Tixkokob, Yucatán. —Es bien sabido que en las personas prefieren dormir en hamacas debido a las altas temperaturas que se registran durante el año. En Mérida, capital del estado, es común ver puestos que comercializan hamacas, que pueden variar de precio dependiendo de su manufactura y de su lugar de origen.

Sin embargo, no muchos saben que la meca de las hamacas se encuentra en Tixkokob, un municipio ubicado a 45 kilómetros de la capital de Yucatán.

El origen de las hamacas, de acuerdo con algunas fuentes, no ha sido precisado, sin embargo, varios historiadores refieren que estas piezas tienen su origen antes de la llegada de los españoles a nuestro continente.

Foto: Cristopher Cabello/El Universal
Foto: Cristopher Cabello/El Universal

Si bien en la actualidad gran parte de estos objetos se elaboran con algodón o nylon, en lugares como Tixkokob se mantiene la tradición de hacer hamacas artesanales, utilizando la planta del henequén como la principal materia prima.

En el proceso de elaboración artesanal de las hamacas está la artesana Juana de Arco Balderas Puch, quien reside en el poblado de San Antonio Millet, ubicado a 15 minutos en automóvil de lo que será la estación Tixkokob del Tren Maya.

Pero Juana de Arco Balderas va más allá de la elaboración de una simple hamaca. Heredó de su madre una técnica para urdirlas con la planta llamada lengua de vaca, también conocida como sansevieria.

Además, tiñe sus piezas con tintes naturales, lo que la ha llevado a ganar en diversos concursos locales y estatales.

Su último reconocimiento fue participar en el encuentro de diseño textil Original 2023, organizado por la Secretaría de Cultura, donde pudo vender parte de su producción.

EL UNIVERSAL visitó el hogar de Juana de Arco Balderas, en donde la artesana muestra su procedimiento para realizar sus particulares hamacas, que destacan por sus diseños y brillantes colores.

Foto: Cristopher Cabello/El Universal.
Foto: Cristopher Cabello/El Universal.

Ahí, en su propio espacio, cuenta con algo de preocupación que una vez que ella no esté, se perderá la técnica, ya que sus hijos e hijas no tienen interés en continuar con la tradición de urdir hamacas.

“Doña Juana”, como le dicen sus conocidos, elabora las hamacas en el patio trasero de su casa. Cuenta que su esposo le ayuda a traer la lengua de vaca del monte, ya que crece en abundancia. También cosecha la planta, para que no le falte materia prima para trabajar.

Sin embargo, la artesana no vive de sus creaciones. Ella y su esposo cuentan con el ingreso de él, pero dona Juana, con mucho esfuerzo, ha logrado dedicarse sólo a crear diseños nuevos que le permiten ganar concursos y tener ingresos extra.

“Yo veía cómo mi mamá hacía las hamacas desde que yo tenía siete años, pero yo empecé desde 2007, más o menos, a trabajar con la técnica, desde ahí comencé y no he parado”, cuenta.

La artesana dice que una de sus hijas le ayuda a veces con la elaboración, ya que convertir la planta lengua de vaca en hilos, peinarlos y urdirlos es un procedimiento que toma semanas.

“A veces mi hija me ayuda con el peinado, es mi esposo quien recolecta las plantas por mí, se va al monte, aquí cerca, y me trae las hojas”, relata.

La artesana detalla con gran alegría el procedimiento para hacer una hamaca, el cual puede tomar hasta tres meses. Para obtener los hilos, las hojas pasan por una máquina que las desfibra, dejando sólo el interior de la hoja en forma de cuerdas delgadas.

Esas cuerdas se dejan secar al sol para perder la humedad, y una vez listas son peinadas para convertirse en hilos. “El proceso comienza al desfibrar las hojas de lengua de vaca para obtener las fibra y corchar los hilos. Luego están listos para meterlos en agua hirviendo y con los tintes naturales adquieren el color”, explica la artesana.

Foto: Christopher Cabello/EL UNIVERSAL.
Foto: Christopher Cabello/EL UNIVERSAL.

Una vez que los hilos están listos, Juana de Arco los lleva a la entrada principal de su casa, en donde tiene una hiladora estilo carioca.

Su hiladora, de madera, recibe los rayos del sol, ya que la entrada de su casa no tiene techo porque colapsó recientemente.

“Esta hacienda ya es muy vieja, por eso se vino abajo el techo, y ni modo, así seguí trabajando porque todavía quiero seguir trabajando para participar en premios”, señala.

En otra habitación, Juana de Arco Balderas enseña sus artesanías terminadas y distintos reconocimientos y premios que ha ganado en diferentes ocasiones.

Relata que trabaja sobre pedido y que sus clientes son principalmente extranjeros y personas de otros estados; además señala que los precios de sus bellas creaciones oscilan entre 20 y 25 mil pesos, dependiendo del diseño.

“No vivo de las hamacas, sería difícil mantenerse de eso porque no siempre se venden, me enfoco más en experimentar con colores y diseños para seguir participando en concursos en Mérida y en la Ciudad de México”, afirma.

Desdén por la tradición

Juana de Arco Balderas expresa que es posible que la técnica de urdido de hamacas con tintes naturales desaparezca con ella, ya que sus descendientes no están interesados en continuar con la tradición.

“Mi mamá me enseñó, es una tradición de la familia. Acá en San Antonio Millet soy la única que realiza este procedimiento, porque es un tipo de tejido especial, porque incluso combino tipos de bordados, encuentras tres o cuatro en una sola hamaca”, detalla.

A la pregunta de si Juana de Arco ha transmitido su conocimiento a las nuevas generaciones, responde: “No, la verdad no, es que no quieren aprender, pero sí saben urdir, eso sí, pero no lo que hago yo. Una de mis hijas me ayuda, pero nada más a peinar, pero a corchar no, cuando yo ya no esté, se acabará esto, nadie lo volverá a hacer”.

Señala que la falta de interés en conservar las tradiciones es un problema generacional, ya que los jóvenes prefieren métodos más rápidos y económicos.

“Cuando nadie más haga esto, se perderá la tradición. Y es que muchos dicen que es tardado y cansado, y eso sí, lo es, porque toma su tiempo. Pero no lo quieren hacer porque no ven ganancias rápidas”, señala. La artesana yucateca recibe a turistas interesados en conocer su técnica y tiene listas hamacas en su hogar para su venta, en su taller de Tixkokob.

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