, una de las más importantes del país, se mantiene optimista respecto al inminente regreso presencial de las actividades de la agrupación en septiembre próximo. La clave del éxito será no sólo programar compositores que son sinónimo de genialidad como Bach, Mozart o Beethoven, también analizar la viabilidad de cambiar los horarios habituales de la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, facilitar pruebas de antígenos a los músicos, repetir un mismo programa durante varios días y ofrecer más funciones, incluso, diarias; así como "romper" con la idea de que el retorno a la actividad es peligroso. Y, sobre todo, dice, reconocer que son tiempos para avanzar con humildad y con la certeza de que el panorama ha cambiado.

Mientras se analizan las opciones para la Sinfónica Nacional, el 3 de julio inicia la temporada 2021 de la Sinfónica de Minería, de la que también es titular. Sin embargo, se llevará a cabo vía streaming. Esta experiencia de trabajo, dice Prieto, es un avance de cómo podría retornar la Nacional.

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Has vuelto a dirigir no sólo en México, también en otros países como España. La actividad se retoma poco a poco, ahora estás con mascarilla, con poco o nada de público. ¿Algo cambió?

No lo sé. Lo pienso con cierta frecuencia. Algo dentro de mí me dice que la capacidad de comunicación, y no me refiero sólo a la mía, es mayor por lo que pasó. Lo que ahora puedo decir con total certeza es que valoro mucho más lo que hago y lo vivo más. Me gustaría pensar que con esa intensidad puedes comunicarte más y mejor. Los conciertos que he tenido son muy emotivos, muy exitosos y muy disfrutables. La música y todas las manifestaciones artísticas me llegan de manera muy profunda. La parte que sigue siendo difícil es reestablecer el contacto con el público, especialmente con el público mexicano que es tan expresivo. Me duele que el público no tenga todavía la experiencia de un concierto, me duele tanto como que los niños no puedan ir al colegio. Pero entiendo parcialmente las preocupaciones, sólo espero que el regreso ocurra muy pronto. Mi regreso al escenario fue muy emocionante, me estallaban las lágrimas. La orquesta con la que estaba ya llevaba varios meses con público, pero para mí era la primera vez y no sólo eso, había 800 personas en la sala, yo llevaba un año sin ver a un solo asistente.

"Quiero cambiar la idea de que volvernos a ver es peligroso, por la idea de que cuando encontremos la manera de que no sea peligroso podremos valorar lo fabuloso que es”.

¿Cómo lograr que la gente desee volver a una sala?, ¿se programa una fanfarria o un réquiem? ¿Y si el público regresa y se encuentra con un programa que no lo satisface y decide no volver?

Si no estuviera esa pregunta ya se me hubieran ocurrido varios programas que me reclaman en Bellas Artes. Pero este es justo el meollo del asunto, ¿cuál es el mensaje que queremos dar? Para mí la respuesta está en homenajear. No creo que primero debamos tocar un réquiem aunque sea lo más aceptable, es decir, sí, se podría pensar que lo primero que debemos hacer es honrar a los caídos, pero no lo sé. Para mí, lo que llega más es lo que haces con todo tu corazón y que además sea buena música. ¿Qué mensaje nos da una sinfonía de Beethoven? A mí me da uno, a ti otro, pero lo que sí está claro es que es buena música. Tampoco creo que podamos hacer un programa festivo de aniversario para decir que estamos muy felices ignorando lo que nos sucedió. Lo difícil es encontrar un punto medio, ser humildes y estar conscientes en que los conciertos duran entre 60 y 80 minutos. Mozart, Beethoven, Bach, son incuestionables. Una obertura de Bach es simplemente genial. Y, por otro lado, comunicar nuestro amor a la música. No es momento de hacer grandes cosas como un Réquiem de Verdi, pero sí uno de Mozart con una orquesta y un coro pequeño, que es lo que hicimos con Minería. Dar un mensaje en este momento es peligroso, lo que debemos hacer es maximizar. Yo he planteado hacer conciertos todos los días y los músicos se ríen, pero sí lo creo, toda la semana podemos tocar las sinfonías de Beethoven, así, sin ensayos. Pero sigue habiendo una manera de pensar en cómo debemos trabajar. Para mí más qué vamos a tocar es cómo y con qué entrega. A mí me preocupa más cómo le comunico al público mi agradecimiento, yo no quiero hacer esto por gusto sino por razones más profundas. El primer concierto al que fui como público me la pasé chillando 60 minutos, nunca me había pasado, era un cuarteto y pudo haber tocado lo que sea porque yo hubiera estado igual de emocionado. Me parece que no hay que sobre analizar las cosas. Hay gente que salió de su casa y que se metió al teatro, así que una sinfonía de Beethoven es una buena idea.

