En sus voces es inevitable escuchar el desasosiego. Gabriel Pascal, Jessica Sandoval y Lourdes Pérez Gay coinciden en que un segundo cierre prolongado de los espacios culturales independientes en la Ciudad de México podría ser desastroso. Ellos están al frente de Teatro El Milagro, Un Teatro y La Titería, respectivamente. Han sobrevivido al 2020, dicen, casi milagrosamente. El 2021 se vislumbra complejo, hasta catastrófico. Sin apoyo ni público ni recursos, el cierre parecería inevitable, pero queda la resistencia, la esperanza.

Teatro El Milagro fue el primer espacio que reabrió sus puertas cuando tras meses de confinamiento se permitió la reapertura con un aforo al 30%. Gente de teatro, críticos y públicos expresaron que fue una experiencia esperanzadora presenciar un arte vivo en un escenario. Pero las semanas con semáforo naranja se prolongaron, el nivel de hospitalizaciones fue creciendo a finales del otoño y la caída del telón, dice Gabriel Pascal miembro del Consejo Directivo del recinto ubicado en la calle Milán, en la colonia Juárez, era previsible.

Incertidumbre en teatros tras el segundo cierre por Covid
Incertidumbre en teatros tras el segundo cierre por Covid

El Milagro reabrió el 3 de septiembre con En la soledad de los campos de algodón, el foro del 30% se agotó. Durante sus siguientes funciones el interés se mantuvo, pero poco a poco los teatreros se fueron enfrentando a la realidad que se imponía. “Nosotros cerramos en marzo y volvimos en septiembre, fue prácticamente medio año cerrados. No nos pudimos recuperar. Nosotros teníamos un cálculo de lo que tendríamos en el año por taquilla, el 2020 inició bien para nosotros, luego vino la pandemia. Hubo proyectos que se cayeron, actores y artistas que se quedaron sin empleo. Y ahora no sabemos cuándo vamos a poder reabrir. La fecha inicial para levantar el semáforo rojo está planteada, pero no tenemos certeza de si nosotros también volveremos”, refiere Pascal.

La coreógrafa y bailarina Jessica Sandoval encabeza Un teatro, espacio dedicado a la danza y el teatro. Fue también uno de los primeros en abrir al iniciar septiembre. Entonces, dice la creadora, habían llegado a un nivel de insostenibilidad pese a que habían conseguido uno de los apoyos que lanzó la Secretaría de Cultura. Por eso la reapertura significaba la salvación. “10 pesos más serán mejor que nada”, decía hace tres meses la artista.

Hoy, con el telón abajo, sostiene: “Lo que hoy nos queda es la resignación. Nos hemos dado cuenta de que esta crisis sanitaria está mucho más allá de lo que entendemos y de lo que podemos controlar. Todos los sectores del país nos hemos adaptado, nos hemos organizado y hemos seguido avanzando. En el sector cultural muchos colegas hicieron cosas increíbles en el territorio virtual. En mi caso, si bien también nos adentramos a lo virtual, tenemos un espacio y nos mantenemos en lo presencial. Nosotros fuimos muy responsables, muy cuidadosos, pero también entendemos que las cosas son muy complejas respecto a los contagios”, indica.

“Ante esta realidad, lo que nos ha quedado por hacer es mantenernos en la resistencia, hacer un trabajo sordo y callado para no morir” 
LOURDES PÉREZ GAY La Titería

Incertidumbre en teatros tras el segundo cierre por Covid
Incertidumbre en teatros tras el segundo cierre por Covid

Si un día volvemos al 100%...

La expectativa sobre el futuro inmediato, también inquieta a Gabriel Pascal, quien sostiene que uno de los grandes aprendizajes es que durante el tiempo que se mantuvieron abiertos, producción, equipo técnico, artistas y público se jugaron la vida para estar en un teatro. “La gran enseñanza es que tenemos que estar muy conscientes de la calidad que vamos a ofrecer, porque el público y nosotros nos estamos jugando la vida. Un día, en una función de En la soledad de los campos de algodón, llegaron sólo dos personas, alguien preguntó qué hacíamos, nuestra respuesta fue dar la función porque esas personas y nosotros habíamos apostado la vida por estar ahí. Y para mí fue una de las funciones más bonitas de toda la temporada. Esta realidad nos da otra consciencia sobre el trabajo. Si algún día volvemos al 100% será con la conciencia de que no seremos los mismos, tenemos que ser mejores”, dice.

