico mexicano. ¡Caray, fue impresionante pensar cómo llegaron esas piezas del siglo XVI a nuestras costas!
Este año usted y su equipo se han llevado titulares por descubrir una minería de ocre en cuevas submarinas de hace 7 mil años.
Son cuevas que descubrimos hace unos años en la zona de Tulum.
Cuando acabó la era de hielo hace 7 mil años, subió el nivel del mar y todos esos sistemas cavernosos se inundaron.
Pero todo lo que se quedó dentro cuando estaban secas se ha preservado de maravilla. Es una ventana a la prehistoria.
El proyecto se llama Hoyo Negro y allí encontramos esqueletos humanos anteriores a mayas y olmecas, incluyendo el de la adolescente Naia, los restos humanos más antiguos que se han encontrado en el continente americano. Datan de hace unos 12 mil o 13 mil años.
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Además, se apreciaron apilamientos de piedra en forma piramidal que no eran naturales. Alguien los había puesto ahí, y estaban vinculados a la minería de ocre. Se trata de un pigmento fantástico porque se ha utilizado por muchas culturas en varios continentes.
Esa pintura rojiza de varios murales prehistóricos es ocre, óxido de hierro.
Hoy siguen existiendo culturas africanas que pintan su pelo y piel con este mineral. Además, como contiene arsénico, también se utiliza para protegerse de los insectos; los mata.
Gracias a la minería que encontramos en México, sabemos que el ocre se explotaba en cantidades inmensas en un período muy remoto.
¿En qué otros proyectos está trabajando? ¿Qué otros hallazgos destaca?
Nuestra área de investigación es muy variada.
Hace poco descubrimos un barco naufragado durante la Revolución mexicana que narra una historia fantástica.
Se trata del cañonero Tampico, hundido durante una batalla en el Pacífico, que fue testigo de uno de los primeros combates aeronavales de toda la historia.
También estamos muy metidos en proyectos de la época colonial.
En México hay galeones hundidos tanto en el Pacífico como en el Golfo y el Caribe.
Son embarcaciones que conectaban el mundo entero. Por el Pacífico, América con Filipinas, India, Japón y China; por el lado del Golfo, se comerciaba con la metrópolis española.
La globalización ya existía en el periodo colonial.
También tenemos una larga trayectoria en arqueología prehispánica. En las lagunas del volcán Nevado de Toluca, dentro de un cráter de 4 mil 200 metros de altitud, hemos encontrado vestigios de pueblos prehispánicos.
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Y no ha sido una labor fácil. Son aguas muy frías y oscuras. Pero gracias a las investigaciones hemos comprendido mejor la ritualidad de estas culturas y cómo consideraban a la montaña una entidad viva y sagrada.
¿Y qué hay de su búsqueda de los legendarios barcos de Cortés? Muchos piensan que es imposible encontrarlos.
Ha sido un proyecto quijotesco. Muchos nos tildan de locos, nos preguntan cómo vamos a encontrar unos barcos que nunca hundió.
Así y todo emprendimos la búsqueda usando tecnología punta como el sonar y el magnetómetro.
Ya hemos localizado tres anclas que por sus características nos remiten al período que nos interesa, al siglo XVI. Junto a ellas también aparecieron restos de madera pegados que nos han puesto en la antesala de donde queremos estar.
Encontrar los barcos de Cortés lleva dos años de campo y aún le falta muchísimo tiempo. Somos optimistas y creemos que el resto de las embarcaciones acabará apareciendo.
¿Hay tesoros con más valor que otros?
Para nosotros, cualquier hallazgo es un tesoro. No tiene que ser algo monetario, puede ser un pedazo de cerámica o de madera.
Tampoco te voy a negar que nos dio mucha satisfacción descubrir en Yucatán el tesoro de esmeraldas y piezas de oro, sobre todo porque hoy está disponible para visitar en el museo de arqueología subacuática de Campeche.
Nos dio mucho gusto ganar a los "cazatesoros" que buscan desesperadamente para luego pactar ganancias con los gobiernos.
Tengo entendido que no solo quiere encontrar tesoros sino también cambiar la forma en que se presentan los proyectos de arqueología.
A propósito de nuestra participación en el Hay Festival queremos presentar nuestra idea para acercar la arqueología al arte.
La ciencia tiene una fórmula para comunicar, una pretensión de objetividad total.
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Nosotros queremos explorar otra forma de narrar lo que hacemos y hemos desarrollado un proyecto para fusionar investigación científica y arte.
Estamos incursionando en el cómic para contar descubrimientos a través de historietas. También estamos produciendo una fotonovela para narrar una expedición.
Cuando presentamos los primeros resultados del proyecto de Cortés, lo hicimos en una iglesia barroca con un grupo de flamenco. La gente salió fascinada porque vivió una experiencia distinta. Queremos comunicar pero también hacer sentir.
¿Qué opina del papel de México y otros gobiernos en la exploración subacuática?
México siempre ha estado en la vanguardia en la protección del patrimonio y el empleo de tecnología para ello.
Nuestra intención es colaborar y ayudar a otros países. En nuestras investigaciones hemos invitado a arqueólogos de Irán, colegas latinoamericanos y ahora estamos apoyando mucho a Jamaica en la creación de su proyecto de arqueología subacuática.
Colombia ya tiene un programa universitario de arqueología subacuática y Argentina se ha convertido también en un faro para los países del cono sur. Muchos países están avanzando.
¿Qué se podría mejorar?
La financiación siempre ha sido nuestro gran reto.
Existen las leyes, el talento y las instituciones, pero nos falta más impulso económico.
Los gobiernos no ven nuestra labor como algo de primera importancia y siempre hay cosas más importantes que la cultura.
Y es paradójico porque la cultura siempre ha sido un gran motor de la economía. El turismo en México ha sido una industria brutal y una parte importante de ese turismo se debe a los hallazgos culturales.
Hacer arqueología subacuática es caro, pero el beneficio está ahí. Los tesoros que encontramos van a los museos y eso atrae visitantes y consumidores a los ciudades donde se encuentran.
A los gobiernos les falta visión para ver el potencial de la cultura en la economía.
¿Qué le queda por descubrir a Roberto Junco? ¿Qué más le gustaría explorar?
Quiero indagar más en la conexión entre los pueblos del sudeste asiático y América Latina.
En su momento, Hernán Cortés pidió autorización para visitar las Islas Molucas, en Indonesia.
Resulta que estas islas eran el único lugar del mundo donde crecía el clavo de olor y la nuez moscada. También estaban llenas de pimienta y otras especias muy importantes para los europeos.
Es alucinante pensar la forma en que los sabores mexicanos están tan mezclados con los del sudeste asiático, por ejemplo. Allá consumen chile y tomate, un género que viene de América.
Es muy curioso saber que en el siglo XVII hubo un sultán en Indonesia que adoraba tomar chocolate, un cultivo que viene de México.
Otro ejemplo son las peleas de gallos. Son muy comunes en México pero esta afición vino de Indonesia o Filipinas.
Eso tuvo que llegar a través de un barco de la ruta del Galeón de Manila. Unos barcos de 40 metros que navegaban seis meses por aguas tempestuosas y difíciles.
Es lo que tiene la arqueología, que hace del mundo un lugar mucho más chiquito de lo que parece.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Querétaro, un encuentro de escritores y pensadores que se realizará virtualmente entre el 2 y 7 de septiembre de 2020.
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fjb