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La Sinfónica Nacional tiene una estructura compleja. ¿Cómo y cuándo volverá?

Tenemos 100 músicos, les puedo plantear que quien quiera venir, que lo haga, quien no, se respetará. A partir de cuántos son, puedo plantear un programa. Ya hice programas para 30 músicos, los puedo hacer para 70. Pero creo que tendré más disposición y más músicos de los que puedo tener en el escenario. Yo podría despotricar contra la burocracia, pero no puedo dejar de reconocer que durante año y medio le ha dado de comer a los músicos. Entonces, ¿cómo volvemos? Es complejo, pero Minería es un ejemplo. Con Minería pudimos contratar un espacio neutro, el Auditorio Blackberry se rentó durante tres semanas, no tiene trabajadores sindicalizados ni una estructura que te exige cosas, ninguno de los músicos fue obligado, todos estábamos ahí por una necesidad apremiante de hacer música, a todos nos daba igual si la iluminación estaba bien o no. Creo que esto también lo veremos con la Sinfónica. En marzo propuse el programa a Minería, me dijeron que era imposible una sinfonía de Beethoven o traer a Jorge Federico Osorio de Chicago, así que propuse diferentes alternativas y terminamos con la más ambiciosa. Colocamos a la orquesta casi de manera circular, cosa interesante, como nunca, estaban felices porque las maderas estaban a lado de las cuerdas. Esas tres semanas me servirán para otras experiencias que vendrán, pero con circunstancias que no puedo controlar como un teatro enorme como lo es el Palacio de Bellas Artes. Por ejemplo, si sólo dejan entrar a 300 personas, puedo proponer que hagamos el programa cinco veces, porque para mí ahora la obsesión es el público. Yo quiero romper la idea de que volvernos a ver es peligroso, la quiero cambiar por la idea de que cuando encontremos la manera de que no sea peligroso podremos valorar lo fabuloso que es.

"Espero que no se hagan protocolos por show, es decir, que se tomen tres horas para desinfectar cada silla (en los aviones no lo hacen). Espero que en Bellas Artes impere la lógica”.

¿Cuándo regresa Sinfónica Nacional?

Para mí el regreso es septiembre, con 50% de aforo, con 30 o 40 músicos, con conciertos de 70 minutos, sin intermedio, con mucha emotividad. En Hamburgo estuve en una sala enorme con 2 mil 800 de aforo, pero permitieron como 600, no lo noté, para mí la sala estaba llena, lo que cambió es que si antes se hacían dos conciertos, ahora se hicieron siete. Insisto, sí hay una obsesión para que un programa pueda ser escuchado por más personas. Si hay gente que quiere salir, entonces lo que debemos hacer es facilitarle las cosas con cosas como cambiar los horarios, hay quien cree que debemos mantenernos los viernes por la noche, otros creen que es mejor de día, por mí se pueden hacer todos los días. Adicionalmente se tienen que tomar en cuenta los protocolos como tener que salir del teatro para que se limpien, pero yo esperaría que no se hagan esos protocolos por show, es decir, que se tomen tres horas para desinfectar cada silla. En los aviones, que van llenos, no ponen a limpiar cada asiento y cada pedacito tras cada vuelo. Así que espero que en Bellas Artes impere la lógica. Soy un creyente de la ciencia y de la vacuna.

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Aquí se insiste en usar tapate desinfectante y dar esa falsa seguridad de estar en un espacio desinfectada.

He visto algunos lugares en los que te pasan por un arco para que te rocíen algún líquido, supongo que alcohol. Psicológicamente están bien, pero.... En Alemania hicieron un cálculo y vieron que era más barato exigir pruebas y ponerlas disponibles en bases de datos, que no abrir las actividades. Por ejemplo, en la orquesta en la que estuve nos hacían por la mañana una prueba de antígenos diariamente y si todo estaba bien, pues ya en el concierto nadie usaba máscaras, excepto para moverte por el lugar; esas pruebas cuestan como un euro por persona por día, muchos menos de lo que cuestan otras medidas como poner acrílicos. Para mí, esta es la manera de empezar, pero no sólo para la música, sobre todo para la educación, si algo me quita el sueño es que los niños no puedan ir a la escuela.