Lourdes Pérez Gay, quien ha dedicado más de 40 años de vida al teatro y es directora de La Titería, es tajante: “¿Qué puedo decir del 2020? ¡Qué sobrevivimos de milagro! Cerrar el 15 de marzo, reabrir a finales de octubre y volver a cerrar en diciembre tras tan sólo un mes de funciones presenciales fue muy difícil. A mí me quedó claro que la gente no tiene dinero para volver a los teatros y tiene, sobre todo, miedo. Especialmente el público como el que tenemos nosotros, que es familiar. A los papás les da miedo salir con niños, si bien sabemos que los más pequeños no padecen los mismos estragos de la enfermedad. Ante esta realidad, lo que nos ha quedado por hacer es mantenernos en la resistencia, hacer un trabajo sordo y callado para no morir”.

Con la reapertura, dice, le reconfortó saber que Marionetas de la esquina, la compañía de La Titería, tiene un público fiel. “El aforo del 30% sí se llenó. Tuvimos otra compañía que no llenó, pero sí tuvo gente. Nosotros no usamos los espacios cerrados, sino el patio, nos adaptamos y todo salió muy bien. Sabemos que el teatro no es una actividad de primera necesidad y que nuestro teatro no tiene el público que puede tener el teatro comercial, pero pese a todo sé que vamos a seguir. En el primer cierre hubo una gran incertidumbre, el primer mes y medio estuvimos paralizados, yo me quedé pasmada, pero el equipo más joven nos sacó adelante. Ahora ya entendemos mejor cómo reaccionar, ya tenemos nuestra producción para funciones virtuales y sabemos qué paso vamos a dar", dice.

El desastre de las políticas culturales

Los creadores concuerdan en que la pandemia no sólo visibilizó aun más la precariedad laboral de la comunidad cultural, así como su fragilidad ante las crisis, también evidenció, con gran fuerza, la ineficacia de las autoridades culturales para estar a la altura de la emergencia nacional.

“Ha sido un año muy difícil, vimos venir el nuevo cierre, por el desarrollo de las cosas parecía inminente, sabíamos que no la íbamos a librar”
GABRIEL PASCAL, Teatro El Milagro

“En términos de políticas públicas dedicadas al arte y a la cultura, este gobierno ha sido un desastre. La institución federal dedicada a la cultura se quedó arrinconada, la gran institución como el Fonca, ya sin fideicomiso, quedó debilitada; y el INBAL está con un presupuesto no sólo disminuido, sino destinado prácticamente sólo para operar. Y a esto hay que sumarle la necedad de destinar miles de millones a un proyecto que nadie apoya y que sólo quiere un señor para que sea su monumento”, dice Pascal.

Pérez Gay recuerda que en el caso de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México hubo conversaciones sobre distintos apoyos, pero el constante cambio de titular, pues primero conversaron con José Alfonso Suárez del Real, tras su salida para irse a la Secretaría de Gobierno llegó Guadalupe Lozada como encargada de despacho, con ella se trató de seguir en las pláticas, pero fue reemplazada por Vanessa Bohójorquez, nueva secretaria.

“Hablamos en algún momento de compra de boletos para un programa que se llamó butaca vacía, si eso realmente se concretara sería la maravilla porque se trataba de que nos comprarían, por ejemplo, 40 boletos, los cuales se obsequiarían a personas de escasos recursos o nos permitiría hacer funciones especiales para niños. Si lo hicieran detendrían nuestro hundimiento. Ojalá lo retome la nueva secretaria de Cultura local”, explica Pérez Gay.

“No tengo respuestas. Sólo sé que muchos espacios están pasándola muy mal, que hay compañías que se están desmantelando”
JESSICA SANDOVAL Un Teatro

Sobre la política cultural de la administración federal advierte: “La verdad es que es una de las cosas que más tristes me tienen, no la entiendo, para mí es un desastre. No sé de qué va. Hacen cosas que para mí son un sinsentido. Hay un nuevo director del Fonca que nadie conoce. ¿Por qué? Simplemente no puedo comprender hacía dónde van”.

En medio de esta realidad, queda la esperanza. “Si algo aprendimos también es que somos un gremio fuerte y tengo la certeza de que vamos a resistir”, asegura Pascal.