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La defensa del idioma contribuye a una defensa de nuestra cultura, asevera contundente el estudioso de la lengua y la lectura Juan Domingo Argüelles. “Somos menos vulnerables si nuestro idioma es más sólido, y somos más vulnerables si nuestro idioma cada vez es más laxo y permite que sea socavado, ni más ni menos que por el inglés”.

El poeta, crítico literario y editor lo dice a propósito de su libro "Las malas lenguas" (Océano), que contiene barbarismos, desbarres, palabros, redundancias, sinsentidos y barrabasadas; y que le da continuidad a dos libros anteriores: "Pelos en la lengua" y "Los disparates". Asegura que en este nuevo libro es más enfático y crítico porque cada vez las propias academias o autoridades y especialistas que deberían cuidar el idioma lo están descuidando absolutamente.

En "Las malas lenguas" reúne varios errores comunes que circulan en libros, periódicos, revistas e Internet. Pone en evidencia errores como: autosustentable, campus universitario, gente de color, roomie, socialité, stablishment, festinar, idiología, optimizar al máximo, o que mezcla no es lo mismo que petróleo, entre otros.

“Para una persona, el idioma es quizás uno de los mayores atributos de la identidad, no nada más el tequila, no nada más las enchiladas, no nada más todo lo que nos distingue como mexicanos; nos distinguimos por un español que es diferente al de España, que es diferente al de Argentina, que es diferente al de Paraguay, y al espanglish de los mexicanos de Estados Unidos”, afirma Argüelles.

Asegura que un país que es de lo más anglicista y menos cuidadoso del español es España, “son más anglicistas que nosotros que tenemos la vecindad. A ellos les tiene sin cuidado su idioma, lo hablan mal y lo escriben mal”.

Y señala que los españoles no usan los términos que usamos, por ejemplo, los mexicanos, pues no los incorporan al Diccionario, situación que, dice, no entiende cuando en México somos más de 120 millones y ellos apenas llegan a 46 millones y no todos hablan castellano.

“En España hay un montón de gente que habla catalán, leonés, gallego y hay regiones completas de España que rechazan el castellano; y éstos, con 30 millones de personas dicen ‘nosotros decimos jersey pues jersey al diccionario, nosotros decimos interviu en lugar de entrevista y lo metemos al diccionario’; además tienen un horrible verbo que es interviucar. Están locos porque están socavando su idioma cuando tienen perfectamente el término entrevista”, señala Argüelles.

El también autor de ¿Qué leen los que no leen? asegura que los peores ámbitos que dañan el idioma son el deportivo, el de los espectáculos, los políticos, los economistas y los académicos en general en el ámbito universitario. Incluso Argüelles siempre ha dicho que todos estamos expuestos al error, pero deberíamos tener muchas más dudas en relación con lo que escribimos y decimos, pero la mayor parte de las personas ya no tiene dudas, hablan y escriben en automático dando por supuesto que lo que dice es correcto.

“Otra cosa que ha afectado muchísimo es que las academias de la lengua no ayudan demasiado en esto, han hecho las cosas muy laxas, han acabado por no aplicar las normas y han dejado como potestativo lo que en realidad tendría que ser normativo, entonces cuando una academia de la lengua le deja a la potestad del hablante y del escribiente si escribe vato o bato, está traicionando, por principio de cuentas, su obligación de examinar y fijar el idioma de la mejor manera para que el hablante y el escribiente contribuya a darle unidad al idioma”, señala.

Argüelles dice que tras las acusaciones de retrógrada y arcaica, la Academia Española de la Lengua quiso verse moderna y comenzó a incorporar en su diccionario zarandajas como “amigobio” y “papichulo”, que no tienen ninguna importancia y además dijeron que son términos mexicanos. “¿Para qué sirve una Academia Mexicana de la Lengua que no tiene una participación en un diccionario?”.

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