Dos proyectos de primer nivel colocan al mexicano en un punto alto de su carrera: el primero es su papel como director asistente de la Orquesta del Ballet de San Francisco en la presentación —del 4 al 14 de abril en la sede de ese ballet— de Carmen, como parte del ciclo Dos mujeres. Pero no se trata del famoso clásico de Georges Bizet, sino de una producción donde el músico de jazz y compositor Arturo O’Farrill se inspira directamente en el famoso cuento homónimo de Prosper Mérimée —tal como hizo Bizet— para presentar su propia obra junto a la coreografía de la cubana Arielle Smith. En el equipo están, además de la mencionada Orquesta del Ballet de San Francisco, el escenógrafo Riccardo Hernández, la dramaturga Lucinda Coxon y la diseñadora de moda Gabriela Hearst.

El segundo proyecto es el lanzamiento, en días próximos, del álbum Works for flute - Franz Schubert. Krzysztof Kaczka & members of The Met Orchestra, que producen Tristán y Victoria Kühne, de Victoria Records, bajo el sello alemán Hänssler Classic. En la grabación trabajaron el ingeniero de audio Rafael Sardina y el ingeniero de masterización Tim Martyn; ambos ganadores, en varias ocasiones, de los Premios Grammy.

En junio, Tristán empezará a grabar un disco de obras de Aram Khachaturian con la Janacek Philharmonic, programado para lanzarse en 2025 también bajo el sello de la Hänssler Classic.

Felipe Tristán. Foto: Especial.
Felipe Tristán. Foto: Especial.

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En el presente, Tristán es director principal de orquesta del Ballet de Monterrey y director interino de la Brooklyn Symphony Orchestra: “Habiendo crecido en un ambiente artístico, desde que era un estudiante en Monterrey para continuar en Estados Unidos y, posteriormente, en Juilliard en Nueva York, siempre he tenido gusto por la danza”, afirma.

Más allá del contenido de Dos mujeres, es importante, en sus palabras, lo que representa que una compañía estadounidense de ballet tan establecida se haya centrado en temas de carácter hispano: “Habla bien de los esfuerzos que se han hecho en todas partes por la inclusión y la diversidad”.

La primera obra, cuenta, es la ya citada Carmen, “en ballet, por supuesto, con sus propios tintes y matices en función de la danza”. Vale la pena recordar que los mexicanos Isaac Hernández, Premio Benois 2018, y su hermano Esteban son primeros bailarines del Ballet de San Francisco; y que la española Tamara Rojo es la actual directora de dicho ballet: “Es su primer año y su primera temporada. Esto es un reflejo de la visión que ella tiene”, puntualiza.

La otra pieza que conforma Dos mujeres es Broken Wings, de Annabelle López Ochoa, coreógrafa belga-colombiana. “Se inspira en Frida Kahlo, es con un ensamble reducido y no tiene director. Musicalmente, es una obra un poco más introspectiva”.

¿Cómo surge la invitación del Ballet de San Francisco?

Fue por Martin West, director musical de la compañía que comisionó a Arturo O'Farrill; el año pasado yo estrené en Nueva York Fractured Nation, una de las piezas sinfónicas de O'Farrill. Es un excelente músico de jazz latino, multipremiado y ganador de Grammys, que comenzó a escribir obras sinfónicas hace más de cinco años. Ahora también está haciendo su primera ópera. Él me contactó con West, quien vio mis credenciales y, así, se dio oficialmente la invitación a sumarme al equipo. Esta obra no tiene nada qué ver con la ópera de Bizet, aunque O'Farrill sí quiso hacer una reverencia a ciertos temas conocidos. Es una composición completamente nueva para la función de ballet.

Felipe Tristán. Foto: Especial.
Felipe Tristán. Foto: Especial.

Carmen, en la versión de O´Farrill, haría pensar en algo jazzeado.

En realidad, él está escribiendo en un lenguaje sinfónico. Tal es su naturaleza y su medio, el jazz latino, que no puede alejarse de su propia estética, aunque sí sale un poco de ello, y tiene combinaciones y cuestiones híbridas interesantes.

¿Qué particularidades tiene el disco Works for flute - Franz Schubert?

