El robachicos es el con el que a principios del siglo XX se designó al secuestrador, un personaje también conocido como el coco, el cucuy, el cuco, el hombre del costal, el hombre del saco, el sacamantecas o el boogeyman, y forma parte sustancial de la investigación de la historiadora Susana Sosenski, quien, con base en expedientes judiciales de las primeras seis décadas del siglo pasado, analiza el origen del secuestro, la infancia y el miedo en México.

En "Robachicos. Historia del secuestro infantil en México" (1900-1960) (Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM/ Grano de Sal, 2021) Sosenski explica que la sociedad, las instituciones y la prensa de nota roja se fueron decantando en construir sujetos sospechosos que llamaban robachicos o robainfantes.

Sosenski documenta, con base en la investigación sobre los expedientes judiciales, cómo ha ido en crecimiento el secuestro infantil en México, cómo se ha convertido en uno de los ámbitos explotados por el crimen organizado y cómo ese delito ha expulsado a los niños del espacio público.

Los robachicos, una cruel y vigente realidad en México
Los robachicos, una cruel y vigente realidad en México

La investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM y especialista en la historia cultural del México del siglo XX, en particular sobre la infancia, el consumo y los medios de comunicación, afirma que tenemos que dar la batalla para pensar en qué espacios abiertos pueden estar los niños y las niñas.

“¿Los vamos a recluir en la vida privada familiar?, ¿podemos acaso ser una sociedad donde los niños no los veamos en las calles por epidemias o por criminalidad?, este libro es una invitación a pensar cómo nos relacionamos con niñas y niños, qué hacemos para que ellos vivan vidas libres, autónomas y las niñas puedan ir caminando solas a la escuela sin que les pase nada. Tengo la esperanza de que eso pueda llegar a pasar en México algún día”, dice la investigadora.

El planteamiento de Sosenski en el libro es que este delito que es un crimen profundo que implica la privación ilegal de los niños y la violencia sobre su cuerpo y su voz, pues desaparece, además afecta a la familia, al círculo vecinal, al barrio, a la ciudad en general y al país.

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“Cada uno de estos crímenes contra niños, niñas, adolescentes, menores de edad nos afecta a todos porque habla de una sociedad que no está capacitada para protegerlos en el espacio público y tampoco en el espacio privado, es una herida profundísima, yo la rastreo desde principios del siglo XX, pero nos siguen lacerando hoy más que nunca, porque lo que yo encuentro a principios del siglo 20 no tiene ningún parangón con lo que vivimos hoy”, dice la investigadora.

Y agrega que su intención es tratar de pensar de dónde viene lo que somos hoy en México, de dónde viene esa idea de que el espacio público se convirtió en un territorio dominado por los adultos y cómo es posible que la sociedad no haya sido capaz de defender el derecho de niñas y niños al espacio público de manera autónoma, libre e independiente, como sí sucede en muchos países.

“Esa fue una de las motivaciones que me orillaron a tratar de pensar el fenómeno del secuestro infantil en México que es multidimensional, tiene que ver con el uso del miedo, tiene que ver con ciertas ideas muy fijas, que en una época fueron sobre la maternidad, tiene que ver incluso con xenofobia, con racismo, con clasismo, tiene que ver con responsabilidades estatales, pero también con una falta de aplicación de la justicia y una legitimación del uso de los cuerpos infantiles; es un fenómeno complejísimo”, concluye Susana Sosenski.