Sale el 5 de abril, son obras de Schubert para flauta y cuerdas, de repertorio relativamente estándar, pero en versión para cuerdas; algunas son originales para flauta y piano, pero éstas son sus versiones con cuerda. Lo interpretan los músicos de la Orquesta del Metropolitan Opera de Nueva York que, con el más alto nivel que hay en la industria musical, hicieron un trabajo espectacular. Me encantó participar como productor y reunir un gran equipo. Veamos cómo se recibe esta grabación que va a estar, obviamente, en todas las plataformas y formato físico.

¿Qué te lleva a dar el salto profesional a Estados Unidos?

En su momento fue la falta de oportunidades en México, concretamente en Monterrey. Más allá de los estudios de licenciatura no había opciones de posgrado; como flautista, mucho menos. Sabía que el nivel de recién egresado de la Escuela Superior era alto para obtener, eventualmente quizá, un puesto en una orquesta mexicana, pero no quería quedarme cómodo. La ambición de crecer y seguir aprendiendo aún la tengo. Uno no termina nunca de aprender, sobre todo en el arte, cuyo proceso es tan ambiguo. Ésta es, a veces, una profesión solitaria porque uno deja su país y su familia, pero el talento debe ser cosechado. El talento por sí mismo no es nada si no hay un gran trabajo detrás.

¿En tus proyectos está trabajar más en México?

No niego la posibilidad de regresar en algún momento. He estado en muchas orquestas en Oaxaca, Puebla, Monterrey, Jalisco, Michoacán, Chihuahua, Aguascalientes, Querétaro... Curiosamente no he dirigido ninguna de las orquestas de la Ciudad de México.

¿Crees que el único camino para un compositor, un artista, un intérprete es irse del país?

Por supuesto que no es el único camino, pero es un camino común. Un camino que, como estudiante, se vuelve necesario, en ocasiones, por la falta de oportunidades. Y sabemos que hacer más de lo mismo, sin avanzar, es engañarse. Compañeros como Isaac Hernández son un ejemplo concreto de motivación.

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¿Qué diferencias ves entre los apoyos de México y los de Estados Unidos?

Habiendo más gente en Estados Unidos, también hay más oferta y oportunidades. Quizá hay el doble o triple de alumnos por instrumento en las escuelas donde he estudiado. Es tanta la gente que incluso comienza a crear sus propios mundos: una orquesta por acá; un grupo de contemporáneo, allá; uno de barroco, aquí... Hay más lugares hacia dónde ir y, por ende, también hay esfuerzos de gente que quiere apoyar. Me refiero a esta cultura muy estadounidense del emprendimiento, el “comienza tu propio proyecto”, “vamos a sacarlo adelante”, ya sea que haya un estímulo fiscal o no. Se trata de una fuerte cultura de liderazgo y patronazgo Mientras que en México apenas estamos empezando a tomar un poquito de inercia en el tema del estímulo fiscal. Un esquema donde todos ganan: artistas, empresas y, principalmente, el público. Tengo un proyecto en México, el Monterrey Summer Opera Academy, que empuja precisamente con estímulos fiscales. Apenas vamos por nuestro segundo año, con mucha ilusión de tener una plataforma en Monterrey para llevar músicos y cantantes de primer nivel a compartir su conocimiento.

¿Cuál es la recepción extranjera hacia el talento mexicano?

Hay mucho interés de los artistas extranjeros por venir a México y apoyar, saben que somos exportadores de grandes voces. A lo mejor hay nuevas figuras como Javier Camarena que están por ahí escondidas y necesitan la plataforma ideal para crear ópera de alto nivel.

¿Cuál es el mayor reto para un artista mexicano?

Es de tinte estético y filosófico: no perder la ambición, no creer que por la idiosincrasia latina o mexicana uno es menos; que uno puede y tiene menos. Al contrario, hay ejemplos como el de Isaac Hernández. No es necesario fugarse para seguir creciendo. Sí ayuda, claro, porque se viaja a un lugar donde hay experiencia. Pero también hay casos de gente con éxito y carrera sin salir del país. La mezzosoprano Cassandra Zoé Velasco hizo la mayor parte de su carrera en México y, siendo ya una gran cantante, fue a Los Ángeles.

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